Thursday, September 19, 2013

#mandarinas #thor #trabajo #perro #colágeno #cabecilla

Me gustaría contratar a alguien para que pelase mandarinas y me fuera dando los gajos poco a poco.

Dicho esto, estoy pasando una semana muy difícil.
Hoy es el cuarto día consecutivo que estoy en Weybridge. No hay calefacción y me veo obligada a llevar abrigo y tener debajo de la mesa un radiador como una vieja en una mesa-camilla. Me rodea el habitual vacío y el desasosiego de la llegada del otoño en las pocas personas que acuden a este lugar maldito.

Todos los días quiero llegar a casa y no hacer nada. Todavía no lo he conseguido ningún día.

El lunes perdí el primer tren, porque la gente es cruel, y tuve que coger el segundo que tarda media vida en llegar a Vauxhall. Allí estuve barajando la posibilidad de no ir a casa, pero decidí que lo mejor era llegar cuanto antes e ir a ver Newsroom. Sweet Smell of Success. Menudo episodio maravilloso. Bravo, Aaron, bravo.
Cuando digo “llegar cuanto antes” sólo significa que tardé 2 horas de puerta a puerta. Esto se debió fundamentalmente a la pérdida del tren, pero también a mi estupidez que todos ya conocemos. En Highbury & Islington, vi que el Overground llegaba en 1 minuto, y vi que no me daba tiempo a cogerlo. Así que salí a echar una fika esperando al siguiente. El siguiente tarda 12 minutos y yo normalmente tardo 6 en echar una fika. Me puse a leer el periódico, una cosa llevó a la otra, y perdí también el siguiente Overground. Así soy yo.

Después de Newsroom me fui al cine en mi compañía de mi propia persona a ver Rush.

Me encantó Rush. Buena historia, buen desarrollo de personajes, buen diálogo, buena fotografía, buen diseño de producción, buena banda sonora. Planazos y adrenalina. Y creedme, es muy difícil concentrarse en todas esas features cuando el protagonista es Chris Hemsworth vestido (o sin vestir) de James Hunt. Hacía tiempo que no me pasaba algo así, esa completa pérdida de la razón por culpa de un chickenlager en una pantalla; desde que Brad Pitt salió en Friends, cuando tuve que darme cabezazos contra el sofá. Y cavilo. ¿Cómo puede este tío salir a la calle sin que la gente le grite en la cara, le intente secuestrar, se abalance sobre él entre llantos de anhelo? Poderoso Dios del Trueno indeed.

Sigo bastante enferma y tengo ataques de tos de Bueller. La gente en el tren se cambia de sitio para no estar cerca de mí. Deben de creer que tengo tuberculosis. No lo descarto. Y ahora huelo a mandarina por no poder contratar a ese asistente del que os hablaba. Soy asquerosa.

El martes me fui al Boots de Waterloo a hacer acopio de medicinas. Compré caramelitos para la tos, Smints, un cepillo de dientes, Kleenex de bolsillo y Kleenex de caja. Me olvidé de comprar las medicinas, porque soy gilipollas.
Llegué a Hakni a encontrarme con la peña y cenar pizza. La pizza fue todo un éxito, a pesar de mi tos. Desafortunadamente probé una Ale, cosa que voy a empezar a negarme a hacer a partir de ahora. Pienso que a nadie le gusta realmente la Ale, y que sólo las piden para que parezca que son unos entendidos de la cerveza y ser más pro-local brewery. LAGER LAGER LAGER shouting LAGER.

Ayer pensaba irme a casa a ver Inglorious Basterds, porque me apetecía mucho. En su lugar decidí que si me iba al Prince Charles con Jim y Ariel a ver Heat, no sólo haría un Check-In en un cine nuevo que me daría la posibilidad de obtener la plaquita de Cinefilia Nivel 2 en Foursquare, sino que también sería una buena acción por mi parte, siendo Heat la película favorita de Jim.

Estuvimos en The Harp, pub que se jacta de poseer una grandísima colección de Ales. Obviamente ya he aprendido la lección y no probé ninguna. Pero es un bonito pub.

En Heat tomamos palomitas pequeñas y unas cervezas. Primero se me acabó la cerveza, luego las palomitas. Jim fue a por más cerveza pero habían cerrado el bar. Yo tuve que salir al baño. Al salir al baño ya me perdí un trozo de peli. Después de eso, me fui quedando dormida a intervalos. La conclusión es que realmente no me enteré de nada, que no supe quién era el personaje que resultaba ser Henry Rollins hasta el final y que me aburrí como un mono en una jaula vacía. Entonces me deprimí por pensar en toda la gente que me la había recomendado pensando que me gustaría. ¿Cómo me va a gustar a mí esa peli? Lo único que me gustó fue la escena de Xander Berkeley, y no dura ni tres minutos. Tres minutos de una peli de CIENTO SETENTA. ¿No veis que yo tengo que irme a mi casa con mi familia? A las 23:30 en Charing Cross Road esperando al autobús. ¿No veis que estoy enferma?


Hoy me voy a una exposición a una galería de arte. Yo no encajo en el universo de las galerías de arte. Al darme cuenta de esto, es a la vez un alivio y una decepción, porque, entonces, ¿en qué universo encajo yo? Que esto es Hackney.

