O
cómo sobrevivir a toda serie de inconvenientes y obstáculos que el Universo
trata de interponer en tu camino para que no disfrutes de tu miserable vida.
Veamos.
Todo empezó ayer por la mañana, 31 de Julio del año 2013 de Nuestro Señor, 33
cumpleaños de Harry James Potter, un miércoles cualquiera.
Yo
cuando me voy de viaje nunca pierdo el tren ni nada, eso sólo lo hago cuando
tengo que ir a Weybridge. Y sé que es culpa de mi subconsciente y no mía.
Pues
bien, me levanté bastante temprano, considerando que mi tren salía a las 9:20,
y me duché, y me alisé el pelo a conciencia. Cuando salí a coger el Overgound
de las 8:30, teniendo en cuenta que mi casa está justo en frente de la parada,
alguna fuerza del mal decidió que en ese intervalo de dos minutos iba a caer
una lluvia torrencial sobre mi cabeza.
Gracias,
Universo.
Sólo
son tres paradas en Overground para hacer transbordo a la Victoria Line. No fue
especialmente traumático.
Cuando
llegué a Highbury & Islington, resulta que por el hecho de que no hay
escaleras mecánicas de bajada, hay una cola de diez minutos para poder acceder
al andén. WTF, Londres, WTF? No podéis andar un poquito más deprisa? En serio.
Gracias,
TFL.
Una
vez en el andén existe el proceso de “tonto el último” para meterse en un
vagón. La ventaja que yo suelo tener es que la gente camina en grupos de dos o
más y yo suelo ser la pobre niña sola de
cabello encrespado (ver entrada anterior), entonces donde no cabe una
parejita yo pego un empujoncillo y consigo entrar en el primer metro. Este
comportamiento me lleva a tener que surfear en movimiento, ya que no hay
disponibles barras verticales para mi sujeción y mi estatura me impide alcanzar
la barra horizontal. También me lleva a tener que darle explicaciones
verbalmente o con la mirada a cualquiera con el cual me haya tropezado en el
proceso. Les digo que es que tengo que coger un tren a Manchester. Entonces se
compadecen de mí, ya que saben que ya tengo bastante con tener que irme a
Manchester.
Llegué
a Euston con 20 minutos y sin haber imprimido el billete. Busqué en las
máquinas la manera de hacerlo, me desesperé un poco al no encontrarla, y decidí
ir a por un café a Caffe Nero® y echar una buena fika®. En el Nero había tanta
cola que nunca jamás habría conseguido nada, así que tuve que ir al ATM Coffee
o como se llame. Bah. Los sitios sin Loyalty Card no me inspiran ninguna
confianza.
Conseguí
echar media fika rápidamente y sacar el PDF del billete de mi iPhone®.
Una
vez en mi vagón de First Class ya me sentía mucho mejor con este viaje
infernal. Hasta decidí pedirme el desayuno vegetariano complementario.
Consistía en OJ, salchichas químicas sin animal, huevo y tomates. Esto me
satisfizo y empecé a dar pequeños mordisquitos a las cosas esperando pacientemente
a que me trajesen lo que se me aseguraba que se me iba a ofrecer: tostadas y
croissants. Menos mal que decidí desistir y comerme el huevo, porque las
tostadas llegaron en Macclesfield, las hijas de puta.
Gracias,
Virgin Trains.
Una
vez en Manchester me tomé mi tiempo, dando un paseo con una ligera llovizna hasta
Piccadilly Gardens y cogiendo un café en el Costa® para llevarlo en el tranvía.
Tuve
unas reuniones fructíferas durante el día, pero no vamos a entrar en detalles
ya que es classified information clearance level 3.
A
las 18h decidí dar el día por zanjado e irme a chequear in en mi hotel y al
cine.
La
elección de calzado fue bastante fallida, pues hay días que mis botines deciden
que me quedan grandes. Ayer por supuesto fue uno de esos días, porque ayer fue
un día por joder. Los diez minutos de la oficina a la estación, bajo la ligera
llovizna, andando a lo Oda Mae Brown y cargando con la mochila, fueron bastante
infernales. En mi mochila tenía mis sandalias, pero llevaba medias y estaba
lloviendo, así que no me parecía nada apropiado.
Decidí
bajarme en Market Street y visitar Office en busca de esas Fred Perry de
skineto que hace meses que quiero.
