Wednesday, August 20, 2014

Aquí, Parte I.




Madrid, 20 de Agosto de 2014. 5:12 AM. Un mosquito me desafía y persigue con su incesante zumbido terrorífico. Supongo que podría ser peor, podría ser una horda de cucarachas o ratas radioactivas, dado el estado de suciedad y putrefacción de las calles de la ciudad. Pero no puedo seguir durmiendo, así que he decidido levantarme y hacerme un café. Probablemente aún así llegue tarde a trabajar.

Llevo cincuenta y tres días viviendo en Madrid, treinta y dos de los cuales he ido a la oficina.
En este tiempo habré perdido alrededor de tres horas y cuarto esperando al Metro, unos trescientos euros en comer repugnantes menús del día y un treinta por ciento de mi tolerancia al prójimo.
Probablemente he ganado en mis niveles de vitamina D y en el valor nutritivo que sea que aporte la Mahou.

El Grillo me trata bien, es un buen sirviente. Me hace cafés y zumos, y me prepara frutos frescos para poder afrontar mis días junto a la M-40 bajo un asfixiante sol perpetuo y seco.

Echo de menos poder llevar ropa cuando salgo a la calle, y comprar cafés para llevar. Echo de menos mi cine a cuatro libras, y mi pizza a seis cincuenta.
Echo de menos el césped y a los chickenlagers que se tumban en él.
Y sobre todo, echo de menos a Piticli.

Al menos aquí hay grifos monomando de los que sale agua sin cal a temperatura regulable, y no muy lejos, un Puncho y un Chenny.

Hemos salido, y mucho, a pesar de la perceptible falta de amigos. Lo pasamos bien, el Grillo y yo, sorteando bolardos y cubos de basura rebosantes en busca del próximo Gran Bar. Vamos a terrazas y vemos perros, echamos fikas y miramos con anhelo las cestas de pan que los turistas no se comen. En serio, comeos el pan, o tendré que comérmelo yo. He pensado que podríamos hacerles creer a los extranjeros que es una costumbre española compartir las cestas de pan, e ir mesa a mesa "perdona, ¿has terminado con el pan?" como cuando pides la aceitera en los desayunos.

Por las noches, sorteamos relaciones públicas de la calle Huertas que nos ofrecen mojitos y "cachimbas". La opción "no, gracias, nos vamos a casa :)" es aceptable en Huertas 1. Cuando vas por el número 14 y lo has dicho N veces, sólo hay tres opciones:

Opción A - Caminar por separado y ponerte los cascos
Opción B - Llevar tus propios flyers de un bar ficticio (Trect®)
Opción C - Iniciar una desagradable pelea verbal ficticia con tu acompañante

Mi opción preferida es la C. La primera vez que la utilicé, el Grillo no sabía por qué de repente estaba tan enfadada con ella. Desafortunadamente, en el barrio probablemente ya se conozcan nuestro truquito, ya que nuestras discusiones han pasado de "sin definir" a "bajé la basura a casa de tu tía", y solemos carcajear una vez pasado el peligro.

Me quejo de Madrid, porque soy de aquí y puedo. Aquí tengo tanto calor que me sale vapor de la cabeza. Pero sería mucho peor estar en Estocolmo.
Una vez estuve en Estocolmo.
Brr.

Mis vacaciones en Estocolmo. Me fui siete días y al tercero cogí un avión para huir de allí. Suecia, el lugar donde la diversión está mal vista.

Por suerte en sólo treinta y siete días espero resarcirme con mis próximas vacaciones. Sí, amigos, vamos a los Estados Unidos de América, y no puede ser más emocionante. Bueno, sí, podríamos irnos a QUEDARNOS, pero bueno, algo es algo. Menuda expresión, "algo es algo", qué calidad léxica.

Son las 6:58 AM y voy a llegar igual de tarde que siempre. Adiós.