Monday, September 16, 2013

Vacaciones germánicas part III and The End


El sábado me aventuré a salir a la calle después de tantos días recluída y enferma. El resultado fue jugar a catch-up con todo lo que no me había bebido en cuatro días, lo que dio lugar a una de mis actuaciones estelares.
Fuimos en un autobús y yo iba hablando con Sarah. Nos bajamos del autobús y caminamos hacia Dalston Yard, mientras yo seguía hablando con Sarah por la calle. Ryan nos alcanzó desde atrás y me miró con cara de incredulidad, y después volvió hacia atrás. Yo seguí hablando con Sarah hasta que de repente dijo "bueno, yo me voy por aquí". Y yo "pero qué dices, cómo que te vas?". Y sí, se iba. Se iba a su casa. Se iba a su casa porque no era Sarah, era una completa extraña con la que yo había decidido conversar como si nada durante los anteriores 10 minutos. Por eso Ryan me miró con incredulidad, por eso nadie entendía qué estaba haciendo ni quién era esa persona.
Esto demuestra mi atractivo social, demuestra cómo soy capaz de entablar una conversación con cualquier extraño por la calle y que no me digan "oye, puedes no hablarme? no te conozco".
Y así.

Dicho esto, continúo donde me quedé en Berlín...

Lunes, 9 de Septiembre. Mi última noche en Berlín. Llovía, como siempre debido a la tristeza de mi partida. Era un día desapacible (palabra de madre), pero a mí eso no me para.

Cogí el tranvía y el S-Bahn para encontrarme con Lucha en Kreuzberg. En el S-Bahn estuve analizando al personal, preguntándome quiénes eran turistas, quiénes eran residentes, quiénes eran alemanes y quiénes no. Iba pensando en que yo no parezco alemana, entre otras cosas porque soy muy bajita. Inciso: por qué diremos "bajita" y no "baja"? Es "baja" despectivo? Yo soy baja. And proud of it.
Bueno, eso. Iba mirando al personal. Analicé a una chica que tenía enfrente. Muy mal vestida con sus kickers, muy alta. Claramente residente en Berlín. Para mí, tenía bastantes posibilidades de ser alemana. Justo cuando había decidido que lo era, le sonó el teléfono. Yo iba escuchando música y no oía exactamente qué decía, pero sí oí claramente en un perfecto acento de Alcobendas "Rajoy... Relaxing cup of café con leche". Menudo trending, madre del amor hermoso.

Me encontré con Lucha en una panadería turca, y como no tenían leche de soja, cambiamos de garito para ir a desayunar. Fuimos a la Croissanterie, que es como un Dios de los croissants donde ponen Johnny Cash en bucle, acuden perros geniales que te quieren (aunque tengan dueñas punkis gordas) y hay barajas de cartas. Había 5 barajas de cartas, todas incompletas, y además ni siquiera fui capaz de recordar cómo se jugaba al solitario. Me tomé un croissant, un zumo de naranja natural recién exprimido que me hizo llorar de alegría, y un tazón de café con soyamilsch bien alemán, bien gigante.

Estuvimos allí durante varias horas y vino Reynolds y nos reímos un rato siendo claramente personajes de "He's Just Not That Into You".
Después de eso fuimos a un sucio kebato con sillas de colores fosforitos. Allí ellas comieron cosas pero yo opté por solamente tomarme una cerveza.

Nos fuimos a casa en el autobús. En dicho autobús recibí una llamada telefónica de Viveka. Es extraño que yo reciba llamadas telefónicas, sobre todo porque estaba en el extranjero. Esto sólo podía significar una cosa, y una cosa muy buena.
La semana anterior la había pasado pidiendo a todos mis amigos que poseen un móvil inglés que entrasen en el sorteo de entradas para ver a los Manics el martes en el 100 Club. En total debí de pedírselo a 20 personas, y estaba bastante confiada de que iba a ganar, porque, en fin, 20 personas, tenía que ganar por lo menos 6 entradas. Esta era LA LLAMADA. Viveka había ganado. Viveka había ganado y yo iba a poder ver a los Manics. Los gritos en el autobús "EN SERIO TÍA?!" hacían que me mirasen todos los germanos y  turcos, pero no me importaba. Menudo HIGH. Amé al mundo, amé la vida, amé a Viveka por encima de todas las personas y cosas. Finalmente había sido la única que ganó. Gracias a todos desde aquí, os amo.

 Al llegar a casa me fui a por hamburguesa vegana con bacon vegano y queso vegano al Yoyo. Porque yo no puedo estar en Berlín y no ir al Yoyo. Menudas patatas fritas deliciosas que tienen los amigos.
Me comí eso hablando con mis familiares por FaceTime para darle buena envidia al grillo.
Después me eché una siestecilla.
Fuimos al Primitiv a tomar unas jarras frescas. Porque yo no puedo estar en Berlín y no ir al Primitiv.
Con el reto de visitar pubs no estoy acostumbrada a tomarme cuatro rondas en el mismo garito, pero siempre es un placer estar en el Primitiv observando al camarero, aka "Leyendas de Pasión". Convencimos a Javi para que se viniese, ya que era mi última noche, y era menester ir al Monster Ichiban Karaoke. Porque yo no puedo estar en Berlín y no ir al Monster Ichiban Karaoke.

