Tuesday, April 10, 2012

Tokyo Monday, o Day 8



Lunes, 26 de Marzo de 2012

Hoy madrugamos, era el último día en Tokyo. Yo me preparé un sandwich de queso anticipando problemas alimentarios y no queriendo molestar a nadie con mis requisitos especiales vegetarianos-anti-comida-asquerosa-sólo-como-cosas-amarillas.

Siempre que salíamos del Tsukuba Express había que cambiar de línea y se salía brevemente a la calle antes de meterse en un túnel. Pesádibol siempre miraba la calle con anhelo porque quería salir a echar una fika. Esta vez la dejamos ir y de paso compramos unos fílteros en un lugar de cigarrillos que había justo ahí en la puerta. Echamos nuestras fikas y volvimos al metro.
Nos bajamos en Takebashi para ir al museo de arte moderno a ver una exposición de Pollock. Hacemos cosas culturetas también, eh, que no sólo de biru y fikas vive el churk. Primero nos metimos en un edificio a comprar un Starbucks, sacar dinero y ver una exposición de caligrafía. Hacía frío y yo me puse mi mascarilla japo. Es un poco rollo porque no se pueden echar fikas pero tu propia respiración te mantiene muy calentito.

Estuvimos en el museo y pagamos dos millones y medio por entrar. La GRAN RETROSPECTIVA de Pollock no era tal, pero bueno, fue entretenido. La réplica de su suelo molaba. Yo como siempre estuve esperando sentada en un banquito.
Nos dejaban entrar también a la exposición general y había algunas cosas que molaban como un cuadro de Braque que siempre me gustó. Y un dragón rarísimo con un Buddha encima muy MGMTiano.
Después de eso fuimos a echar otra fika y nos dirigimos por el paseo Imperial de la casa del Emperador hacia la gran estatua de Godzilla en Tokyo! Yo tenía que ir a ver eso. Godzilla! Por el camino Carmelita y Aitanita no se estaban llevando muy bien. Hacía frío y era un camino largo. Pero vimos un parque guay y subimos a una roca y yo me comí mi sandwich de queso. El queso era especial gourmet García Baquero comprado en el Tsukuba Center por cien o doscientos euros, y lo disfruté mucho.

La estatua de Godzilla!!! Es más o menos la mitad que yo. A lo mejor a un brownie (http://media.comicvine.com/uploads/9/91469/1667755-willow.jpg) le habría causado impresión. Pero lo pasamos bien viéndola.

Y ahí decidimos que era hora de comer y buscamos un sitio. Estábamos en una zona chuli con un puente lleno de sitios raros y túneles con sitios raros, pero todo parecía un poco muerto.
And what ise this? And what ise this? Todo esto tiene carne, todo esto tiene carne. Yo estaba bien, había comido mi sandwich de queso. Nunca se peleará nadie por encontrar dónde comer por mi culpa nunca más. Pero Aitanita y Carmelita sí se pelearon. “En Japón no se grita!”. Yo me fui a la vuelta de la esquina por no aguantarlas, y al final decidieron entrar en el sitio donde se habían parado a pelearse.
La gente del lugar era muy amable y les dieron comida y sake caliente. A mí cerveza. Y luego pagué yo. Qué te parece, eh? A mí bien. Así se callan. El sitio se puso de moda nada más llegar nosotras y apareció alguna gentecilla en las mesas de al lado. En la de al lado en concreto, dos señores que dijeron de nuevo lo de que nuestras narices son rectas. Al parecer les gusta porque ellos cuando cierran un ojo ven su otro ojo en lugar de su tabique nasal. Fascinante.

Las aguas se habían calmado y nos dirigimos a la Tokyo Tower a verla de cerca y hacer el Manic un poquito más. Llegamos bien, sorprendentemente. Vimos un minitemplo muy mono con unos muñequitos y nos acercamos a verlo. Da un poco de mal rollo cuando estás mirando algo y te dicen que está dedicado a los niños muertos para que sus almas no se pierdan entre los espíritus malignos. Pero bueno, al lado había un monumento a los perros.

Tras ocho millones de fotos en la Tokyo Tower, nos abrimos camino hacia Roppongi. Nos abrimos camino mal, claro, por una calle que era muy mona y bajaba pero nos llevaba al final a una autopista infernal donde teníamos que volver a subir. Malentendidos... Pero pasamos por el templo masónico de Tokyo.

En Roppongi seguimos a dos personajes que tenían pinta de ir a un sitio guay, para ir a un sitio guay como ellos. Pero iban a Roppongi Hills y los perdimos entre la muchedumbre. A mí me gustó porque estaba la araña gigante de Roku Roku Plaza.
Pesádibol dijo “viniendo hacia aquí vi una calle que molaba”. Así que cruzamos para ir a la calle que molaba y comprobar que, como era de esperar, no molaba en absoluto. Cuando casi nos íbamos a dar por vencidas y cambiar de barrio y pelearnos un poquito más, vimos un sitio con pinta de pijeras ahí en medio de la avenida. Ponía Happy Hour. Happy Hour siempre es bueno. Tenía luces un poco de neón pero entramos igual.

Qué gran bar, amigos. Nos sentamos en una mesa grande y cómoda al lado de la ventana y miramos las calles, con Happy Hour de biru y patatas fritas. Y otra de lo mismo. Y otra de lo mismo. Más patatas fritas, por favor. Estaban muy ricas. El Grillo apenas las probó porque habla mucho, yo habría seguido pidiendo más.

Nos retiramos pronto de Tokyo y nos fuimos a Tsukuba. Allí fuimos al combini a comprar cervezas y comidas para llevarnos al Karaoke y así no pagar nomijodai. BREAKING THE LAW! Me gusta.

El Grillo se cabreó y se puso Gul porque se compró una cosa de queso en el combini que sabía a bollo industrial.
Esta vez canté I’ll be there for you (de Bon Jovi, CLARO) y lo hice mejor que Ashton Kutcher. Aiti había perdido ya la voz por completo y alguna de las canciones fue especialmente dolorosa, pero hizo muy bien The Killing Moon. Car me hizo los coros de Modern Love bastante mal pero en general nos quedó bien. Pero vamos, que no hay que engañar a nadie, yo no sé cantar.
Y nos fuimos de allí de nuevo a eso de las 4 o 5. Y fuimos a buscar taxis. En Tsukuba no hay taxis, así que Gul decidió que se tumbaría en medio de la acera, porque sabe lo mucho que me agrada ese comportamiento.

Tras cuarenta minutos de caminata en el frío gélido, llegamos a casa.

“Mañana” será el último día en Japón y os anticipo que no hicimos absolutamente nada. Pero lo escribiré igual.


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