Hay
cosas que no debería hacer públicas porque me dejan a la altura de un pequeño
insecto que se cruza en tu camino en la carretera que cruza el Heath. Pero si
no relatase todas las veces que fracaso miserablemente en la vida,
probablemente no tendría nada que contar.
Los
últimos ejemplos han tenido lugar en un intervalo de pocas horas.
El
primero es que ayer compré dos entradas gratis para ir a ver Kick-Ass 2. Compré
dos porque iba a ir con otra persona, no porque tuviera la esperanza de ir con
otra persona. Mi acompañante no pudo ir, así que le ofrecí venir a todas las
personas que conozco en la ciudad zonas 1 a 3. Esto es: Nacho, Adri, Txema,
Auro, una chica que acababa de conocer hacía 10 minutos llamada Alba, Aurore,
Cedric, Pablo, Ryan, Vir, Julia y un tipo que me encontré en la parada del
autobús. NADIE vino. GRATIS. NADIE. Así que me compré una cerveza y unas palomitas, y cené eso y de
postre la entrada extra. La peli me gustó mucho, especialmente porque soy una
vieja verde.
No me
importa ir al cine sola, pues es algo que hago semanalmente. Simplemente os lo
digo para que veáis cómo sois.
Esta
mañana me he levantado tempranito y he decidido, como es habitual, perder el
primer tren. Perder el primer tren me permite darme un paseo desde Liverpool
Street hasta Bank, entre ejecutivos y banqueros, sintiéndome la mujer de rojo
de Matrix, que destaca por su belleza y estilo en un mundo de trajes grises y
corbatas anchas.
Cojo mi
café en el Costa® de fuera, que pasa desapercibido y está vacío, mientras la
gente hace cola en el de dentro de la estación durante 8 minutos. Echo mi fika que
tengo guardada encima de mi oreja y tomo mi café mientras camino al ritmo de
alguna trepidante melodía. Hoy fueron los Strokes. Los Strokes se ven
interrumpidos por el incesante TIRURI del Whatsapp con el que me deleitáis
todas las mañanas cuando no quiero puedo contestar.
Cuando
llego al tren de las 8:42 holgadamente me siento, deposito todos mis bártulos a
mi alrededor y saco mi teléfono dispuesta a contestar Whatsapps, como la gente
corriente. Por supuesto este es el momento en el que todo el mundo decide no
contestarme a nada, así que lo dejo y saco mi libro.
Hoy
estaba enfrascada en mi lectura, con mi café, en mi Quiet Zone, con las piernas
estirás, mientras el sol de la mañana me daba calorcito. Qué trayecto tan
agradable. Tan agradable ha sido, amigos, que he llegado a Weybridge y ha
sonado el pitido de cuando se cierran las puertas para que el tren SE VAYA de
la estación. Me he levantado corriendo y he intentado abrir la puerta; he
implorado a gritos al revisor que me la abriese. Me ha dicho que no tenía el
control.
Y así
es como me he ido a WOKING a echar la mañana. Para que os hagáis una idea, esto
es como si estás en el AVE a Segovia y te pasas de parada y te vas a Valladolid.
Y en
este intervalo de alteración y estrés es cuando volvéis a tener actividad en el
Whatsapp y me escribís mientras busco confusa el andén que me lleva de vuelta,
rogando al Señor que no aparezca un revisor y me multe £20 por mi mera
estupidez.
Por
suerte, sólo he tenido que esperar 15 minutos al tren que volvía a Weybridge. Tras
diez minutos en tensión, he conseguido llegar, sin pagar extra, a mi destino. Y
luego he caminado hasta la oficina. En total sólo he perdido 50 minutos de trabajo
que nunca recuperaré. No es para tanto.
Por
supuesto el camino a la oficina vuelve a poner el Whatsapp on fire y escribo
mientras me doy en la cara con los ramajes. Lo de siempre.
Acaba
de llegar un e-mail diciendo que hoy no hay comida en Weybridge. El destino no
quiere que venga a esta oficina, y creo que lo estoy desafiando.
No comments:
Post a Comment