En el karaoke era la noche en la cual no se pueden reservar cabinas, y tienes todo el derecho a meterte en la cabina de cualquiera y cantar con ellos.
Primero nos metimos en una donde ponían los Strokes, y nos los cantamos un poco. Pero eran una gente un poco acelga y nos fuimos a otra cabina donde había dos tipos. Cantamos un par de temas con ellos y luego pusimos Motorcycle Emptiness. Y mientras gritábamos (vale, mientras yo gritaba), los tipos decidieron que se iban. Nos hicimos con la cabina gracias a mis berridos, y ahí estuvimos toda la noche cantando FATAL.
En un momento dado yo salí a la sala principal donde había mucha gente cantando cosas, y alguien había pedido Dear Prudence de Siouxsie y no se presentó a cantarla. Entonces como yo estaba tímidamente cantando en bajito, me pidieron que me la cantase. Ahí, delante de todo el mundo. Mi lanzamiento al estrellato. Por suerte es una canción muy fácil en la que no hay que gritar y pienso que me salió bastante bien. Esto es, que nadie huyó tapándose los oídos o aprovechó para ir al baño o a la barra. De aquí a la fama, amigos.

Las cabinas tienen paredes de cristal y puedes ver, que no oír, las actuaciones estelares de los vecinos. Teníamos al lado a unos tipos, australianos como todos, que parecían estar pasándolo bien y haciendo un buen show. Otro inciso: Queda alguien en Australia? Porque están todos aquí, macho.
Eran las 5 de la mañana y técnicamente en Berlín los bares no cierran hasta que la gente se va, pero los camareros quieren irse a dormir y te quieren matar. El encargado venía "os dejo esta canción y ya" cada poco tiempo, hasta que nos desenchufó el teclado para que no pudiésemos buscar más canciones. Así que nos fuimos corriendo a refugiarnos a la última cabina que quedaba activa, que era la de los vecinos australianos. El frontman era un auténtico pro, y  si se dedica a eso tendrá un brillante futuro. Pero el encargado también quería echarnos de esa cabina y también nos desenchufó el teclado allí tras dos o tres canciones. Pero no nos desenchufó el micrófono, y no sabía que otro de los ocupantes de la cabina era el próximo Eminem. Se marcó un freestyle improvisando que se me cayó la mandíbula, mientras el frontman pro le hacía la caja de ritmos. Increíble.

A veces sí pasa algo bueno después de las 2 AM.

Nos despedimos de Javi con una sola cosa en mente siendo las 6 de la mañana. PIZZA. No encontramos pizza pero encontramos desayuno, algo es algo. Y después nos fuimos a dormir.

El martes yo tenía que marcharme del país en un avión. Por supuesto todo tenía que salir a pedir de boca para que yo pudiese llegar a tiempo al concierto de los Manics.
Nos tomamos un último desayuno en un restaurante alemán del barrio, y pagamos a la chica con todas las monedas que poseíamos.

Es una tragedia despedirse de Lucha y de Berlín, pero es un momento en el que te das cuenta de que por fin vas a poder reencauzar tu vida y dejar de salir, y volver a una rutina calmada y otoñal.

Me fui al tren sin contratiempos, y me encontré con Nariz Pequeña, el tipo al que estuvimos analizando la noche anterior en el Primitiv, mientras él había estado tratando sin éxito de tirar la caña a una pobre incauta con la que estaba.

En el aeropuerto todo salió bien. En tres años no han cambiado la campaña de Die Zietung que me pone histérica porque es un montaje con altos dignatarios como si fueran bebés. Y el bebé Ratzinger me pone los pelos de punta, y ahí sigue, acechando en el pasillo que conduce a mi puerta de embarque.

En el avión ni siquiera me molesté en sacar a pasear a Vonnegut. Me eché a dormir a pierna suelta. Llegué en menos de lo que estoy tardando ahora mismo en ir a trabajar.

En cuanto puse un pie en Inglaterra, a la hora prevista, noté cómo el espíritu del orco maligno se adueñaba de mi pecho y un estado semifebril se hacía conmigo. Elegí ignorarlo por completo, ya que en dos horas tenía que estar en la puerta del 100 Club.

Cogí el tren después de echar dos fikas, llegué a casa a la hora prevista de nuevo. 18:20. Dejé la maleta, cogí mi chapa de Generation Terrorists y mi pañuelo de leopardo para ir de Manic de la vida y volví a salir por la puerta.

Bobby me esperaba en el 100 Club. Bobby tiene más suerte que yo, si cabe, porque no hace los esfuerzos de pedir entradas a todos sus amigos y sin embargo consigue que yo le lleve a ver a los Manics.

Entramos, con mi flamante identidad de Viveka, y me coloqué frente al micrófono de Nicky Wire férreamente.

Menudo concierto. Menuda incredibilidad. Si bien Nicky estaba un poco serio, creo que porque Gales estaba perdiendo a alguno de esos deportes de los que él gusta, fue una experiencia increíble. Una de las mejores de la historia del Churk. Lástima que el grillo no estuviese allí para compartirla.
Me hicieron muchos vídeos porque, como siempre, era la flipada loca que saltaba y cantaba y bangeaba su cabeza. Saldrán a la luz y me humillaré. Pero habrá merecido la pena.

Igual que mereció la pena, después de sudar y gritar, salir bajo la lluvia y tomar una última pinta con Bobo para celebrar la vida, y después caer completamente fulminada por la gripe otoñal.

Lo haría todo una y cien veces más.


Este es el final del relato, el final del verano, el final de unos meses maravillosos. Ahora hace frío y llueve, y tengo mucho trabajo que hacer. Espero que cuando termine mi proyecto y venga el grillo comience un otoño bastante mítico. Tengo varios planes. No os preocupéis, saldrá algo digno de narrar.

