Jueves, 2 de
Octubre de 2014
- Pachi,
queremos ir a Downtown. ¿Dónde está la parada del autobús?
- En frente de
Lighthouse Coffee Roasters, ¡no tiene pérdida!
De buena
mañana fuimos a por nuestro café de Lighthouse y, siguiendo las instrucciones
del bueno de Pachi, cogimos el autobús a Downtown en la parada de enfrente del Lighthouse.
En Seattle, compras un billete del autobús y te sirve para ir en todos los
autobuses que quieras durante la siguiente hora y media. Esto está muy bien
porque así, cuando te subes al autobús en el sentido contrario camino de Alaska,
puedes bajarte, cruzar la calle y coger el autobús en el sentido correcto sin
sentirte tan subnormal como te habrías sentido de haber tenido que pagar el
billete de nuevo. Una vez rectificado este pequeño error, sólo habían pasado
unas diez calles, y pudimos reír al respecto cuando el autobús paró en LA OTRA
parada enfrente del Lighthouse.
Era uno de
esos días en los que se me olvida que odio ir a tiendas, y el plan era ir a ver
si en Urban Outfitters se cocía algo. Lo que pasa es que no encontré el Urban
Outfitters de Downtown. En su lugar encontramos una tienda de paspartús, que es
la cosa que más le gusta al Grillo, y me hizo hacerle fotos con ellos.
También estuvimos
en la Seattle Public Library, donde hay buenas vistas y baños que puedes
utilizar, así como una gift shop. Es posible que tenga un problema con los
edificios oficiales y sus gift shops. Sobre todo cuando venden chorradas que no
tienen nada que ver con el sitio concreto. Peluches de Grumpy Cat!
Tras todos
estos viajes y experiencias, es de sobra evidente que ir a Downtown nunca
merece la pena, que es un agujero lleno de locos, como hemos demostrado en
nuestras diversas crónicas de ciudades de América. Pero veréis que en Los
Angeles también fuimos, y veréis, muy pronto, cómo voy a ir también en Boston y
Philadelphia y Washington DC y Nueva York. Pero esto aún está por venir.
El caso es que
nos largamos de allí una vez más, para ir a Capitol Hill una vez más.
Una vez en
nuestra salsa, entramos en Everyday Music y lo dimos todo con mis pocos
dólares. Yo compré Funeral de Arcade Fire en vinilo, porque soy así de
pretenciosa, y el Grillo compró Who’s That Girl de Madonna en vinilo, porque
carece de dignidad pública. Para portar nuestras adquisiciones, le regalé al
buen Grillo la tote bag de la tienda, que a día de hoy sigue portando cualquier
adquisición que hagamos en el Carrefour de la esquina. Así evoluciona el
glamour de nuestra triste vida.
Habiendo
hambre ya, retrocedimos cuesta abajo para comer a un lugar por el que habíamos
pasado con anterioridad, llamado Honeyhole, donde tenían unos deliciosos sándwiches
de bacon vegano y pollo vegano, y patatas fritas y cerveza. Capitol Hill tiene
todo lo que yo necesito para vivir feliz, incluido el extra de Monterey Jack
Cheese.
Tras una
holgada estancia en el garito, volvimos a subir la cuesta para continuar hacia
el parque, pero yo decidí que no me venía nada mal un soya latte. Por esto,
volvimos a bajar la cuesta un poco para ir a Stumptown Coffee Roasters, otro de
mis lugares elegidos de mi lista de foursquare repletita de planazos, en el que
ya había estado en mi viaje de 2011. Y esta vez, sí, café en mano, volvimos a
subir la cuesta para ir al parque. El problema fue que el Grillo se dejó el
sombrero en el Honeyhole y tuvimos que volver a bajar la cuesta para ir a por
él y volver a subirla para ir al maldito parque.
Por suerte,
Volunteer Park y el camino hacia él son buenos lugares donde hay buenos perros
que pasean. Hay incluso un Urban Outfitters. La verdad es que es raro encontrar
algo que no sea espantoso en Urban Outfitters, pero yo siempre entro, no vaya a
ser.
