El
menú del día se presenta especialmente repugnante hoy. Atún, puerco y, para los
vegetarianos infelices como yo, tartaletas de cebolla y queso de cabra. Sabéis
dónde se pueden meter las tartaletas, ¿verdad?
La
vida es muy dura. Con lo bien que desayuné, comí y cené yo ayer. Krispies, lasaña
que llevaba mi nombre (Lasaña Alvarado) y Khao Pad Veg en el Churchill Arms.
Por
suerte, salvo por lo de venir a trabajar, el resto de la vida va bastante bien.
Ayer
en el metro de vuelta sonó Ceremony de Galaxie 500 en mi shuffle. Como siempre,
me emocioné, y tuve que ponerla otra vez. Y así en Repeat 1 hasta que llegué a las
escuelas, donde la puse en la minicadena otras 7 u 8 veces antes de irme a dormir.
Esta mañana la he escuchado desde el tren de Hackney Downs de las 7:39 hasta Earlsfield
a las 8:34. En Earlsfield ya me he cansado. Estaba pensando que a lo mejor
podía salir en los periódicos de 2025 en plan “Escucha sólo la misma canción
desde 2013: ‘Todo empezó porque me había tomado cuatro cervezas y me emocioné
en un tren en la noche, y así seguí todos estos años’”.
Desafortunadamente
no puedo ser tan rara. No podría escuchar Just Like Honey, temazo que acabo de
escuchar y que me ha dado vida y calor interior. Voy a ponerla otra vez.
Y
desde que escribí eso la he escuchado ya cuatro veces. Si la dejo desde ahora
(12:38) hasta que me vaya de este agujero infecto (17:25), con 5 pausas para
echar una fika de 7 minutos cada una, puedo escucharla 82 veces y media.
Me
voy a echar una fika.
Mientras
fumaba he decidido dos cosas: que me voy a ir a la playa y que me voy a comprar
un vestido de flores. Y ahora me voy a comer un repulsivo sandwich de Brie y
pepino mientras pienso en lo bien que estaría yo en la playa con mi vestido de
flores.
Os
dejo con un poema:
El
lago seko
Reflejaba
el vacío
De
mi alacena.
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