Monday, September 16, 2013

Vacaciones germánicas part III and The End


El sábado me aventuré a salir a la calle después de tantos días recluída y enferma. El resultado fue jugar a catch-up con todo lo que no me había bebido en cuatro días, lo que dio lugar a una de mis actuaciones estelares.
Fuimos en un autobús y yo iba hablando con Sarah. Nos bajamos del autobús y caminamos hacia Dalston Yard, mientras yo seguía hablando con Sarah por la calle. Ryan nos alcanzó desde atrás y me miró con cara de incredulidad, y después volvió hacia atrás. Yo seguí hablando con Sarah hasta que de repente dijo "bueno, yo me voy por aquí". Y yo "pero qué dices, cómo que te vas?". Y sí, se iba. Se iba a su casa. Se iba a su casa porque no era Sarah, era una completa extraña con la que yo había decidido conversar como si nada durante los anteriores 10 minutos. Por eso Ryan me miró con incredulidad, por eso nadie entendía qué estaba haciendo ni quién era esa persona.
Esto demuestra mi atractivo social, demuestra cómo soy capaz de entablar una conversación con cualquier extraño por la calle y que no me digan "oye, puedes no hablarme? no te conozco".
Y así.

Dicho esto, continúo donde me quedé en Berlín...

Lunes, 9 de Septiembre. Mi última noche en Berlín. Llovía, como siempre debido a la tristeza de mi partida. Era un día desapacible (palabra de madre), pero a mí eso no me para.

Cogí el tranvía y el S-Bahn para encontrarme con Lucha en Kreuzberg. En el S-Bahn estuve analizando al personal, preguntándome quiénes eran turistas, quiénes eran residentes, quiénes eran alemanes y quiénes no. Iba pensando en que yo no parezco alemana, entre otras cosas porque soy muy bajita. Inciso: por qué diremos "bajita" y no "baja"? Es "baja" despectivo? Yo soy baja. And proud of it.
Bueno, eso. Iba mirando al personal. Analicé a una chica que tenía enfrente. Muy mal vestida con sus kickers, muy alta. Claramente residente en Berlín. Para mí, tenía bastantes posibilidades de ser alemana. Justo cuando había decidido que lo era, le sonó el teléfono. Yo iba escuchando música y no oía exactamente qué decía, pero sí oí claramente en un perfecto acento de Alcobendas "Rajoy... Relaxing cup of café con leche". Menudo trending, madre del amor hermoso.

Me encontré con Lucha en una panadería turca, y como no tenían leche de soja, cambiamos de garito para ir a desayunar. Fuimos a la Croissanterie, que es como un Dios de los croissants donde ponen Johnny Cash en bucle, acuden perros geniales que te quieren (aunque tengan dueñas punkis gordas) y hay barajas de cartas. Había 5 barajas de cartas, todas incompletas, y además ni siquiera fui capaz de recordar cómo se jugaba al solitario. Me tomé un croissant, un zumo de naranja natural recién exprimido que me hizo llorar de alegría, y un tazón de café con soyamilsch bien alemán, bien gigante.

Estuvimos allí durante varias horas y vino Reynolds y nos reímos un rato siendo claramente personajes de "He's Just Not That Into You".
Después de eso fuimos a un sucio kebato con sillas de colores fosforitos. Allí ellas comieron cosas pero yo opté por solamente tomarme una cerveza.

Nos fuimos a casa en el autobús. En dicho autobús recibí una llamada telefónica de Viveka. Es extraño que yo reciba llamadas telefónicas, sobre todo porque estaba en el extranjero. Esto sólo podía significar una cosa, y una cosa muy buena.
La semana anterior la había pasado pidiendo a todos mis amigos que poseen un móvil inglés que entrasen en el sorteo de entradas para ver a los Manics el martes en el 100 Club. En total debí de pedírselo a 20 personas, y estaba bastante confiada de que iba a ganar, porque, en fin, 20 personas, tenía que ganar por lo menos 6 entradas. Esta era LA LLAMADA. Viveka había ganado. Viveka había ganado y yo iba a poder ver a los Manics. Los gritos en el autobús "EN SERIO TÍA?!" hacían que me mirasen todos los germanos y  turcos, pero no me importaba. Menudo HIGH. Amé al mundo, amé la vida, amé a Viveka por encima de todas las personas y cosas. Finalmente había sido la única que ganó. Gracias a todos desde aquí, os amo.

 Al llegar a casa me fui a por hamburguesa vegana con bacon vegano y queso vegano al Yoyo. Porque yo no puedo estar en Berlín y no ir al Yoyo. Menudas patatas fritas deliciosas que tienen los amigos.
Me comí eso hablando con mis familiares por FaceTime para darle buena envidia al grillo.
Después me eché una siestecilla.
Fuimos al Primitiv a tomar unas jarras frescas. Porque yo no puedo estar en Berlín y no ir al Primitiv.
Con el reto de visitar pubs no estoy acostumbrada a tomarme cuatro rondas en el mismo garito, pero siempre es un placer estar en el Primitiv observando al camarero, aka "Leyendas de Pasión". Convencimos a Javi para que se viniese, ya que era mi última noche, y era menester ir al Monster Ichiban Karaoke. Porque yo no puedo estar en Berlín y no ir al Monster Ichiban Karaoke.