En el largo
paseo del camino, el Grillo compuso la canción de la “hamburguesa rastrera
(merienda/ cena)”. Esta es una de las cosas que surgen cuando eres muy
consciente de que, por culpa de ser vegetariano, pagas más y eres más infeliz. Una buena
hamburguesa rastrera callejera, de mala calidad y óptimo sabor, que comes con
las manos por un dólar cincuenta. Suspiros.
Así cantando,
llegamos a Volunteer Park, donde vimos el sol de otoño sobre la Space Needle en
la Reservoir. Y por haber tardado tanto en llegar allí, sólo pudimos cruzar el
parque e irnos. Paramos por supuesto en los baños públicos, y vimos árbore,
bello, bella, y el invernadero desde fuera.
Habíamos
quedado en Ballard, donde iríamos al concierto de los Drowners esa misma noche.
Para ir allí, cogimos un autobús correctamente, y nos bajamos en medio del
Barrio de Apuñalar para ir a los Ballard Locks a ver el atardecer sobre los canales
de pescadores de salmón. Not many people know this, but you can put your
weed there. Con esto me refiero a
que no mucha gente visita los Ballard Locks porque la gente no sabe lo que de
verdad es bueno. Merece la pena, y yo tengo razón.
Fuimos al
encuentro de Pachi y ésos sus amigos por la calle donde pasaríamos mucho, mucho
tiempo. Ballard es mejor que Capitol Hill, porque no hay tantos dementes por
las calles, que son más pequeñas y cucas. Vimos al Unicornio Desbocado, que nos
cayó tan bien que fuimos a verlo varias veces más.
Tomamos algo
en MacLeod’s Scottish Pub, donde gente pretenciosa cuestionó la autoridad del
Grillo debido a su discurso en defensa de la perfecta validez de Madonna y Who’s
That Girl. El siguiente lugar, muy a mi pesar, fue un restaurante mexicano, en
vez de lo que habría tenido todo el sentido, que habría sido una buena pizza.
Pero bueno, estuvimos cómodos en la terraza, la compañía era agradable y la
comida vegetarian-friendly.
Llegó el
momento de ir a nuestro concierto, en la Tractor Tavern. Por supuesto le
compramos una camiseta del garito a Trect, porque cuando uno es tan tractor, lo
tiene que llevar como insignia.
Estábamos muy
emocionadas de ir a ver a Matt Hitt, por eso de que es amigo de mi marido, a
pesar de tener doce años y medio y hacer música de dudosa calidad. En concierto
ganan mucho, y en directo es un buen chickenlager.
Nos dieron un poco de pena porque sólo había 20 personas viéndoles tocar, pero América es así, les gusta Blink 182 y los demás no podemos hacer nada por arreglar eso.
Nos dieron un poco de pena porque sólo había 20 personas viéndoles tocar, pero América es así, les gusta Blink 182 y los demás no podemos hacer nada por arreglar eso.
En lugar de
hacernos amigas de la banda e irnos de gira con ellos por USA y conocer a
Zackery y casarme, nos fuimos al terminar el concierto a buscar a los demás.
Les encontramos en otro concierto gratuito de folk, de Profesor Eller y Madame
Gall o no sé qué. Molaba bastante y tocaron unas versiones de Magnetic Fields,
que me hicieron mucha ilusión. En Seattle conoces gente sólo porque ellos no te
conocen y quieren conocerte. Entiendo que eso no pasa en Madrid, porque aquí ya
te conoce y desprecia toda la población de edad elegible. Desde aquí mando un
saludo a mi amigo Matt Cecil que me invitó a PBRs en Lock and Keel Tavern y es
tan buena gente. Me obligaron a partir a las 4 AM. Normalmente no soy
partidaria de estar fuera del hogar a partir de las 2 AM, pero estamos hablando
de una noche estupenda. Ay, Seattle.
Viernes, 3 de
Octubre de 2014
Enlazo las
entradas, puesto que este se trata de nuestro último día en Seattle. Qué
tragedia. Diciendo a todo el mundo que nos íbamos a Los Angeles, tó
emocionadas, sin saber lo que realmente nos esperaba.
