Aquí estoy de nuevo.
El
fin de semana de la barbacoa infernal ha llegado a su fin, y con él también se
han terminado mi dignidad, mi integridad física y mi buena reputación.
Vale,
no tenía ninguna de esas tres cosas antes. Silencio.
Sólo
me queda un fin de semana de verano, y será el último antes de empezar un otoño
de clausura. Diré que pienso irme por la puerta grande, voy advirtiendo.
El
viernes estuvimos en el concierto de Suede nº 17. Fue bastante mítico, si bien
teníamos delante, como siempre, a la persona peor vestida del mundo, con un
chándal rosa y una camiseta de A New Morning.
El
alrededor escénico era idílico y frondoso, y con baños de lujo. El bar era como
en todos los festivales, con una cola que llega hasta el domingo que viene.
Pero servían botellas de Becks de PVC y eso hacía que pudieses comprar tres a
la vez y meterlas en el bolso y no tener que volver.
Después
del tradicional disfrute y la tradicional decepción con las canciones nuevas,
nos fuimos a engordar el número de pubs que hemos de visitar. No vamos a poder
terminar los 80 antes de Septiembre por problemas de logística de gente que coge
y se va a vivir a un pueblo perdido, pero mi cartera lo va a agradecer.
Tras
la elegancia de The Spaniard’s Inn, nos fuimos a la decadencia de The Hideaway.
Después de eso, al Aces and Eights, donde había gente mayor y fea. Eso está
bien porque nos hace ser The Beautiful Ones.
Tras
unas patatas de kebato bastante sabrosas, conseguí irme a casa sin dormirme en
el búho a las 4 de la mañana. Una vez en las escuelas, me comí todos los
Krispies.
El
sábado era la barbacoa. Y fue la barbacoa para siempre.
De
camino allí, en el eterno viaje de Overground hasta Acton, estuve mirando el
plano de metro. Me puse a analizar el número de paradas que tienen acceso para
sillas de ruedas entre calle y andén, y entonces pensé en el Teniente Dan. El
Teniente Dan y sus piernas nuevas. Y entonces me puse a llorar porque Forrest
Gump Jr es TAN LISTO, JENNY.
Cuando
el overground se para en Willesden Junction y ves el cementerio de neveras y el
HORROR, te ves transportado inmediatamente a un mundo apocalíptico de Mad Max.
Si alguna vez tengo que volver a bajarme en Willesden Junction perderé la
voluntad de vivir.
En
la eterna barbacoa hubo de todo, incluyendo un olor a vaca ahumada que siempre
estará en mi capa de hobbit, juegos de charades de treintañeros donde el
protagonista siempre es Ben Affleck, drinking games de los Goonies y, cómo no,
gente fea y acélguica.
Yo
quería irme a mi casa pero no había manera de irse, así que dormí en un beanbag
con cuatro personas.
Por
la mañana también quería irme, pero tenía hambre y quería que me diesen de
comer. Nos alimentaron y a las 11:59 nos fuimos al pub a tomar algo al sol. El
día anterior no había hecho más que llover y no estábamos preparados para dar
por zanjada la barbacoa.
Y
así, de repente, eran las 11 de la noche otra vez y era necesario ir a cantar
al karaoke, porque subirse al banco del pub y cantar Motherlover entera no era
suficiente.
No
conseguimos ir al karaoke y sólo conseguimos ir a más pubs. Bailé Rihanna, y no
voy a decir nada más al respecto.
Volver
a casa tras varios días vestida de Hobbit es duro. Por suerte es Hackney y
nadie se sorprende por nada.
Auro
me revivió en Casas de Peña con un montón de tortillas y limonadas.
Después
me fui a mi hogar a ver Newsroom y Breaking Bad como hacen las personas. I like
you, Kieffer.
Me
fui a dormir a las 10 de la noche, lo que hizo que me levantase a las 4:38.
Sorprendentemente he llegado a tiempo al tren de las 8:12. En él, se encontraba
uno de los commuting characters que más desprecio, que es la desgraciada que
decide que el mejor momento para pintarse las uñas con un esmalte apestoso es
en un tren sin ventanas y con mucha gente.
Je
travaillerai. Adiós.
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