Friday, September 13, 2013

Vacaciones germánicas Part II


Pienso que es un verdadero milagro que, dados los delirios de fiebre que acarreo estos días, haya conseguido minimizar mis acciones ridículas a sólo dos. Sólo he salido de la casa una vez, pero aún así.
El miércoles tuve que salir a comprarme alimentos vitamínicos. Compré zumo, leche, limones, miel y una serie de household items necesarios. Yo estaba muy enferma, llovía, me lloraban los ojos y me pesaban mucho los geles Dove® 2x1.
Mi acción ridícula fue pasar por la caja autoservicio del Tesco®, procesar toda mi compra, meterla en tres bolsas y largarme. La señora que cuida las cajas autoservicio llamó mi atención “EXCUSE ME?”. No quiero que me acuséis de caer en un cliché racial, pero esa señora es la típica negra de película que levanta su dedo índice y mueve el cuello de un lado a otro mientras habla...
Sí, amigos, me estaba yendo sin pagar. Así, como si nada. Todo el Tesco me miró incrédulo, pero yo pienso que vieron mi aspecto deplorable y lo debieron de entender.

La segunda acción ridícula fue ayer, cuando estaba haciéndome un café y un zumo de naranja, y puse el zumo de naranja en el calentador de leches de la cafetera y le hice espuma. Qué asco. Qué desastre. Qué delirio.

Dicho esto, diré que estoy bastante mejor de mi salud, si bien la tos de orco se niega a ir a anidar a otras comarcas. Qué de pelis voy a ver este fin de semana, y qué bien.

Continúo la crónica de Berlín, pues.

El sábado nos levantamos a una hora razonable y adulta, y pudimos salir a desayunar antes de las 12. Fuimos al Macondo en Boxi. Yo pedí zumo de naranja y no tenían, así que pedí una Fanta. Pero la chica fue tan amable de irse a comprar zumo de naranja para mí y traérmelo con hielo. A veces la gente es amable. Quizá porque era de algún lugar de América del Sur y no de Hannover.

Tras disfrutar de desayuno, zumo, café y varias fikas, nos fuimos a Treptower Park a dar un paseo. Hacía un día precioso y los chickenlagers eran paseados por sus flasheadoras de pollos. Cada poco tiempo yo demandaba parar a tirarnos en la hierba y echar una fika. Y el primer Beer Garden que apareció en nuestro camino también pidió a gritos una jarra fresca. Qué bien sienta la primera jarra fresca de la mañana.


Después de seguir paseando en dirección la noria, llegamos al parque de atracciones abandonado que era nuestro destino. Allí nos subimos a un tren que te daba una vuelta por el recinto. Sólo veíamos árboles y bien podíamos haber estado en las selvas de Ecuador. Planes raros de sábado, mis favoritos. Me acordé mucho de Pachi y el Tibidabo. Y en el tren había un chico clavado a nuestro amigo SHIA LABEOUF.

Bajamos del tren y yo pedí una Becks y Lucha un agua. El día anterior yo había dado un trago a un agua que no me había sentado nada bien, así que supe mantenerme alejada de ese líquido infernal.
Nos hicimos fotos en lo que quedaba de atracciones, y estuvimos girando en las tazas de Alice in Wonderland a ritmo de Bon Jovi. Porque yo todo lo hago a ritmo de Bon Jovi. Y cómo disfruté. Si es que amo los parques de atracciones, voy a tener que ir a más.

Tras marearnos un ratejo, nos fuimos a hacer algo cultural, en honor a mi padre. Fuimos al monumento al soldado soviético, y estropeamos las fotos de boda de una inglesa hortera y su nuevo marido germánico.

Después, comimos pistachos y schoko-bons del Edeka en el parque de al lado de casa, mirando cómo la gente jugaba, bastante mal, al ping pong.
Al llegar a casa Sam tenía hambre, así que yo sugerí ir a comer pizza fuera. Saltamos en el tranvía que te deja en la puerta de Pizza Dach, donde pedimos 4 platos para 3. La gente come mucho, ya os lo he dicho.

Vuelta a casa y convocatoria en Hops & Barley para tomar cervezas caseras calientes y espesas. No son mis favoritas, pero la tercera siempre se bebe gustosamente. El camarero nos trató con cariño hasta que tuvo que pedirnos por decimoquinta vez que nos fuéramos dentro que estaba cerrando la terraza.
En dicha terraza estuvimos sentados al lado de tres personas muy tristes a las que apodamos The Suicide Club. Yo trataba de hacerlos reír desde la distancia, pero estaban ahí, sentados, mirándose entre sí, sin hablar. Pobres.
Dentro no había mucho espacio así que nos fuimos a otro bar llamado Die Tagung. Es un sitio de bellísima decoración y espeso humo de fika. Dentro había un bull dog maravilloso que me quería. Me quería y venía hacia mí a que rascase su morro arrugao, cuando su dueña gorda alemana punki tiró de su correa para impedirlo. Las dueñas de perro alemanas son gordas y punkis, y no te dejan tocar a sus perros, que son obedientes y cariñosos. Me extraña mucho que salgan perros tan fieles y buenos de ballenas maleducadas como esas. Pero eso es lo que hay.
Después de que gente de Extremadura me abrazase y generase mis “WTF” habituales, nos fuimos al White Trash a bailar, asegurándonos esta vez de que sí estaba abierto.

