Estaba pensando en contar la historia que básicamente ha marcado el fin de mi 2013. La historia de por qué, debido al estrés laboral, al desquiciamiento que a veces provoca la interacción humana , al hecho de que el pub que está “a la vuelta de la esquina” se encuentre en realidad dos boroughs más allá y tú no lleves abrigo; y a otras variables menos destacables, me levanté una mañana de noviembre con media cara paralizada.
Pero
no voy a hacerlo. Creo que no queda nadie que no la haya oído. La guardo para
mi repertorio de conversaciones de ascensor, junto con “por qué eres
vegetariana” o “por qué vas de negro”. Tengo unas respuestas muy elaboradas,
con sus punchlines, y si acabo escribiendo sobre ello, la gente dejará de
creerse que soy espontánea y elocuente.
La
cuestión es que poco a poco voy recuperando el control sobre mi expresión
facial. Podríamos decir que me lo merezco por reírme tanto del episodio de I’m
Disabled de The IT Crowd. Pero también ayudo a ciegos a cruzar la calle. Es una
cuestión de balance en mi karma, y pienso que debería ser positivo.
En
cualquier caso, estoy saliendo de esta. Ya puedo fingir que no me pasa nada, y,
salvo en los ataques de risa en los que mi lado derecho muestra mucha más
efusividad, la gente tiende a no darse cuenta y quien no me conoce simplemente piensa
que soy de naturaleza seria. Yo me ocupo de decirlo, de todos modos, para que
nadie piense que les miro con profundo desdén a propósito. Porque a veces sí es
a propósito y me gusta que sean conscientes de ello.
Dicho
ya esto, puedo proseguir a contar mis aventuras. En los primeros días de
noviembre se puede decir que mis aventuras fueron ninguna. Los médicos me
prohibieron beber, bailar y reír. Bueno, no me prohibieron reír, pero ya me
dirás tú de qué me voy a reír si no puedo beber o bailar.
Por
supuesto me salté algún que otro consejo médico y me fui a ver a Suede a la
Riviera a beber Fanta naranja y bailar muy poco. Por suerte me rodean
fantásticos amigos, y el nexo que nos une y fortalece nuestros lazos no
defraudó. Prueba A:
From now on all good European gigs will be refered to as 'doing a Riviera'. Wonderful night last night, thank you Madrid.
— Mat Osman (@matosman) November 10, 2013
Mentiría
si dijese que no me importó no poder beber o bailar en tal magnánimo evento. Pero
lo pasé en grande, y ningún contratiempo iba a impedir que yo asistiera a ese
concierto. Ninguna enfermedad, ningún viaje a Lisboa. Nada.
También
tuvimos ciertos fracasos, como no puede ser de otra manera en el clan de los
fracásibols. Una de las medallas fracasibles se la vamos a colgar a Ferio, por
llevarnos a un restaurante caro a cenar. La culpa la tenemos todos los demás
por no cuestionar la decisión, pero la medalla se la tenemos que poner al
líder. En esta situación que nos ocupa yo llevaba tan sólo dos días con la cara
en desuso. Si bien comer era difícil, comer en público era imposible. Pero nos
reímos. Nos reímos mucho cuando llegaron los platos de €17 que contenían 4
raviollis cada uno.
Tras
ese fracaso, la siguiente reunión, mucho más satisfactoria, fue la Fiesta de la
Tortilla. Por muy poco dinero y gracias al trabajo de otros, pudimos comer
tortillas y quesos en amor y compañía. Luego todo se estropeó cuando subimos al
cubo de Troy, pero fue un buen día.
Acabé
pasando veinte días en Madrid, mayormente encerrada entre casa, el pueblo y el
dentista. Estoy muy agradecida a mis familiares, perros, empleadores y
dentistas por dejarme la oportunidad de estar enferma y tirada en un sofá sin
hacer nada. Siempre es un placer, y soy consciente de que otros en mi situación
no lo habrían tenido tan fácil.
Una
vez abandoné mi medicación, aproveché para beberme todas esas cervezas que
habíamos dejado en el camino de una manera tan poco elegante. Adiós, Fanta.
Adiós, Aquarius. Adiós, infinitos vasos de agua con pajita.
La vida
de El Hak sigue su curso. Cosas como no poder parpadear con soltura o parecer La Bestia tratando de comer sopa cuando bebo de una botella de Heineken no pueden parar este tren
de diversión. Tren que ciertamente descarriló y hubo que ir recogiendo en pedazos
desperdigados, pero hey, ya casi hemos vuelto a la vía.
Las
aventuras de diciembre las dejo en el cajón por el momento. El público no está preparado y yo tengo otras cosas que hacer ahora mismo.
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