Las
tenían allí y las pedí en una talla 6. Me dijeron que vale, que ahora me las
traían.
Después
de 10 minutos le dije al tipo “oye tronco”. Ni se acordaba de lo que quería ni
le importaba. Me pareció muy Pretty Woman, con mi aspecto de pobre niña sola de cabello encrespado
teniendo que alegar que “tengo pasta larga para gastar”.
Después
de otros 5 minutos vino otra dependienta con un nivel de desdén todavía más
alto que el del anterior, para decirme que sólo tenían la talla 7.
Si
me hubieran tratado con cierta cortesía, les habría pedido la talla 7, que al
fin y al cabo es la mía, pero como eran unos hijos de una furcia, pues...
Gracias,
Office.
Pues
me fui a Topshop. Allí ojeé por encima los zapatos caros pero en mi cansancio e
inhabilidad para andar decidí ir a los baratos. Allí vi unas bailarinas
normales talla 39 que me servirían para completar mi camino del día y poder
irme al cine. Me probé la zapatilla derecha, como es costumbre, me pareció
bien, y las compré.
Estuve
en la cola seis o siete años, y pagué £16 por lo que pensaba que me salvaría de
un absoluto calvario.
Antes
de cambiarme de zapatos pasé por la puerta de Office con la bolsa de Topshop en
la mano y dije “Holaaaa, se acuerda de mí? Estuve aquí antes y no quiso
atenderme! Trabaja a comisión, verdad? Pues metió la pata! Hasta el cuello!
Adióooos, me voy de comprasss!”.
Nah,
sólo pasé por la puerta con aire de superioridad.
Luego
me senté en un banquito a ponerme las bailarinas y poder llegar a mi hotel.
Caminé
cuatro o cinco metros pensando que la zapatilla izquierda estaba un poco
prieta. Me la quité y comprobé que en efecto era el 39 y no el 38. Pues nada,
resulta que mi pie izquierdo es una talla menor que el derecho, dios mío, soy
deforme, soy mutante, qué verguenza, no puedo ir a devolverlas alegando esto,
etc.
Con
este sufrimiento / descubrimiento, llegué al Britannia Hotel. El Britannia
Hotel es el edificio que siempre está en mi puta cara cuando llego a
Manchester. Por algún motivo ayer no lo estaba, ayer conseguí irme a la
izquierda en lugar de a la derecha todas las veces, y convertir un paseo de 7
minutos en una caminata de 20. Con un pie más pequeño que otro. A todo esto, el
cine empezaba a las 20:15 y eran las 19:30. Bueno, el cine está al lado, seguro
que me da tiempo.
Llegué
al hotel y chequeé in. Pagué un precio ridículo por mi habitación y se me
indicó el camino hacia ella. Cuando la tipa me dijo que siguiera recto que era
en el Ground Floor, ya me olió a chamusquina.
Room 049. En el Ground Floor. Abrí la puerta. Entré. Lo miré. Abrí la
puerta. Salí.
Fui
a Recepción a alegar que muchas gracias por darme una habitación tan barata,
pero para dormir en un cuarto sin ventana o en un armario, podría haber pasado
la noche en el arroyo.
Exigí
que se me cambiase la habitación por una con ventana. Todo esto lo hice con
encanto, no con la bordería que normalmente me caracteriza. Esto os lo podéis
creer si queréis. Dudo que lo hagáis.
El
recepcionista búlgaro que me atendió fue muy amable y me aseguró que iba a
darme la habitación con la ventana más grande de todas.
Se
lo agradecí mucho y pensé que fue muy amable.
De
hecho fue tan amable que ya me olió de nuevo a chamusquina.
Cuando
llegué a mi nueva habitación, en el piso 5 y último, me deleitó ver que era
espaciosa y tenía ventana. Sí. Una ventana gigantesca que no se abre más de 10
centímetros y da a un aparcamiento y a la parte de atrás de la City Tower.
Se
estaba vengando a la vez que cumpliendo mi requisito.
Gracias,
Recepcionista búlgaro.
Eran
las 20:02. Aún me daba tiempo a ir al cine, pues está a 7 minutos andando del
hotel. Lo sabía porque lo había mirado dos veces, pero también porque había
pasado por él cuando me había perdido para llegar al Hotel desde LA ESQUINA DE
AL LADO.
