Saturday, March 31, 2012

Konnichiwa, or Day 1



18/19 March 2012



Tras varios días de mentir en internet para ocultar la sorpresa de mi visita a Japón, y tras unas cuantas escuchas de ALF cantando "Old Time Rock n Roll", el domingo día 18 partí hacia Heathrow a encontrarme con el Grillo en su escala. Allí cogeríamos juntas el vuelo que tardaría nada menos que 11 horas 50 minutos en llevarnos a Narita.

Encontré al Grillo por casualidad, muy aburrido en el aeropuerto, mirando tiendas. Después de meterse un poco conmigo por querer un café de Starbucks, compré unos sandwiches. Y nos los comimos como snacks. Ella había pedido comida vegetariana oriental en el menú de British Airways, en contra de mis consejos. Yo esta vez pedí FRUTA CRUDA, sabiendo lo que era ese gran mal que es el curry de avión.

Hasta aquí todo parece marchar bien. Por supuesto la comida del hermano resultó insatisfactoria, tal y como yo le advertí, cual Donovan al decirle a Indiana Jones que no se fiase de nadie. Mi FRUTA CRUDA, sin embargo, nunca sabremos cómo era porque no estaba en el sistema. A pesar de la ayuda y preocupación de las azafatas por alimentarme, básicamente pasé 12 horas hambrienta y sucia, como la madre de Solo en Casa en Scranton.

No voy a hablar más acerca del vuelo puesto que es lo de siempre: vi Algunos Hombres Buenos, etc etc...

Cuando estábamos llegando, en el delirio de estar en la caja aviónica y sin comer, vimos Japón desde el cielo. Era verdaderamente feo y nos hizo cuestionar qué demonios hacíamos ahí. Ver a Aiti, ver a Aiti. La azafata japo elogió mi habilidad para liar cigarrillos con una mano. Y nos fuimos. 9 de la mañana del 19 de Marzo.

En los aeropuertos vemos salir gente de nuestro mismo avión que está limpia y fresca, mientras yo parezco un ser enfermo con el pelo grasiento al que deberían poner en cuarentena en inmigración.

Habíamos desarrollado una estrategia de sorpresa llamada "Operación 6-111", Palabra Clave: Kobamatsu. Yo llevaba mi pamela y gafas de sol y gabardina de incógnito e iba a salir finigiendo que era una estrella del cine. Así lo hice. Aitana no estaba en el aeropuerto esperando como estaba planeado así que tuve que esconderme detrás de una columna, sin ningún glamour.

Cuando por fin llegó y me vio no lo entendía, la pobre. Ya os dije que estaba empanada. Pero le gustó. A quién no le gusta ver a un Churk? Sin mí no tendría color.

CAFÉ!!! Buscamos café. Ahí fue cuando nos dimos cuenta de que no ponía nada en inglés. Yo sinceramente pensaba que era un hecho aislado. Ilusa. El café estaba bueno. Y el cigarrillo que fumamos en la zona de fumadores.

Después de eso comenzaron los primeros "cuánto se tarda? está muy lejos?" y las respuestas de "Un ratito. Podéis dormiros si queréis". JA. DOS HORAS. Los coches y las personas en Japón van muy despacio. Creo que es porque son muchos y son demasiado educados. Quién iba a decir que son los de Kawasaki.

Y en ese trayecto del primer día nació el mote que se me fue aplicado durante todo el viaje. Aiti dijo que había visto THE MONEYBALL y le había gustado mucho. Yo, en mi listillez, dije "es MONEYBALL, sin THE". Y se me dijo "Vale, THEMONEYBALL", es decir, "Demónibol". Luego hice mi propia theme song "Demónibol tuturururu" (como la de Miss Piggy). Eso es así.

