Monday, July 9, 2012

Verano del Terror


La casa de Madrid es espaciosa. Esto hace que podamos acumular en ella todo tipo de artilugios, ya sean útiles o inútiles. Allí tengo la mitad de mis posesiones, que normalmente o no servirán para nada (los libros de Twilight) o serán el objeto de mi anhelo profundo (Malkovich, mi tele, o Mikey, mi minicadena). Ni que decir tiene que no me llevé nada. Dejé allí a Porkovich, el cerdo feliz, para que lo lleven al pueblo con el resto de animales. Ni siquiera me llevé mi paraguas, el cual me sería muy útil en la vida. Ya lo creo.
El único inconveniente, aparte del ruido de la calle, las obras, el olor del bar, las goteras, las vigas que se mueven etc, es que el salón es una oscura cueva, a la cual llegas y no sabes bien qué hora del día es. Esto me viene muy bien a la hora de levantarme por la mañana e irme al sofá a ver una peli. Yo no veo pelis cuando fuera es por la mañana. Así engaño a mis principios, y eso me gusta.
El Grillo puso Tienes un E-Mail para hacer la gracia un rato. Ella no sabía que pensaba verla entera. Y así fue, la vimos entera. Gran comienzo del día, con pipas y café.
El pobre Grillo no había comido pipas y tenía hambre. Así que nos fuimos a desayunar (a las 4) al Home Burger Bar nuevo que han abierto en el barrio. Cerveza, hamburguesa vegetariana, patatas fritas y aros de cebolla. Evidentemente todo esto es demasiado para dos pobres personajillos como nosotras, pero hey, en la vida hay que comer patatas, right? Y las del Home están muy ricas.
Después de eso me dijeron que íbamos a una tienda del barrio llamada Vegan Planet a comprar comida para nuestro 4 de Julio vegetariano. De esta sentencia, hay varias partes que son mentira.
Realmente la tienda se llama "Planeta Vegano". Eso son cosas del Grillo y se aceptan. Pero el "barrio" nunca fue Lavapiés. Me engañaron para ir a Lavapiés. Ya sabéis que a mí no me gusta ir a Lavapiés. Ya no es sólo el nombre, que es de tan buen gusto como Despeñaperros, sino el olor a tetería y variantes. Más adelante en el día me daría cuenta de que la fragancia Eau de Meados no es exclusiva de Lavapiés, sino que se extiende hasta Chueca, pasando por Gran Vía, Alcalá, y sí, mi estimado barrio de las Letras.
Paramos antes a tomar un café en el Barbieri, que nos gusta, y escuchamos a Tchaikovsky o Korsakov o a cualquiera (no voy a ir de entendida de la vida, no tengo ni zorra, fuera lo que fuera, molaba).
En Planeta Vegano Car compró muchas cosas para el festín del Día de la Independencia, y nos pedimos un Club Mate y una Mate Cola. La Mate Cola tiene tanto azúcar que creo que me subí al techo en un momento dado.
De vuelta a casa nos pusimos a ver Trailers. Gustamos de ver Trailers. Yo ya había visto casi todos, pero hay algunos que merece la pena revisitar. Sin embargo, la maldición de la visita a Madrid implica siempre salir de casa, y mucho.
Era el desfile del Orgullo Gay. Queríamos ir a Malasaña y decidimos que la mejor manera era evitar la Gran Vía e ir por la calle Barquillo. Ciertamente era la mejor manera, si bien la calle Marqués de Cubas era el váter oficial de la ciudad, con el culo de una tía entre cada dos coches, y regueros de meado que provenían de la fachada del Banco de España.
N. del A.: A la gentuza que mea en la calle: sois gentuza.
Prácticamente corriendo, salimos de ahí. Al Grillo se le ocurrió quejarse a un policía. Como si el policía fuera a poder hacer algo.
Gentuza!
Cruzamos la calle Alcalá bajo una carroza que tronaba con horterismo, y seguimos nuestro camino a paso ligero huyendo de la muchedumbre.


En el camino, encontramos el In Dreams de la calle San Mateo, bar californiano vacío en el cual ponían los Beach Boys. Y yo soy muy fan de los Beach Boys. Así que pedí dos cervezas. "De cuáles?" "Pues de las grandes" "Tengo jarras grandes congeladas" "De esas, claro!". Cada una con nuestro litro de cerveza nos fuimos turnando para sentarnos en distintos ángulos hacia la ventana y en distintos sofás, echando fikas, viendo pasar gente (des)vestida para la ocasión que se daba en el barrio contiguo y esperando a que vinieran los demás.
Al final vino toda la gente que iba a venir. El problema de este blog es que yo cuento mi miserable vida porque soy una egocéntrica y no me molesta que la gente sepa lo que hago a todas horas. Pero luego debería narrar que vinieron X, Y y Z, y a lo mejor X mintió a su madre para aparecer en el garito. Y nunca se sabe, amigos, nunca se sabe.
El caso es que tras un rato agradable y muchas más jarras de esas, cambiamos de lugar, y todo se fue a la mierda. Amenacé a 2 grupos distintos de personas en la calle Fuencarral por hablarme y mordí la cara de mi hermana. Todo perfectamente justificable, claro.
Y nos fuimos a casa, sí. Quiero pensar que recibí patatas fritas de compensación pero no recuerdo que así fuera.
Dormí poco, y mal, en la cama compartida, porque yo ya no tengo cuarto. El caso es que lo que me hizo darme cuenta de que verdaderamente ya soy un huésped en Madrid no fue lo de no tener cuarto, sino el recibir una tualla de IKEA en lugar de una de las buenas del Corte Inglés. Vivir para ver.

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