Wednesday, August 21, 2013

Fracásibol (III)

Hay cosas que no debería hacer públicas porque me dejan a la altura de un pequeño insecto que se cruza en tu camino en la carretera que cruza el Heath. Pero si no relatase todas las veces que fracaso miserablemente en la vida, probablemente no tendría nada que contar.

Los últimos ejemplos han tenido lugar en un intervalo de pocas horas.

El primero es que ayer compré dos entradas gratis para ir a ver Kick-Ass 2. Compré dos porque iba a ir con otra persona, no porque tuviera la esperanza de ir con otra persona. Mi acompañante no pudo ir, así que le ofrecí venir a todas las personas que conozco en la ciudad zonas 1 a 3. Esto es: Nacho, Adri, Txema, Auro, una chica que acababa de conocer hacía 10 minutos llamada Alba, Aurore, Cedric, Pablo, Ryan, Vir, Julia y un tipo que me encontré en la parada del autobús. NADIE vino. GRATIS. NADIE. Así que me compré una cerveza y unas palomitas, y cené eso y de postre la entrada extra. La peli me gustó mucho, especialmente porque soy una vieja verde.

No me importa ir al cine sola, pues es algo que hago semanalmente. Simplemente os lo digo para que veáis cómo sois.

Esta mañana me he levantado tempranito y he decidido, como es habitual, perder el primer tren. Perder el primer tren me permite darme un paseo desde Liverpool Street hasta Bank, entre ejecutivos y banqueros, sintiéndome la mujer de rojo de Matrix, que destaca por su belleza y estilo en un mundo de trajes grises y corbatas anchas.
Cojo mi café en el Costa® de fuera, que pasa desapercibido y está vacío, mientras la gente hace cola en el de dentro de la estación durante 8 minutos. Echo mi fika que tengo guardada encima de mi oreja y tomo mi café mientras camino al ritmo de alguna trepidante melodía. Hoy fueron los Strokes. Los Strokes se ven interrumpidos por el incesante TIRURI del Whatsapp con el que me deleitáis todas las mañanas cuando no quiero puedo contestar.
Cuando llego al tren de las 8:42 holgadamente me siento, deposito todos mis bártulos a mi alrededor y saco mi teléfono dispuesta a contestar Whatsapps, como la gente corriente. Por supuesto este es el momento en el que todo el mundo decide no contestarme a nada, así que lo dejo y saco mi libro.
Hoy estaba enfrascada en mi lectura, con mi café, en mi Quiet Zone, con las piernas estirás, mientras el sol de la mañana me daba calorcito. Qué trayecto tan agradable. Tan agradable ha sido, amigos, que he llegado a Weybridge y ha sonado el pitido de cuando se cierran las puertas para que el tren SE VAYA de la estación. Me he levantado corriendo y he intentado abrir la puerta; he implorado a gritos al revisor que me la abriese. Me ha dicho que no tenía el control.
Y así es como me he ido a WOKING a echar la mañana. Para que os hagáis una idea, esto es como si estás en el AVE a Segovia y te pasas de parada y te vas a Valladolid.
Y en este intervalo de alteración y estrés es cuando volvéis a tener actividad en el Whatsapp y me escribís mientras busco confusa el andén que me lleva de vuelta, rogando al Señor que no aparezca un revisor y me multe £20 por mi mera estupidez.
Por suerte, sólo he tenido que esperar 15 minutos al tren que volvía a Weybridge. Tras diez minutos en tensión, he conseguido llegar, sin pagar extra, a mi destino. Y luego he caminado hasta la oficina. En total sólo he perdido 50 minutos de trabajo que nunca recuperaré. No es para tanto.
Por supuesto el camino a la oficina vuelve a poner el Whatsapp on fire y escribo mientras me doy en la cara con los ramajes. Lo de siempre.


Acaba de llegar un e-mail diciendo que hoy no hay comida en Weybridge. El destino no quiere que venga a esta oficina, y creo que lo estoy desafiando.

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