Me
he retrasado tanto en esta crónica que obviamente me acuerdo sólo de lo
imprescindible dentro de lo que ha acaecido en el último mes. Sin embargo, en
mi filosofía SQR no cabe tomarse en serio ni siquiera un simple blog sobre la
vida del Chuck común. Haremos lo buenamente posible por tener el recuerdo, si
bien algo borroso, de la visita de Viveka a Londres y de las patatas fritas que
nos hemos comido en esos días.
Es
la medianoche del viernes al sábado 14 de Julio, y yo he vuelto de Colonia tras
estar atrapada primero en un aeropuerto, después en un avión, y más tarde en un
taxi. Obviamente lo primero que hago es echarme una fika en la puerta de mi
casa. Después llamo a la puerta y me abre Viveka dormida. La dejo dormir,
probablemente me echo otra fika en la ventana y luego me voy a dormir.
Eso
no ha sido una narración complicada.
Pasemos
pues al sábado por la mañana.
Vosotros que me conocéis sabéis que yo quiero
salir por la mañana pero hay cosas que salen que me lo impiden. Cosas como el twitter, el
café, secarme el pelo o el sol.
También
habíamos de ponernos al día mi amiga y yo, ya que la había abandonado en
Inglaterra dos días.
Ese
día fue de los primeros en los que vimos el sol aquí en el verano de la isla.
Quedamos con nuestros amigos los Stark y su bebé, en ese pub que tanto nos
gusta en Hampstead. Sí, ese con el jardín de los calefactores que está al lado
del Overground. Ese digo.
Allí
comimos. Algunos hamburguesas y manjares selectos hechos con los mejores
animales. Yo, patatas fritas. No os preocupéis: son patatas finas, están de muerte,
y además me pedí dos, una por cerveza.
En
la mesa de al lado conocimos a dos perritas, madre e hija, que nos quisieron.
Eso siempre es bueno. Por supuesto me provoca querer ver más perros, así que
fuimos a pasear a Hampstead y Parliament Hill como es menester. Siempre que
entro a Hampstead pienso en cómo Boni sería la estrella del barrio, en cómo la gente
la miraría y diría “Qué realeza! Qué porte!”
Nos
hicimos una foto para el tito Ferio, al que echamos siempre de menos, y luego
procedimos a ir a Highgate a dar una vuelta por el barrio. Una de las ventajas
de ir con bebés es que cuando es cuesta arriba y el grupo lleva un carrito con
las maletas de las vacaciones, la gente quiere coger autobuses, y tu duende del
ejercicio no te puede reprochar nada. NADA, Duende del Ejercicio, esta vez HAS
PERDIDO! JA!
En
Highgate íbamos a ir a una tetería monísima con langostinos hechos de punto en
el escaparate. Pero! Cerraba. Así que nos conformamos con ver el escaparate y
nos fuimos al PUB! Nos sentamos fuera. Se nos había olvidado que a veces uno
puede sentarse fuera a disfrutar de un poco de sol. Qué ocurrencia tan
extravagante.
Aunque
Baby Stark se portó extremadamente bien, se hacía tarde, y los bebés no pueden
estar fuera de casa todo el día como si fueran unos adolescentes de los
suburbios de Pennsylvania. Nuestros amigos habían de partir. “Excepto que te
vayas tú y me quede yo?”. La emoción de Vir al pensar que podía salir un sábado
noche era visible en sus pupilas. Ocurrió. Tres chavalas sueltas por el norte
de Londres en busca de rock n roll!
Bueno,
ciertamente lo que hicimos fue cambiar de pub y seguir rajando y tomando
cervezas y vinos. Y yo echando mis fikas, claro. Heaven Is A Beer Garden.
Luego
anocheció y se puso a llover. O qué os creíais, que estábamos en Jauja aquí?
Aquí llueve, chavales.
Tomamos,
erm, patatas fritas en el pub nuevo. El pub ese, The Spaniards Inn, es guay.
Las patatas, desafortunadamente, eran gordas. Pero son patatas, y se comen.
A
una hora prudente (yo qué sé a qué hora, que hace de esto mes y medio) nos
tuvimos que marchar. Supongo que a la hora que cerraban el pub.
El
domingo, 15 de Julio, teníamos programado un excelente día. Viaje a Oxford con
Robert para quedar con Rabone. Sí, Rabone. Eso es todo lo que voy a decir al
respecto de eso.
Habíamos
quedado a una hora temprana, pero no teníamos prisa porque Bobby siempre llega
tarde. Menos ese día, claro, que llegó pronto, porque siempre hace lo contrario
de lo que se espera de él.