En el White Trash pagamos dos millones por entrar y pedimos unas cervezas. Y nos encontramos a los mods del jueves (que no los mods originales). Les preguntamos qué tal el concierto de Blur. Y aquí es cuando no nos contaron nada en absoluto sobre el concierto, sólo decidieron deleitarnos con la historia de que la noche anterior habían estado con Damon y Alex en el 8mm, enseñándome fotos y todo. Mi indignación no conoció límites. No entiendo por qué me sobrevino esa mala suerte. Podríamos habernos amigao a Alex, y hablar de quesos. Podríamos habernos amigao a Damon, y no tener que ir más a espiarle a Westbourne Grove. Nos pareció tan trágico que Lucha decidió decirle a uno de los mods que podía dispararse con una escopeta en las pelotas. Pobre chaval, no era su culpa que él estuviera en el lugar adecuado en el momento adecuado y nosotras no.
Lo que me consuela es que si hubiese conocido a Damon, el grillo se habría vuelto completamente majara de la envidia provocada, y ahora estaría loca gritando por las montañas como Nell.

En la parte de abajo del club ponían psicodelia y la gente estaba más en el mood de subir arriba a escuchar noventadas, así que allí acudimos. El escenario estaba vacío y la música no era muy alentadora. Hasta que pusieron Dancing with Myself, que nos llevó a saltar y gritar como auténticas cabras. Con este inicio llamamos la atención del Club de los Nerds que sale por primera vez. Y al escenario se subieron una panda de feos mal vestidos que eran para tener su propia película. Con chalecos de punto y camisetas baratas, cantando Offspring a pleno pulmón.

Los chicos nos abandonaron y nosotras deambulamos de un piso a otro, de fuera a dentro, buscando exactamente el punto de diversión adecuado, y siguiendo a “Camiseta negra”.

Fuimos al 8mm a ver qué se cocía. Sabíamos que Damon no iba a estar, de todos modos. FAILURE.

En el camino, Lucha dijo “siempre he querido hacer esto”. “Esto” en principio consistía en lanzar la botella de cerveza vacía y romperla contra el suelo. “Esto” resultó consistir en levantar la botella de cerveza medio llena hacia arriba, empaparse la espalda, el pelo y la falda de cerveza y luego dejar caer, a poco más de dos metros, la botella contra el suelo.

Había que pagar en el 8mm. Ni entramos. Vuelta al White Trash.

Esto es un carro de la compra atado con cinta aislante a un árbol. Berlín.


Nos perseguían unos tipos que Lucha describió como “son más australianos que Melbourne”. Cuando por fin se sentaron en nuestra mesa a charlar, eran australianos. De Melbourne. Yo escondí mi cabeza entre mis manos mientras me reía hasta la muerte. Quisieron entrar a bailar Rage Against The Machine. Tuve que acceder. Y luego tuve que huír.

Nothing good ever happens after 2 AM. Así que, de nuevo, sobre las 4 AM, taxi, más sobrias que unos tertulianos islámicos.

Otra tradición de mis visitas a Alemania, que también me recuerda a Pachi, es que los taxistas te dejen a kilómetro y medio de tu destino. Tú te subes a tu taxi, y le dices la calle a donde vas, y como no seas preciso desde el primer momento, te dejarán a tu suerte en una calle más larga que Broadway. Parece imposible, una vez paran el coche, decirles “No, pero es que voy ahí, que está a cuatro manzanas”. Yo no hablo suficiente alemán como para poder dar tal indicación, pero me comentan que da igual cuánto alemán hables. Así que nada, señor taxista, gracias por dejarme a cuatro manzanas de mi casa, ya si eso voy yo andando después de pagar 13 euros.
Esto me recuerda a Pachi porque él decidió decirle a un taxista en Berlín que si eso nos dejase a mitad de camino, que hacía buena noche, en Halloween de 2010.

El domingo Luch tenía que trabajar. Yo suelo irme de tour, pero el domingo tenía ganas de hacer la marmota. Hice la marmota durante varias horas, hasta que salí a desayunar a las 16:27. Os dije que tenía mucha precisión.
Fui al Szimpla, como es tradición. Yo voy al Szimpla con mi Empire y pido Soya Milsch Kaffees sin parar. Primero lo pido en alemán. Me preguntan en alemán que dónde estoy sentada, y yo contesto en alemán que en la zona de fumadores. Y ahí es cuando me contestan otra cosa y yo me hago pequeña y digo “SORRY?” porque no me he enterao de nada. Realmente nunca es importante esa tercera interacción, y eso lo he aprendido después, y sólo hay que decir “Danke schoen” y marcharte a tu sitio.
Estuve allí, disfrutando de mi Empire y mi café, y luego pedí otro café. La camarera me miró sorprendida “OTRO?!” como si hubiera pedido doce chupitos de Jagermeister. Este fue, curiosamente, el día en que proliferó a muerte la comparecencia de Ana Botella y la relaxing cup of café con leche.



Lucha vino a recogerme. El plan del domingo era tener un día tranquilo y sosegado, así que fuimos a brunchnear por el barrio y luego al cine a Potsdammer Platz. Es tan brutal el recinto de Potsdammer Platz, futurismo capitalista maravilloso.
En el cine decidimos Channear todo el Tatum e ir a ver White House Down. Menudo peliculón, amigos. Tiene todo: chickenlagers, graciosillos, explosiones, comebacks, planos aereos de Washington DC... Menudo disfrute, menudo planazo.

