Wednesday, September 11, 2013

Vacaciones germánicas Part I


Mi diversión se ha cobrado mi salud y soy un pobre ser que deambula entre cama y sofá. No he podido sentarme delante del ordenador hasta ahora. Ahora tampoco me encuentro nada bien y lo más probable es que este escrito me lleve días, pero de momento lo voy a intentar.

Es miércoles, 11 de Septiembre de 2013, y aparte de Standing United, es el día en el que empieza oficialmente mi reclusión de otoño. Ayuda lo de haberme pillado la GDLH (Gripe De La Hostia), pero mi plan de enclaustramiento ya estaba en preparación de todas maneras.

Recapitularé para empezar desde el principio la clásica narración de las peripecias que vivo, que por algún motivo encuentro divertido escribir para luego recordar.

Se hace saber que mi última obsesión anda ahora mismo en auge. Tras jugar al Geoguessr, vino una semana de jugar al Candy Crush, y ahora vivo para hacer Check-Ins en foursquare. Te regalan chapitas cada vez que haces el mal más que otros. Es fantástico. Y tiene cierta utilidad, ya que gracias a ello sé exactamente qué he estado haciendo estos días y puedo contarlo con precisión.

No voy a explayarme en los días normales. El martes fuimos a cenar pizza 2x1 al Junction, el miércoles fui a ver About Time al cine y lloré como un perro sucio, etc.

El jueves me fui de vacaciones. Recordaréis eso que dije de que me iba a ir a la playa y a comprarme un vestido de flores. Pues lo hice. Salvo que en vez de irme a Almería me fui a Berlín, y en vez de comprarme un vestido de flores, me compré cigarrillos y alcohol. Esa última línea se la dedico a mis padres, mis lectores más fieles.

Cuando anuncio mi inminente llegada a Berlín, mis anfitriones exclaman con alegría “Viene Pec! Vamos a salir!”. Cuando ya llevo allí unas horas, la cosa cambia a “Ha venido Pec... Vamos... a ... salir...”
Hay que estar preparados para mis visitas.

Me cogí un vuelo maravilloso desde el London Southend Airport. Sabed que Southend no está en Londres, pero está a 58.7 km de mi casa, o 1 hora y 5 minutos en transporte público por £12.60. Heathrow, que sí presume de estar en Londres, está a 34.2 km, o 1 hora y 28 minutos en transporte público, por alrededor de £24. No hay color.
Una vez en Southend, la sala de espera es un césped donde te tumbas a echar fikas, y la puerta de embarque es la 1A, la 1B o la 2. No hay más.
También decir que no me dio tiempo a comprar el billete de tren y esperaba comprarlo a bordo, pero nunca apareció ningún revisor, así que fui gratis. Viva Southend! Vamos a ir al concierto de Suede en Southend-On-Sea, porque... por qué no? Viva Southend!



Tuve unos minutillos de retraso por la niebla de la mañana, así que opté por pedir dos tercios de Becks en el bar. Hay varios motivos para justificar este hecho. El primero es que estoy sola, y si pido dos cervezas parece que las estoy pidiendo para mí y otra persona, y que tengo amigos. El segundo es que pedir uno y luego otro es contraproducente, sobre todo cuando llevas maleta y tienes que rodarla de un lado a otro (salvo que la maleta fuese La Maleta Humana, el enano con patines al que pones toda tu ropa y arrastras por todo el aeropuerto (REÍR) (STEFON) (SNL)).
Otros motivos son que he dejado la Coca Cola, que el agua me sienta mal, que el espresso no entretiene, y, por último, que me gusta la cerveza.

Antes de embarcar, realicé mi clásica compra de M&Ms para llevar y la nueva Empire. En el avión, me leí algunos artículos y luego me sobé como un gato pequeño, excepto por el aspecto adorable.
Decir que paseé a Vonnegut por toda Alemania y no abrí el libro. Clásico también.

Llegué a Berlín sin contratiempos y el sol brillaba en los cielos. Unos hombres me bajaron la maleta del compartimento superior, sólo porque soy medio rubia. Salí a echar una fika antes que nada, porque se me olvida que puedo echar ochocientas fikas en casi todas partes allí. Después de esa fika, fui a sacar dinero, y me hice otra fika para el caminillo que lleva a la estación de S-Bahn.  Como ya he aprendido que la máquina de billetes de tren no acepta billetes de €20, tuve la suerte de obtener billetes de €10 en el cajero. En mi anterior viaje, me fui a la máquina de billetes de tren por el caminillo a la estación de S-Bahn, y luego tuve que volver al aeropuerto por dicho caminillo a comprarme un Kinder Bueno para obtener cambio, y luego volver al caminillo. Aún así, aquella vez tardé menos en salir del aeropuerto que esta vez. Esto se debe a los turistas ingleses, que no saben comprar billetes. No les culpo, yo sólo sé comprar billetes porque ya lo he hecho muchas veces.

Este viaje decidí olvidarme del tema y comprarme un abono semanal. No sale en absoluto rentable, sobre todo si tienes en cuenta que puedes ir sin billete constantemente y las posibilidades de que te lo pidan son bastante bajas y la multa es menor que el precio del billete semanal. Pero yo soy una persona legal y derrochadora, y fui muy feliz con esa libertad. La libertad no es gratis. Freedom ain’t Free. Menudas quotes me marco.