Decidí
que dada mi deformidad en el pie izquierdo, no podía ponerme las bailarinas,
así que tendría que hacer el esfuerzo de llevar sandalias con medias.
Cuando
me quité las bailarinas, me di cuenta de que la derecha era la 40 y la
izquierda la 39.
Gracias,
Topshop.
Esto
me demuestra que mi talla es la 40 y los botines son mágicos, pero también que me
cago en la puta.
Me fui
corriendo al cine, por el que había pasado antes de llegar al hotel. Conseguí,
no obstante, perderme, bajo la ligera llovizna, en sandalias con calcetines.
Llegué
a tiempo, a las 20:10. Hay anuncios, hay trailers. No importa si llegas un poco
tarde.
Pero
sí importó, porque había cola en todas las máquinas, en todas las taquillas.
Colas kilométricas.
Gracias,
Orange Wednesdays.
Me encantan los Orange Wednesdays. Dan 2 x 1 en entradas del cine para los
clientes de Orange. Yo si quiero puedo pedirle a alguien un código de Orange y
aprovechar la oferta. El problema es que soy la pobre niña sola de cabello encrespado y no es 1 x 0.5. Así que hago
cola, sola, mientras me rodeo de gente que aprovecha la oferta y crowdea mi
cine.
Por
supuesto cuando llegó mi turno, la máquina se bloqueó y tardó doscientos años
en dispensar mi entrada. También me había olvidado mi tarjeta Odeon Premiere
Club y no pude ahorrarme nada de los £9.45 que tuve que pagar.
Todo
este día ha transcurrido sin que yo haya ingerido nada salvo esas salchichas
vegetarianas y el huevo del principio. Así que me pareció lógico y normal pedir
un Combo mediano de palomitas y Pepsi® y considerarlo como gasto de cena de
viaje de trabajo. Si es que no les puedo salir más barata. Oye esta historia es
cada vez más Kit DeLucca.
Bueno,
pues pienso que me perdí dos minutos de peli como mucho. Pero no creo que
fuesen unos minutos cruciales, ya que aún no había sido presentado el personaje
de Melissa McCarthy.
Ah,
vi The Heat.
Me
reí como un auténtico jabalí bebé que está aprendiendo a correr por los campos.
Pensé
que mi día había mejorado ostensiblemente tras ver tal obra maestra del cine
actual.
Y
por supuesto pensé que era imposible que me perdiese para volver al hotel, ya
que ya había hecho ese trayecto tantísimas veces.
No
me perdí, pero no tuve ninguna confianza en ningún momento.
Al
llegar a mi habitación de gran ventanal que no se puede abrir, puse la
televisión y me hice un té.
Ponían
mierdas y Tango y Cash, así que dejé Tango y Cash.
Luego
vi que ponían Man on Fire en otro canal y la pillé empezada. Decidí apagarla y
dormir.
La
última vez que estuve en Manchester estuve en un hotel feo y sin ningún
encanto, en medio de la nada, que me cabreaba. Garantizaban “a great night’s
sleep or your money back”. No he dormido mejor en mi vida. En toda mi vida. Eso
me cabreó también, ya que no pude quejarme del maldito hotel en medio de la
nada.
Este
hotel está en medio del meollo, es bonito, es guay, es rock star, tiene una
escalinata. Y está lleno de viejos borrachos porque el bar es absurdamente
barato. Bah. No dormí muy bien pero es más nuestro rollo quedarse en sitios
así.
Esta
mañana me he despertado tranquilamente y he echado una fika en el baño. Que se
jodan.
Después
de otro té, he conseguido descubrir el funcionamiento de la ducha de pared y
usarla. Apenas salía agua pero he lavado mi cabellera confiando en que mi
plancha me ayudaría a domarla después de sufrir con mi peor pesadilla, también
conocida como “secador de hotel”.
Tras
unos diez o doce días, sequé mi pelo. Lo sequé en plan “seco”, sin dar ninguna
importancia a su nivel de encrespamiento rozando el look electrocución.
Luego
he sacado mi plancha para enchufarla. También traje mi tapa de boli BIC que
utilizo como adaptador. Esto, amigos, funciona siempre.
Pero
hoy no.