Otra cosa que tiene Alemania es que todo es gigante. La gente no es tan grande como se creen, pero los objetos que manejan definitivamente están diseñados para una raza aria de metro noventa. Champú? Claro, toma un bote de 7 litros para que te dure toda la vida. Pasta de dientes? Claro, toma un tubo que serviría para cepillar la dentadura de un caballo durante 18 meses. Palomitas pequeñas? Claro, toma este recipiente para ver doce pelis seguidas en las próximas 48 horas.

Después del cine queríamos tomar una tranquila cerveza, y probamos varios sitios. Acabamos en el Feuermelder (Follalmendras), donde ya hemos estado varias veces (incluyendo la visita con Chaquetadeabuelah®). Allí, bebíamos y echábamos fikas, y Lucha se durmió en la mesa. Hora de irse a casa.

Y hora de dejar de escribir por hoy.
Hasta luego.


Wednesday, September 11, 2013

Vacaciones germánicas Part I


Mi diversión se ha cobrado mi salud y soy un pobre ser que deambula entre cama y sofá. No he podido sentarme delante del ordenador hasta ahora. Ahora tampoco me encuentro nada bien y lo más probable es que este escrito me lleve días, pero de momento lo voy a intentar.

Es miércoles, 11 de Septiembre de 2013, y aparte de Standing United, es el día en el que empieza oficialmente mi reclusión de otoño. Ayuda lo de haberme pillado la GDLH (Gripe De La Hostia), pero mi plan de enclaustramiento ya estaba en preparación de todas maneras.

Recapitularé para empezar desde el principio la clásica narración de las peripecias que vivo, que por algún motivo encuentro divertido escribir para luego recordar.

Se hace saber que mi última obsesión anda ahora mismo en auge. Tras jugar al Geoguessr, vino una semana de jugar al Candy Crush, y ahora vivo para hacer Check-Ins en foursquare. Te regalan chapitas cada vez que haces el mal más que otros. Es fantástico. Y tiene cierta utilidad, ya que gracias a ello sé exactamente qué he estado haciendo estos días y puedo contarlo con precisión.

No voy a explayarme en los días normales. El martes fuimos a cenar pizza 2x1 al Junction, el miércoles fui a ver About Time al cine y lloré como un perro sucio, etc.

El jueves me fui de vacaciones. Recordaréis eso que dije de que me iba a ir a la playa y a comprarme un vestido de flores. Pues lo hice. Salvo que en vez de irme a Almería me fui a Berlín, y en vez de comprarme un vestido de flores, me compré cigarrillos y alcohol. Esa última línea se la dedico a mis padres, mis lectores más fieles.

Cuando anuncio mi inminente llegada a Berlín, mis anfitriones exclaman con alegría “Viene Pec! Vamos a salir!”. Cuando ya llevo allí unas horas, la cosa cambia a “Ha venido Pec... Vamos... a ... salir...”
Hay que estar preparados para mis visitas.

Me cogí un vuelo maravilloso desde el London Southend Airport. Sabed que Southend no está en Londres, pero está a 58.7 km de mi casa, o 1 hora y 5 minutos en transporte público por £12.60. Heathrow, que sí presume de estar en Londres, está a 34.2 km, o 1 hora y 28 minutos en transporte público, por alrededor de £24. No hay color.
Una vez en Southend, la sala de espera es un césped donde te tumbas a echar fikas, y la puerta de embarque es la 1A, la 1B o la 2. No hay más.
También decir que no me dio tiempo a comprar el billete de tren y esperaba comprarlo a bordo, pero nunca apareció ningún revisor, así que fui gratis. Viva Southend! Vamos a ir al concierto de Suede en Southend-On-Sea, porque... por qué no? Viva Southend!



Tuve unos minutillos de retraso por la niebla de la mañana, así que opté por pedir dos tercios de Becks en el bar. Hay varios motivos para justificar este hecho. El primero es que estoy sola, y si pido dos cervezas parece que las estoy pidiendo para mí y otra persona, y que tengo amigos. El segundo es que pedir uno y luego otro es contraproducente, sobre todo cuando llevas maleta y tienes que rodarla de un lado a otro (salvo que la maleta fuese La Maleta Humana, el enano con patines al que pones toda tu ropa y arrastras por todo el aeropuerto (REÍR) (STEFON) (SNL)).
Otros motivos son que he dejado la Coca Cola, que el agua me sienta mal, que el espresso no entretiene, y, por último, que me gusta la cerveza.

Antes de embarcar, realicé mi clásica compra de M&Ms para llevar y la nueva Empire. En el avión, me leí algunos artículos y luego me sobé como un gato pequeño, excepto por el aspecto adorable.
Decir que paseé a Vonnegut por toda Alemania y no abrí el libro. Clásico también.

Llegué a Berlín sin contratiempos y el sol brillaba en los cielos. Unos hombres me bajaron la maleta del compartimento superior, sólo porque soy medio rubia. Salí a echar una fika antes que nada, porque se me olvida que puedo echar ochocientas fikas en casi todas partes allí. Después de esa fika, fui a sacar dinero, y me hice otra fika para el caminillo que lleva a la estación de S-Bahn.  Como ya he aprendido que la máquina de billetes de tren no acepta billetes de €20, tuve la suerte de obtener billetes de €10 en el cajero. En mi anterior viaje, me fui a la máquina de billetes de tren por el caminillo a la estación de S-Bahn, y luego tuve que volver al aeropuerto por dicho caminillo a comprarme un Kinder Bueno para obtener cambio, y luego volver al caminillo. Aún así, aquella vez tardé menos en salir del aeropuerto que esta vez. Esto se debe a los turistas ingleses, que no saben comprar billetes. No les culpo, yo sólo sé comprar billetes porque ya lo he hecho muchas veces.