Tras ocho horas y media, o un rato largo, conseguí coger el tren a Ostkreuz. Siendo el churk de mundo que soy, supe caminar hacia casa de Lucha sin que ella me recogiese, y la encontré por el camino. Por suerte era la parte del camino que me sé, porque al llegar al hipopótamo majo de la fuente, realmente no sé seguir. Es fantástico ir por la calle y encontrar a tus seres queridos, sobre todo cuando son seres queridos atractivos, incluso cuando llevan una férula que se parece al Monstruo de las Galletas en su mano derecha. Pienso que si nos observan por la calle la gente pensará “Ese encuentro tiene sentido”.

“Qué quieres hacer?” “Ir a tomar una cerveza!”



Fuimos en busca de una reunión que no existía en el espacio/tiempo que pensábamos, así que fuimos a brunchnear y tomar unas cervezas a The Bird, garitazo. No diré qué comí, eso queda entre el mar y yo. Pero qué bueno estaba.

Después fuimos a una coctelería donde el camarero o camarera era un camarero o camarera, y había viejos jugando a los dardos. Allí tomé un pequeño Gin & Tonic.

Y después de eso nos encontramos con gente en Boxi. Unas horas más tarde congregamos a varias personas, haciéndoles subir a dos taxis, para ir al White Trash. El White Trash estaba cerrado, #fracásibol, así que nos dividimos los que iban a la noche gay del Bassy y los que amamos el 8mm. El 8mm es uno de nuestros bares favoritos. Aparentemente no es desconocido para ciertas personas de fama internacional que deciden ir AL DÍA SIGUIENTE cuando NOSOTRAS NO VAMOS, pero no lleguemos a eso aún...

En el 8mm había un mod y un amigo suyo que no era mod. Igual que la última vez. Hablamos con ellos, pero no eran los mismos mods, porque no sabían cantar canciones de los Backstreet Boys, y no eran del Báltico, y no molaban mucho. Eran ingleses y habían venido a Berlín a ver a Blur, que tocaban al día siguiente en el Berlin Festival 2013. El hecho es que el plan inicial era hacer este viaje para acudir a ese evento, pero me parecía un abuso acudir de nuevo a ver a Blur sin el buen Grillo.

Nothing good ever happens after 2 AM. Salvo que haya karaoke. Así que a las 4 AM decidí que era hora de partir. Alguien decidió que la mejor idea era morrearse con Alpert el taxista turco, y yo por suerte pude impedir que esa idea llegase a realizarse.

La verdad es que podría publicar estas cosas como guías turísticas para gente que no hace turismo. Sólo tienes que levantarte a las 12 de la mañana, salir a desayunar a las 2 de la tarde y después de eso ver el muro de Berlín de la East Side Gallery porque está de camino, que si no...

Fuimos a desayunar muchos manjares para las resacas en el Proviant, con un gran café. Sam se pidió un desayuno para dos, porque él es así.

Allí nos recreamos en la comida y en traducir canciones al español.

Apuesto a que te ves bien en la pista de baile, bailando electropop como un robot de 1984.

Estudió escultura en el colegio San Martín, donde me echó el ojo.

Tú robaste el sol de mi corazón.

Y de You Stole The Sun from my Heart expliqué mi versión, You Stole the keys of my car, y así salió casi una canción entera al respecto de cómo me paró la policía porque tenía roto el cristal del coche porque tú robaste las llaves.

Y así.

Después de eso, paseo por el canal hacia la playa, viendo la exposición de fotos de muros en el muro de Berlín. #cultura

En la playa me contaron una historia que os voy a relatar. Sam se fue a que su tatuador le hiciese otro tatuaje. Cuando llegó al estudio preguntó por Raúl, su tatuador. Le dijeron que Raúl no estaba. Sam preguntó que cuándo iba a volver. Le dijeron que Raúl no iba a volver. Sam preguntó que si estaba en otro estudio. Le dijeron que Raúl estaba muerto.
Raúl había sido encontrado en trozos en dos maletas flotando en el Spree.
Al parecer una pelea de bar con su colega se había ido de las manos y el colega decidió que ya que lo había matado sin querer y había visto suficientes veces Dexter, iba a partirlo en pedacitos y echarlo al río.
El colega no pudo vivir mucho tiempo con eso y se entregó a la policía.
Esa es la historia.

Volviendo a la vida cotidiana... En la playa ponen reggae, y yo lo odio, especialmente por estropear la teoría de Mark Curtis. Sin embargo, cuando llevas tostándote al sol varias horas y tomando varias cervezas, y estás en la playa, el reggae se convierte en la banda sonora oficial y te hace sentir como si te hubieras fumado varios zebros, a pesar de que como sabéis yo no fumo zebros.
En este estado head-bobber vas viendo pasar a la gente. Por la arena sólo se puede andar a ritmo de reggae, a no ser que corras. Y pasó uno corriendo, y era exactamente el comienzo de los Vigilantes de la Playa. Cantamos su canción, y reímos de Mitch Buchanan.



Tras eso, la gente tenía hambre. Los humanos y la alimentación, ya sabéis. Así que fuimos a ese vietnamita/indochino/thai o lo que sea que ya conocemos. Yo pedí unos rollitos muy afables y una cerveza. Lo pasamos bien, jugando a juegos, y planeando planazos para hacer después.
Y después no hicimos nada, sólo ver fotos de Thor y a Stefon en youtube. Es un planazo ver a Stefon, pero mañana os cuento por qué fue todo un error garrafal. Ahora mi salud ha empeorado considerablemente gracias a mirar el ordenador y echarme unas fikas. Apenas había echado fikas para mantener a raya a Satán, que habita en mi pecho, pero escribiendo se me van de las manos.

Voy a ver Ratatouille.



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