En el karaoke era la noche en la cual no se pueden reservar cabinas, y tienes todo el derecho a meterte en la cabina de cualquiera y cantar con ellos.
Primero nos metimos en una donde ponían los Strokes, y nos los cantamos un poco. Pero eran una gente un poco acelga y nos fuimos a otra cabina donde había dos tipos. Cantamos un par de temas con ellos y luego pusimos Motorcycle Emptiness. Y mientras gritábamos (vale, mientras yo gritaba), los tipos decidieron que se iban. Nos hicimos con la cabina gracias a mis berridos, y ahí estuvimos toda la noche cantando FATAL.
En un momento dado yo salí a la sala principal donde había mucha gente cantando cosas, y alguien había pedido Dear Prudence de Siouxsie y no se presentó a cantarla. Entonces como yo estaba tímidamente cantando en bajito, me pidieron que me la cantase. Ahí, delante de todo el mundo. Mi lanzamiento al estrellato. Por suerte es una canción muy fácil en la que no hay que gritar y pienso que me salió bastante bien. Esto es, que nadie huyó tapándose los oídos o aprovechó para ir al baño o a la barra. De aquí a la fama, amigos.

Las cabinas tienen paredes de cristal y puedes ver, que no oír, las actuaciones estelares de los vecinos. Teníamos al lado a unos tipos, australianos como todos, que parecían estar pasándolo bien y haciendo un buen show. Otro inciso: Queda alguien en Australia? Porque están todos aquí, macho.
Eran las 5 de la mañana y técnicamente en Berlín los bares no cierran hasta que la gente se va, pero los camareros quieren irse a dormir y te quieren matar. El encargado venía "os dejo esta canción y ya" cada poco tiempo, hasta que nos desenchufó el teclado para que no pudiésemos buscar más canciones. Así que nos fuimos corriendo a refugiarnos a la última cabina que quedaba activa, que era la de los vecinos australianos. El frontman era un auténtico pro, y  si se dedica a eso tendrá un brillante futuro. Pero el encargado también quería echarnos de esa cabina y también nos desenchufó el teclado allí tras dos o tres canciones. Pero no nos desenchufó el micrófono, y no sabía que otro de los ocupantes de la cabina era el próximo Eminem. Se marcó un freestyle improvisando que se me cayó la mandíbula, mientras el frontman pro le hacía la caja de ritmos. Increíble.

A veces sí pasa algo bueno después de las 2 AM.

Nos despedimos de Javi con una sola cosa en mente siendo las 6 de la mañana. PIZZA. No encontramos pizza pero encontramos desayuno, algo es algo. Y después nos fuimos a dormir.

El martes yo tenía que marcharme del país en un avión. Por supuesto todo tenía que salir a pedir de boca para que yo pudiese llegar a tiempo al concierto de los Manics.
Nos tomamos un último desayuno en un restaurante alemán del barrio, y pagamos a la chica con todas las monedas que poseíamos.

Es una tragedia despedirse de Lucha y de Berlín, pero es un momento en el que te das cuenta de que por fin vas a poder reencauzar tu vida y dejar de salir, y volver a una rutina calmada y otoñal.

Me fui al tren sin contratiempos, y me encontré con Nariz Pequeña, el tipo al que estuvimos analizando la noche anterior en el Primitiv, mientras él había estado tratando sin éxito de tirar la caña a una pobre incauta con la que estaba.

En el aeropuerto todo salió bien. En tres años no han cambiado la campaña de Die Zietung que me pone histérica porque es un montaje con altos dignatarios como si fueran bebés. Y el bebé Ratzinger me pone los pelos de punta, y ahí sigue, acechando en el pasillo que conduce a mi puerta de embarque.

En el avión ni siquiera me molesté en sacar a pasear a Vonnegut. Me eché a dormir a pierna suelta. Llegué en menos de lo que estoy tardando ahora mismo en ir a trabajar.

En cuanto puse un pie en Inglaterra, a la hora prevista, noté cómo el espíritu del orco maligno se adueñaba de mi pecho y un estado semifebril se hacía conmigo. Elegí ignorarlo por completo, ya que en dos horas tenía que estar en la puerta del 100 Club.

Cogí el tren después de echar dos fikas, llegué a casa a la hora prevista de nuevo. 18:20. Dejé la maleta, cogí mi chapa de Generation Terrorists y mi pañuelo de leopardo para ir de Manic de la vida y volví a salir por la puerta.

Bobby me esperaba en el 100 Club. Bobby tiene más suerte que yo, si cabe, porque no hace los esfuerzos de pedir entradas a todos sus amigos y sin embargo consigue que yo le lleve a ver a los Manics.

Entramos, con mi flamante identidad de Viveka, y me coloqué frente al micrófono de Nicky Wire férreamente.

Menudo concierto. Menuda incredibilidad. Si bien Nicky estaba un poco serio, creo que porque Gales estaba perdiendo a alguno de esos deportes de los que él gusta, fue una experiencia increíble. Una de las mejores de la historia del Churk. Lástima que el grillo no estuviese allí para compartirla.
Me hicieron muchos vídeos porque, como siempre, era la flipada loca que saltaba y cantaba y bangeaba su cabeza. Saldrán a la luz y me humillaré. Pero habrá merecido la pena.

Igual que mereció la pena, después de sudar y gritar, salir bajo la lluvia y tomar una última pinta con Bobo para celebrar la vida, y después caer completamente fulminada por la gripe otoñal.

Lo haría todo una y cien veces más.


Este es el final del relato, el final del verano, el final de unos meses maravillosos. Ahora hace frío y llueve, y tengo mucho trabajo que hacer. Espero que cuando termine mi proyecto y venga el grillo comience un otoño bastante mítico. Tengo varios planes. No os preocupéis, saldrá algo digno de narrar.

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