Este viaje decidí olvidarme del tema y comprarme un abono semanal. No sale en absoluto rentable, sobre todo si tienes en cuenta que puedes ir sin billete constantemente y las posibilidades de que te lo pidan son bastante bajas y la multa es menor que el precio del billete semanal. Pero yo soy una persona legal y derrochadora, y fui muy feliz con esa libertad. La libertad no es gratis. Freedom ain’t Free. Menudas quotes me marco.

Tras ocho horas y media, o un rato largo, conseguí coger el tren a Ostkreuz. Siendo el churk de mundo que soy, supe caminar hacia casa de Lucha sin que ella me recogiese, y la encontré por el camino. Por suerte era la parte del camino que me sé, porque al llegar al hipopótamo majo de la fuente, realmente no sé seguir. Es fantástico ir por la calle y encontrar a tus seres queridos, sobre todo cuando son seres queridos atractivos, incluso cuando llevan una férula que se parece al Monstruo de las Galletas en su mano derecha. Pienso que si nos observan por la calle la gente pensará “Ese encuentro tiene sentido”.

“Qué quieres hacer?” “Ir a tomar una cerveza!”



Fuimos en busca de una reunión que no existía en el espacio/tiempo que pensábamos, así que fuimos a brunchnear y tomar unas cervezas a The Bird, garitazo. No diré qué comí, eso queda entre el mar y yo. Pero qué bueno estaba.

Después fuimos a una coctelería donde el camarero o camarera era un camarero o camarera, y había viejos jugando a los dardos. Allí tomé un pequeño Gin & Tonic.

Y después de eso nos encontramos con gente en Boxi. Unas horas más tarde congregamos a varias personas, haciéndoles subir a dos taxis, para ir al White Trash. El White Trash estaba cerrado, #fracásibol, así que nos dividimos los que iban a la noche gay del Bassy y los que amamos el 8mm. El 8mm es uno de nuestros bares favoritos. Aparentemente no es desconocido para ciertas personas de fama internacional que deciden ir AL DÍA SIGUIENTE cuando NOSOTRAS NO VAMOS, pero no lleguemos a eso aún...

En el 8mm había un mod y un amigo suyo que no era mod. Igual que la última vez. Hablamos con ellos, pero no eran los mismos mods, porque no sabían cantar canciones de los Backstreet Boys, y no eran del Báltico, y no molaban mucho. Eran ingleses y habían venido a Berlín a ver a Blur, que tocaban al día siguiente en el Berlin Festival 2013. El hecho es que el plan inicial era hacer este viaje para acudir a ese evento, pero me parecía un abuso acudir de nuevo a ver a Blur sin el buen Grillo.

Nothing good ever happens after 2 AM. Salvo que haya karaoke. Así que a las 4 AM decidí que era hora de partir. Alguien decidió que la mejor idea era morrearse con Alpert el taxista turco, y yo por suerte pude impedir que esa idea llegase a realizarse.

La verdad es que podría publicar estas cosas como guías turísticas para gente que no hace turismo. Sólo tienes que levantarte a las 12 de la mañana, salir a desayunar a las 2 de la tarde y después de eso ver el muro de Berlín de la East Side Gallery porque está de camino, que si no...

Fuimos a desayunar muchos manjares para las resacas en el Proviant, con un gran café. Sam se pidió un desayuno para dos, porque él es así.

Allí nos recreamos en la comida y en traducir canciones al español.

Apuesto a que te ves bien en la pista de baile, bailando electropop como un robot de 1984.

Estudió escultura en el colegio San Martín, donde me echó el ojo.

Tú robaste el sol de mi corazón.

Y de You Stole The Sun from my Heart expliqué mi versión, You Stole the keys of my car, y así salió casi una canción entera al respecto de cómo me paró la policía porque tenía roto el cristal del coche porque tú robaste las llaves.

Y así.

Después de eso, paseo por el canal hacia la playa, viendo la exposición de fotos de muros en el muro de Berlín. #cultura

En la playa me contaron una historia que os voy a relatar. Sam se fue a que su tatuador le hiciese otro tatuaje. Cuando llegó al estudio preguntó por Raúl, su tatuador. Le dijeron que Raúl no estaba. Sam preguntó que cuándo iba a volver. Le dijeron que Raúl no iba a volver. Sam preguntó que si estaba en otro estudio. Le dijeron que Raúl estaba muerto.
Raúl había sido encontrado en trozos en dos maletas flotando en el Spree.
Al parecer una pelea de bar con su colega se había ido de las manos y el colega decidió que ya que lo había matado sin querer y había visto suficientes veces Dexter, iba a partirlo en pedacitos y echarlo al río.
El colega no pudo vivir mucho tiempo con eso y se entregó a la policía.
Esa es la historia.