Llegó
y tomamos un café en la casa antes de salir, con calma. Subimos al coche y
fuimos rumbo hacia el norte por Wimbledon. Yo mientras iba explicando a Viveka
las cosas que íbamos viendo, y por dónde estábamos pasando. En Roehampton se
dio cuenta de que se había dejado el móvil, el método de comunicación con
RABONE, así que tuvimos que volver. A la vuelta volví a explicarle las cosas
que íbamos viendo, y por dónde estábamos pasando.
Horas
después, y tras una parada en el Costa del Village, volvimos a partir hacia el
norte, y yo fui explicando... bueno, ya sabéis.
En
el coche, por la campiña, escuchando los Strokes, entre rayos de sol y
tormentas incomprensibles, llegamos a Oxford hora y media más tarde de lo
planeado. Estaba lleno de turistas y niños con jerseys de Oxford, y la calle
principal podría ser cualquier calle principal.
Por
suerte, nuestro destino elegido estaba ligeramente apartado de la muchedumbre.
Este era The Eagle and Child, pub también elegido por JRR Tolkien y CS Lewis
para tener sus charletas intelectuales. Mi emoción subía a niveles
desorbitados, especialmente al divisar el menú de sausage and mash vegetariano.
Pedimos nuestras merecidas cervezas y nuestros almuerzos, y disfrutamos de uno
de los rincones que claramente había sido escenario de los primeros borradores
de Bag End.
Me
trajeron unas salchichas con un aspecto impecable, suculentas y grasientas, que
por supuesto no eran las vegetarianas porque las vegetarianas no te dan ganas
de llorar con ese olor maravilloso de animal. Viveka las probó para confirmar,
segundos antes de que el camarero viniese y me dijese “te he traído las
salchichas de animal”. Suspiro.
Las
salchichas vegetales estaban muy ricas, no os preocupéis por mí.
Después
vino Rabone, y tomamos alguna cerveza más, y luego su novia, que resultó haber
ido al mismo colegio que Bobby, por lo que tuvieron historias que contar
durante una muy amena velada.
Bobby
y yo salimos a fumar, y yo me puse la máscara de gato para fumar y a la vez
tener una conversación muy seria. Llevar máscara de gato y fumar a la vez es un
acto bastante complicado, pero también lo es actuar con naturalidad mientras
haces esas dos cosas. Los adultos te miran con extrañeza, pero piensan que
puede haber muchas explicaciones posibles para tu comportamiento. Los niños te
miran con extrema incredulidad, y no lo entienden, no saben por qué hay una
persona con cara de gato que no está haciendo ningún tipo de show. Y eso me
hace feliz. Ese es mi show.
Rabone
y Mrs (es que no sé su nombre, lo siento) resultaron unos excelentes guías de
la ciudad. Ella me dijo que había ido a Oxford porque pensó que era lo más
cerca que estaría de ir a Hogwarts en su vida. Y claro, eso me llenó de
felicidad, y di saltitos de alegría por los adoquines.
Nos
enseñaron Merton College, donde ellos habían estudiado, y donde Tolkien era
profesor. En teoría los domingos no se puede entrar a los colleges, pero
nosotros sí pudimos porque íbamos con ellos. Felicidad, flipación, árboles y
anécdotas estudiantiles. Es una de esas cosas que deprimen cuando lo piensas
porque tú no has ido a Oxford y no eres Tolkien, Bill Clinton, ni ninguno de
sus descendientes. Hasta pasadas unas horas ni me había acordado de que el
Presidente Clinton había estudiado allí con su Rhodes Scholarship. Mi amor por
Oxford se multiplicó por 5,780.
Terminamos
el día en un Beer Garden fantástico, hablando de presidentes, de ser
estudiante, y de los góticos. Los góticos siempre salen a colación. Allí, en la
mesa de enfrente, había cuatro tipos. Uno iba con un traje de tigre, otro de
pinguino, otro de león y otro de no sé qué. Me puse la máscara de gato para hacerles
una señal de amistad, pero supongo que no me habrían aceptado en su club. Por
qué no llevaré encima el traje de vaca cuando lo necesito?
Antes
de irnos vimos un montículo al que queríamos subir. Pero no subimos porque o
había que pagar, o estaba cerrado. Una de esas cosas. Paramos en una tienda de
conveniencia a comprar chocolate, agua y un souvenir para mi mausoleo. Pasamos
muchos problemas para pagar el parking, pero conseguimos salir de allí.
El
camino de vuelta se hizo tedioso con el cansancio que impide que
fluya la conversación, el ruido de la autopista que no permite echar fikas como es debido, y el extremo tráfico, que simplemente te hace querer matar.
Un fin de semana muy productivo, en mi opinión. Espero que estéis de acuerdo. Si no, pues nada.