Tras
buscar un adaptador por toda mi mochila, tras buscar algún otro palo que
insertar en el tercer hueco del enchufe, tras romper el cargador de mi Nokia
para insertar el palo y debajo la plancha, he tenido que desistir. La pobre niña sola de cabello encrespado
hoy ya era una realidad innegable, sin importar con qué ojos la mirases.
Gracias,
Inglaterra.
Esta
es la cuarta página de Word a espacio único y todavía no he terminado de
quejarme ni de la mitad de las cosas que me iba a quejar. Os voy advirtiendo.
Pues
he salido del hotel haciendo algo de tiempo, parando a tomar un café, y con
intención de ir a Topshop a cambiar la bailarina izquierda del 39 por una
bailarina izquierda del 40.
El
dependiente ha sido muy amable y ha ido a buscar mi bailarina izquierda. No
quedaban. Pensamos que una con con un pie más grande que otro hizo el trueque.
Así que me tuve que ir con un refund, y en sandalias. Por suerte hoy hace
CUATROCIENTOS grados y podía llevar sandalias sin medias. Alguna ventaja tenía
que tener.
Tras
mi nuevo fail, me dirigí a la parada del tranvía.
Cuando
ayer leí que se celebraban The Ashes en Old Trafford pensé “pues vale”, pensé
que no pasaba nada, que no era algo que me tuviese que importar.
Cuando
llegué a la parada del tranvía, había gente. Gente a rebosar. Gente con
banderas de Australia colgadas en forma de capa, gente con trajes hechos con la
Union Jack. EL CRICKET!
Y es
que les gusta el Cricket, amigos, les gusta el Cricket.
Gracias,
Cricket.
(Que
no Grillo®!)
Les
gusta tanto el maldito cricket que he tenido que esperar tres tranvías hasta
que he tenido que desistir. Luego he leído en twitter que había que esperar 75
minutos de media para poder meterte en uno.
Pero
antes de leer eso he decidido ir probando suerte en otras paradas. Todo esto en
sandalias que apenas he estrenado y por supuesto provocan heridas en mi pobre
piéa.
Tras
recorrer tres paradas he llegado a Deansgate, un poco el borde de lo que llaman
“City Centre”, y he decidido coger un teko.
Para
coger un teko sólo se necesita dinero en efectivo. Para conseguir dinero en
efectivo sólo se necesita un cajero. Para conseguir un cajero sólo hay que ir
a, no sé, cualquier esquina en cualquier ciudad civilizada.
Pues
no, aquí no. Aquí hay que andar diez kilómetros bajo el sol entre carreteras
desconocidas para llegar al primer banco existente.
Divisado
en la acera de enfrente, tuve que arriesgar mi vida para cruzar la calle y
llegar al Oasis que para mí en ese momento era el Banco Santander.
El Banco
Santander ocupaba todo un edificio y tenía un solitario cajero. Ese solitario
cajero, ese oasis, tenía una pantallita que reflejaba la luz del sol, al igual
que lo refleja ese estanque con la palmerita del desierto.
Al
acercarme a la pantallita, ponía SORRY FOR THE INCONVENIENCE.
HIJO
DE PUTA.
Ahí
es cuando he llorado un poco y he estado a punto de volver al centro a cogerme
un tren de vuelta a Euston.
Pero
la PNSDCE es más fuerte de lo que
parece, y he conseguido llegar a un Natwest.
Gracias,
Natwest.
No,
en serio, gracias.
Afortunadamente
había muchos taxis gracias al maldito cricket (que no grillo®), así que he
cogido uno y me ha llevado a Sale.
En
Sale he decidido que merecía comer algo, así que he comido algo antes de subir
a trabajar.
He
trabajado. Ha sido horrible. De nuevo, classified.
Creo
que ya no me quedan cosas por las que quejarme, puesto que he podido salir de
la oficina a las 16:35, he llegado holgadamente a la estación, me ha dado
tiempo a tomarme una cerveza y unas pat... Ahá!
Sí,
me puedo quejar. Me han cobrado £8.80 por una cerveza y unas patatas. Si no
fuera porque cuenta como mi comida del día, me habría molestado.
Ahora
soy un ser de cara brillante, en un tren. Es un poco como volver de Benicássim,
pero en First Class.
Este
trayecto de vuelta está siendo fantástico, me tratan fenomenal. Me han traído
dos cervezas, uvas con queso y mucha amabilidad.
Gracias.