Pues tras dos horas de preciosos parajes (cof, cof) llegamos a Tsukuba, donde volvimos a la zona de fumadores antes de comprar unas patatas fritas para el pobre Demónibol que no había comido desde Inglaterra.
En Japón no te roban nada. Es una suerte ya que el Grillo se dejó el bolso con todo en la parada del autobús... A 10 minutos de nuestra ubicación. Tuvo que correr. Yo no sé si estaba en una nube de alucinación pero sorprendentemente no me dio un ataque de nervios. En Japón no te roban nada. Allí estaba. En fin.

Cogimos un taxi. Los taxis de Japón te abren la puerta automáticamente y te la cierran en la gabardina automáticamente también. Esto puede parecer robótico pero son coches viejos con fundas de tresillo. Eso sí, los taxistas llevan guantes.

Llegamos a la guarida de Aiti, y básicamente nos fuimos con maletitas a Tokyo. En el autobús coges tu ticket primero y lo pagas después, y entras por detrás y sales por delante. Qué sitio más raro.

El Tsukuba Express para en un sitio que se llama Moriya y se pronuncia Moria. Lo cual es, como podéis imaginar, FANTÁSTICO. Next Stop: MORIA.

De alguna manera conseguimos llegar a Tokyo de noche, no sé muy bien por qué. Ah, ya sé. Me quedé sobada en Tsukuba y por eso se hizo tan tarde. Ja Ja... Nos bajamos en alguna estación...
Nota: A pesar de todos los esfuerzos que voy a hacer por averiguar bien los nombres de las cosas a las que fuimos, a partir de este momento cuando no tenga ni idea de dónde demónibols estaba, me lo tendré que inventar.
Nos bajamos en alguna estación, y había que cambiar de tren, pero en su lugar hicimos una parada técnica en un AMERICAN BAR. Somos así. Bebimos unas cervezas y fumamos unos cigarrillos DENTRO DEL BAR. Yo hice un bailecito de alegría a este respecto.
Luego cambiamos de tren y fuimos a cenar a Shimokitazawa, el Malasaña de Tokyo, a la Izakaya Izu, donde nos quitamos los zapatos y nos sentamos a beber una PITCHER y comer una deliciosa ensalada y un fabuloso arroz y más cosas muy ricas (y a fumar). Car comió un poco de cerdo sin querer. Creo que estaba espectacular. Disfrutamos de ese lugar a pesar de no saber qué hora era en la realidad corporal.
Y vino Raquel, y bebimos Sake en un bambú gigante, y reímos, y vimos gente comer y sorber sus tallarines.

Y luego fuimos a nuestro primer Karaoke. Yo, cuando vivía en Madrid, en ocasiones subía a la parte alta de mi cuarto, me colgaba la guitarra eléctrica desenchufada, me ponía chistera y gafas de sol y... cantaba In These Arms de Bon Jovi. Car recordó eso y me la puso para que la cantase. Y claro, me subí al asiento y lo di todo. Se convirtió en mi signature song. No recuerdo muchas más cosas, pero sé que Car y yo cantamos Flash Delirium y la destrozamos mucho. Fue divertido. Cerveza. Camareros que entran y te ven gritar y hacer el cafre y no se inmutan. Y cigarrillos. Jijjiiji.

Era hora de partir, si bien no sé cuál era la hora. Cogimos un taxi de un taxista de 170 años cuyo coche no cabía en las calles y nos dejó en algún lugar where the streets have no name, a nuestra suerte a buscar la casa de Alejandra, amiga de Aiti, gran mujer, que nos prestó su morada para unos días. Fue muy gracioso dar vueltas a las manzanas de Tokyo buscando el 38-10 del 5-1. Qué cojones. Lo bueno es que no da miedo. Los ninjas no te atracan, sólo se esconden en las sombras.

Llegamos, y tuve Wi-Fi, y eso siempre me hace feliz. Hacía frío. Dormimos las hermanas en el tatami (aka EL SUELO) y nos acordamos de Without a Paddle.

Y eso es el primer día. Y sí, todos los días son así de largos.



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