Friday, July 27, 2012

Dos días en Colonia



Tengo unos días repletos de acción en mi miserable vida.Yo siempre quiero irme de viaje de negocios. Es divertido y casi gratis, y casi siempre hay alguien a quien ver con quien se pueda ir a tomar unas cervezuelas.
De alguna manera, siempre tendré que irme de viaje en un momento inoportuno. La vida es por joder, que dice Car.
El día 12 de Julio tuve que irme a Colonia de viaje. Viveka llegó aquí el día 11 y la tuve que abandonar sola en Inglaterra. En cualquier otro momento, me habría ido a Colonia, y luego habría pasado allí el fin de semana, como la otra vez. La vida es por joder.
Me levanté a las 4 de la mañana, y sólo estábamos despiertos Ggregg el zorro y yo. Él andaba olisqueando las calles buscando manzanas podridas, y yo echando una fika en la ventana de la cocina.
Me vino a buscar Ilknur en un teko. Me preguntó dónde estaba mi equipaje.
"Equipaje? A donde vamos no necesitamos... equipaje."
Sí, amigos, yo ya paso. Sólo necesito un cambio de atuendo y mi cepillo de dientes. Lo demás es vanidad. Me olvidé el cepillo de dientes, pero bueno, la teoría la he masterizado.
Me conozco Gatwick como mi barrio, por la de horas interminables que he pasado allí, así que tomamos un café antes de embarcar. El avión ya iba bien surtido de chickenlagers germanos. El origen del chickenlager es sin duda Bavaria.
Se tarda como 10 minutos en llegar a Colonia en el avión. En el control de pasaportes había dos colas. Todo iba fluido en ambas, hasta que fue nuestro turno y la policía germana tuvo un problema con el pasaporte africano del pasajero justo delante nuestro. Sospechoso, verdad? Diez minutos después la gente empezó a cambiarse de cola. Eligió... mal. Como siempre. Luego salimos a echar una fika con los policías del control de pasaportes. Kudos.
La oficina de Colonia, aparte de molar, tiene máquinas de Nespresso a tu entera disposición, y un futbolín. Y gente joven, y ambientillo, y pelotas gigantes para sentarte. Eso último ya lo sabíais.
El día de trabajo fue un duro día de trabajo, sin olvidar que empezó a las 4 de la mañana.
Por la tarde fuimos al hotel a dejar las cosas. Yo había tenido un fin de reunión ligeramente estresante y dije mi clásico "necesito una copa y una ducha".
Al entrar en mi habitación abrí el minibar como un señor que no sabe si está en el hotel de Denver o en el de Siracusa, en busca de una cerveza fría. La cerveza estaba caliente. Pero lo que tiene el minibar es que contiene otros productos! Sí, me comí el chocolate del minibar. La vida deja de ser por joder cuando hay chocolate.
Emprendimos camino por la orilla del Rhin al restaurante elegido por Michaela, un griego con terraza mirando al río y los Bruckens. Primero tomamos una buena kolsch, y luego patatas, queso, pan y vino. Sí, qué pasa? Dejadme.
Volvimos al hotel paseando de nuevo por la orilla poco antes de medianoche. Encontramos perros paseando, chickenlagers en bici, y chickenlagers paseando pero desafortunadamente no perros en bici.
En el hotel puse la tele. Yo no tengo la tele enchufada porque ya sabéis que me niego a pagar una TV Licence, así que es todo un evento que yo ponga la tele. Y qué vi? Pues Españoles por el Mundo, por primera vez en mi existencia. Estaban en Noruega, y salían perros de trineo. Me gustó, porque es que los perros estaban super contentos. Ayyy.
Al día siguiente di buena cuenta del desayuno del hotel. Era verdaderamente espectacular. Hicimos el checkout, y le dije al chickenlager de la recepción que sí, que me había comido todo el chocolate del minibar, que lo tuviera en cuenta.
De nuevo a trabajar duro en la oficina, y a comer, y hablar de fútbol. No estaban muy contentos de hablar de fútbol conmigo, los alemanes.
Como me había olvidado el cepillo de dientes y los filtros de las fikas, me fui al Lidl de enfrente de la oficina a comprarlos. Cogí el cepillo barato y la pasta de dientes cara, y busqué los filtros. Me habían dicho que los vendían ahí, así que me acerqué a la caja y le pregunté al chickenlager que dónde estaban los filtros. Me enseñó una caja muy grande y le dije "pero eso es gigante!". Y luego decidí comprarlo igualmente.
Por supuesto lo que me dio fue unas cosas que son como cigarros normales vacíos, y que por supuesto son imposibles de rellenar con tabaco normal. Gracias, Alemania, por ser tan rara. Volví a la oficina con mis "filtros" en la mano y con cara de Absolute Fail. Por suerte encontré a Bernd y me dio un buen surtido para el resto del día.
Decidimos marcharnos sobre las 3, ya que al fin y al cabo nuestro avión salía a las 21:45 y hay que llegar con tiempo...
La lluvia paró en cuanto salimos del edificio y el sol de nuevo nos acompañó en nuestro paseo por el centro histórico de la ciudad. Le hice a Ilknur caminar en círculos y seguirme mientras yo elegía las calles más pequeñas y retorcidas que veía, en busca de algún bar que molase para tomar kolsch.
Al final optamos por una terraza en el río, y yo pedí 7 kolsch y ella un café solo. (...)
Empezó a diluviar y decidimos ir a buscar un sitio para cenar. En el camino, en una callejuela, vi la tienda "English Books and Tea". Yo tenía que entrar ahí, así que le hice entrar.
Al entrar nos recibió un tipo preguntanto en inglés si podía ayudarnos. Yo le dije que iba a mirar, a lo cual me respondió sonriente que adelante. De repente se sentó en un sofá, sacó un ukelele de detrás de él, y se puso a tocar unas cancioncillas. Hablamos un rato del Capitán Picard y tocó unas canciones de Flight of the Concords. Y luego sacó una guitarra. Y cantó una canción alemana sobre la reina Isabel de Castilla, cambiando Isabella por Pepa. Eso es así. Por supuesto le compré un libro sobre America que valía €8, me dejó en €4, y yo dejé en €5 por el show.
Le pregunté dónde podíamos ir a comer una pizza, y nos acompañó al restaurante de al lado, Pinocchio. Allí tomamos una deliciosa pizza, y yo de nuevo una kolsch, e Ilknur un zumo de naranja con agua (...)
De ahí decidimos partir hacia el taxi para el aeropuerto. De nuevo nos encontramos al tipo de la tienda, cuyo nombre pienso que es Chris, y nos despedimos amablemente hasta la próxima.
En el aeropuerto había un avión pequeñito donde se subían los niños. Yo quería subirme pero soy un adulto. Es tanto risible como poco creíble, pero así es, me consideran un adulto.
Le advertí a Ilknur que se quitase el podómetro porque si pita y te cachean, se freakan out y piensan que llevas un detonador. Fue de todos modos gracioso que pitase y pensasen que era una terrorista. Lástima que no ocurriese en el avión de ida con el cacheador de Gatwick del que estoy perdidamente enamorada.
El avión se retrasó, me vi envuelta en la típica situación de hacer bromas sobre Hitler en Alemania y me mordí el pelo al verme atrapada en un avión porque el tío del finger no nos dejaba salir.
Fue un bonito viaje y quiero volver pronto y hacer algo que no sea el imbécil.
Adiós.

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