Anyway… Pachi
estaba “enfermo” y se quedó a trabajar desde casa de esta guisa:
Allí le
dejamos, y nos subimos y bajamos unas cuestecitas para ir al Lighthouse a por
el café por última vez. Nuestro plan era ir a Ballard de nuevo, puesto que nos
había gustado tanto de noche que queríamos verlo de día. Fuimos caminando bajo
el sol por las breweries que hay en el camino. Eso sí que es un planazo, las
breweries. Lo apruebo como trend del momento. Pasamos por cosas masónicas, y
por el nuevo Bauhaus café, donde tomé mi segun
del día, mientras el Grillo probaba y elegía cuidadosamente todos los
puntafinas que había en Dakota Art Store de enfrente. Fue tan cuidadosamente
que eligió, que también me tomé mi tércer.
Paseando por
la calle del unicornio de la noche anterior, decidimos comer. Decidimos comer
pizza, CLARO. Está Ballard Pizza, está Delancey’s, está Zayda Buddy’s, está
Patxi’s Tavern. Elegimos Patxi’s, y puedo alegar sin duda alguna que fue la
mejor elección.
Tras tal buena
pizza no había otra que tomar más café. Al Caffé Fiore ya con razón le tenía yo
echado el ojo. No sólo era un gran café con unas tasas de gusto impecable, sino
que tenía un camarero tíobueno de Los Angeles. Para nosotras esto fue una señal
de que en Los Angeles hay chickenlagers mazo majos. Otra equivocación.
Tomamos
nuestros cafés en la terraza y nos reímos muchísimo. Lo cierto es que no sé de
qué, pero es que tengo estas fotos:
Avanzamos unos
dos o tres pasos para seguir paseando, pero vimos el bar King’s Hardware.
Molaba demasiado como para pasar de largo. La decisión fue establecer allí el Headquarters
y cuando hubiese necesidad de seguir paseando, hacerlo mientras se echaban las
fikas por turnos. En uno de los turnos de Grillo, desapareció 35 minutos, pero
yo seguí en mi booth con mi pinta, mirando el paisaje chickenlageriano.
Y allí pasaron
las horas de nuestro último día en Seattle. Puliéndonos una pasta, trincando
cerveza… El hermanito mayor no lo jodió todo ni nada.
Pachi vino
allí a buscarnos, milagrosamente recuperado de su “enfermedad”. Esa misma noche
empezaba el Macefield festival en el edificio de al lado, con conciertos y
exposiciones gratuitas. Tocaban los Sonics en lo no gratuito, y una mierda muy
grande en lo gratuito. El bajista era atractivo, así que toleré ver un rato a
la banda horrible. Cuando empezaron a cantar su hit que se nos pegaría el resto
de la noche y el resto de la vida, “baby you’re great, you’re great, you’re
great, and you’re awesome” decidimos que habíamos tenido suficiente.
Pachi nos llevó a ver el Bastille, un restaurante francés caro y precioso. Allí estaba el Highlight del viaje, el perro Kevin, que hacía muchos truquitos fascinantes a cambio de treats.
Nos juntamos
con más amigos y les acompañamos a Ballard Pizza. Car tomó más pizza. Yo ya
había tomado suficiente pizza, a pesar de que hay algo muy cuestionable en la
frase “había tomado suficiente pizza”.
El planazo a
realizar después fue ir a Hilliard’s Brewery a tomar más cerveza. No, no
habíamos tomado suficiente cerveza.
En Hilliard’s
conocimos a más gente, como se hace en Seattle. Uno de ellos era el Master
Brewer, un Thor cortamaderas que se llevó la decepción de su vida al darse
cuenta de que ya se había casado con otra mujer antes de conocer a la mujer de
su vida que era yo. Lástima.
Una vez más,
conversamos sobre LA y nuestra inminente partida hacia allí a la mañana
siguiente. Nuestra emoción contenida y sus caras de póker eran una habitual
combinación. Pero eso ya es otra historia.
Fuimos muy
felices, Seattle. Gracias por acogernos y tratarnos tan bien, y por no llover.
Los amuletos de Sergio parecen hacer efecto.
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