Volviendo a la vida cotidiana... En la playa ponen reggae, y yo lo odio, especialmente por estropear la teoría de Mark Curtis. Sin embargo, cuando llevas tostándote al sol varias horas y tomando varias cervezas, y estás en la playa, el reggae se convierte en la banda sonora oficial y te hace sentir como si te hubieras fumado varios zebros, a pesar de que como sabéis yo no fumo zebros.
En este estado head-bobber vas viendo pasar a la gente. Por la arena sólo se puede andar a ritmo de reggae, a no ser que corras. Y pasó uno corriendo, y era exactamente el comienzo de los Vigilantes de la Playa. Cantamos su canción, y reímos de Mitch Buchanan.



Tras eso, la gente tenía hambre. Los humanos y la alimentación, ya sabéis. Así que fuimos a ese vietnamita/indochino/thai o lo que sea que ya conocemos. Yo pedí unos rollitos muy afables y una cerveza. Lo pasamos bien, jugando a juegos, y planeando planazos para hacer después.
Y después no hicimos nada, sólo ver fotos de Thor y a Stefon en youtube. Es un planazo ver a Stefon, pero mañana os cuento por qué fue todo un error garrafal. Ahora mi salud ha empeorado considerablemente gracias a mirar el ordenador y echarme unas fikas. Apenas había echado fikas para mantener a raya a Satán, que habita en mi pecho, pero escribiendo se me van de las manos.

Voy a ver Ratatouille.



Tuesday, September 3, 2013

With a Rebel Yell


No tengo tiempo material para narrar las cosas como me gustaría, así que voy a dejar constancia de algunos hechos y pensamientos inconexos sin más.

El jueves pasado fui a Manchester. Ida y vuelta en el día, gracias. En el tren, me ofrecieron comida. No sabría definir el material o los ingredientes de los que estaban hechas esas galletas. Seguí dando mordiscos intentando averiguar las posibles sensaciones que me evocaban.
Mientras rastreaba paluegos en mis muelas, podía distinguir el sabor de lo que yo habría pensado que era un papel quemado. Respecto a la textura, era como comer unas cáscaras secas de cacahuetes, hechas una pasta, prensadas y con un ligero toque de moho.
En ese puzzlement, me comí las dos galletas. Y un queso.

En casa vi Star Trek into Darkness otra vez, y no entiendo por qué han pasado cuatro días ya y no la he visto una tercera vez.

El viernes me negué a salir y quedar con gente, así que sólo me tomé cuatro cervezas y quedé con tres grupos distintos de personas. Qué le voy a hacer si he nacido bajo un mal signo. Pero es que tienes Travelcard y la oportunidad de ver amiguitos, y cuando te pilla de paso es complicado decir que no. Sobre todo si la tercera facción está en tu salón y tú estás en pijama en tu habitación y sólo tienes que bajar las escaleras para bailar Crazy In Love.

También he estado viendo más pelis buenas, buenas. Mean Girls y The Hot Chick, double feature que surgió del hecho de que ni Grillo ni yo recordásemos el título original de Este Cuerpo No Es El Mío y tuviésemos que pasar dos horas y cuarto tratando de averiguarlo sin Google. Alguien se rindió, no diré quién por no humillar a nadie.

El sábado fue el gran día del chili tequila y el karaoke, con un stopover en Chez TatoCroix. Creo que nada me hace más feliz que el karaoke. Clarex me hacen muy felices, pero mucho más con karaoke. Grito como una hiena salvaje que acaba de ser puesta en libertad después de un cautiverio cruel, pero disfruto tanto! Como la hiena, supongo.

Alex y yo nos marcamos No Church In The Wild. Como no tenemos material audiovisual al respecto sólo puedo creer que lo hicimos de putísima madre, que ni Kanye y Jay Z.

Yo traté de optimizarlo todo lo máximo posible, pero ciertamente tuvimos unos cuantos contratiempos. Pagamos £3 por entrar a un club, mear e irnos. Optimización de recursos. La verdad es que era un antro y si cuesta £3 salir de ahí, es posible que lo pagues sin arrepentimientos.

Luego nos comimos los pistachos pelados de Eva y me sentí muy culpable a la mañana siguiente. Fui a buscar más y no encontré pistachos pelaos, así que estuve pelando pistachos durante 45 minutos y guardándolos en una bolsa.

También cuidé de Cheech este fin de semana. Estuvimos jugando a “mírame mientras me arrastro por la moqueta” y “deja ya de mirarme y dame de comer”.

El domingo, salí otra vez tras dormir a intervalos y levantarme finalmente a las 4 de la tarde. A la vuelta de Camden quería un helado y ya estaban todos los Off Licence cerrados.

El lunes a las 7 de la mañana me comí un Cornetto. Buen desayuno, y bien anhelado. ANHELADO! No lo hice a propósito.

Desayuno de helado y cena de palomitas. Fuimos a ver The Way, Way Back y me gustó mucho. Allison Janney es mi Dios personal.

Previamente al cine, conseguí limpiar toda la casa en 25 minutos, a toda hostia. Cuando terminé y subí las escaleras para echarme la bien merecida fika, eché en falta una persona dándome una botella de agua y un ramo de flores por lo que es sin duda un récord en la historia de la limpieza del hogar.

En Bank sigue habiendo un cartel anunciando el concierto de los Killers del 30 de Junio de 2013. Cada vez que lo veo pienso que no me gustan los Killers y que odio a Brandon Flowers. Luego pienso “Pec Flowers” “Señora de Flowers” “Pec Alvarado-Flowers” “Mrs Flowers” “Mrs Brandon Flowers” “Do you, Pec, take Brandon Flowers as your lawfully wedded husband”...

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Hasta luego.