Chicago. Sábado,
27 de Septiembre de 2014
En ocasiones,
el jet lag nos proporciona ciertas ventajas ante la adversidad. Para una
persona como yo, cuyos cabellos de Tina Turner se rebelan en la noche
convirtiéndose en un amasijo de aceite y mugre, abrir los ojos a las cinco de
la mañana en unas vacaciones en las que quieres salir de casa lo antes posible
para respirar la brisa del lago Michigan, es bueno. Nadie tiene que esperarme a
que termine de secar y peinar mi pelambrera, porque ellos duermen.
Sin embargo,
no deja de ser un poco aburrido que sean las seis de la mañana y la gente
duerma. Por suerte el Grillo también tenía su fresco jet lag y se despertó poco
después de mí. De desayuno, echamos una buena fika en la acera.
Salimos a
explorar un poco y a por un buen café, dejando dormir a Pachi, el cual sólo
tenía encima la diferencia horaria del Pacific North West.
Destino: el
Wormhole Coffee, el primero en mi lista de foursquare repletita de planazos.
Contiene un Delorean de verdad en el techo, un Han Solo a tamaño real, el
Halcón Milenario de Lego y sobre todo unos buenos Soy Lattes para que el Churk
se nutra de su sustento diario. Varias veces.
Para llegar
hasta allí, cogimos todas las callejuelas de Alta Fidelidad (the movie). Todas
las casas están cuidadas, tienen fachadas de colores huckleberryfinnescos,
jardines con perros que te ladran con la ansiedad de hacer un buen trabajo como
guardianes, y banderas de los Estados Unidos de América. Eso es así.
Árboles altos,
crujientes hojas amarillas en los caminos, ni una sola papelera para tirar tu
fika y ni una fika en el suelo. Acéptalo, Ford, ya nadie fuma.
Tampoco se
puede fumar en las terrazas de los garitos si están a menos de cinco metros de
la puerta de entrada, por lo que el disfrute de un café matinal con una buena
fika en las mesitas de madera de la puerta del Wormhole no es posible. Nada me
gusta más a mí que andar con mi café para llevar en una mano y mi fika en la
otra; pero al Grillo, famoso por no saber hacer dos cosas - como andar y
sujetar un café - a la vez, se le complica el asunto. Pobre Grillo.
En el Wormhole
dimos nuestras felicitaciones al barista, un amable hipster muy parecido al
albino de Yo, Yo Mismo e Irene, por un excelente latte art de 13 dólares y unos
buenos zumos de naranja.
Cuando tienes
ocho cafeterías distintas en tu lista de foursquare repletita de planazos pero
sólo cuatro días en una ciudad, hay que optimizar los horarios, las rutas y la
prioridad de la visita a cada una de ellas. El siguiente lugar en proximidad
era el Filter Café, y decidimos que iríamos a por otro take away para emprender
callejeando desde allí la vuelta a casa para despertar a Joaquinín.
El Filter es
el salón de una casa muy grande lleno de sofás de tapizados kitsch y gente con
Macs. Si Los Visitantes del Siglo XIII apareciesen en un café moderno de USA,
imagino que pensarían que el Macbook es un accesorio del futuro, como lo
podrían ser un bolso o unos zapatos. Pues esto lo escribo en el DELL del
trabajo, qué pasa.
El café del
Filter fue satisfactorio, si bien no tanto como el del Wormhole. Quizá el
Grillo sobrepasó su número óptimo de cafés, y su caminar se tornó carrera
espídica laberíntica de “Vamos, Lapú!”, y su correr en círculos bien podía
haber originado un pequeño vórtice autónomo y espontáneo. Pero es que Milwaukee
Avenue es bien merecedora de un buen
correr en círculos, pues la felicidad que proporciona es máxima, con sus
edificios de [ladrillo y escaleras de incendios bien cinematográficas, su tren
elevado con cables descubiertos bajo el cual te sientes Ellen Aim siendo
rescatada por Tom Cody, y en cualquier momento pueden aparecer una banda de
bandidos con antifaz a tratar de mangonearte, pero tú te defiendes con tu
navaja de tres al cuarto mientras suena el blues…]
El Grillo tomó
el teclado porque yo nunca habría hablado de Calles de Fuego. Dejémoslo pasar.
Banda de bandidos…
Anyway.
En el paseo,
los vecinos te saludan por la calle, porque son midwesterners. Sus perros, que
asumo también son midwesterners, también te saludan. Todo es FOLK.
Despertamos a
Pachi en casa, nos acicalamos un poco más, y volvimos a salir, más o menos por
el mismo camino, otra vez al Wormhole a tomar más café. Esta vez lo disfrutamos
en el interior, en el sofá, jugando a un videojuego de los ochenta que creíamos
que era de un pollo saltarín. https://www.youtube.com/watch?v=SxGsCY5twOs
Al ver la
portada me di cuenta de que era una justa sobre un avestruz volador contra un
pterodáctilo. No se me daba muy bien.
Descansamos un
rato más mientras Grillo dibujaba sus acuarelas, y después exploramos más las
tiendas del barrio. Reckless Records, Goorin Bros Hat Shop, Myopic Books de
nuevo, y un par de nimiedades como Dr Martens o Levi’s. Pachi se compró un sombrero,
pues le dio envidia el mío. Volvimos a Reckless Records a hacernos un buen
fotomatón de recuerdo, para inmortalizarlo en el diario de viaje que nunca será
completado.
Alrededor del
mediodía ya es la hora de la cerveza. Hacía un día soleado y perfecto para
tomar cervezas en terrazas. Anduvimos buscando una buena terraza para tomar
cervezas, aunque no se pudiese fumar en ninguna. Yo soy partidaria de caminar
sin descanso hasta encontrar el lugar apropiado. Pachi es partidario de
encontrar cualquier lugar porque quiere fumar. El Grillo no se pronuncia y
trata de ser feliz en su grillismo.
En Bucktown
había bistrós y ese tipo de sitios, con algunos carritos de bebé, en los cuales
evidentemente sacar un cigarrillo es como sacar una jeringuilla. Acepté no ir a
ninguno de ellos, y acabamos en Riverside Café. Riverside Café promete, con su
jardín y su bar interior. Su bar interior está lleno de alcohol a rebosar y
buena decoración. Su bar interior está cerrado y sólo lo abren para fiestas
privadas.
Yo andaba
distraída y Pachi y Car le preguntaron al camarero si podíamos fumar, y dijo
que sí. Lo que olvidaron preguntarle fue si había cerveza. No había. Era uno de
esos sitios de Trae Tu Propia Bebida. Si bien ese concepto me parece bien
cuando lo que te interesa es comer, cuando lo que quieres es que te traigan una
cerveza es bastante absurdo sentarse en uno de esos sitios. Pero de alguna
manera el camarero les convenció para ir al Seven Eleven a comprarse sus
cervezas. Obviamente yo estaba en contra y me cabreé, como es costumbre. El
Grillo fue al Seven Eleven por túneles de futuro apocalíptico, y yo refunfuñé
mientras la esperaba.
Pidieron algo
de comer que tenía una pinta asquerosa, y yo seguí refunfuñando, y luego llegó
la dueña del garito que nos dijo que no podíamos fumar. Riverside Café can eat
my poo.
Nos llevamos
el resto de las botellas de cerveza en su bolsa de papel, como los borrachos de
Baltimore, hasta la casa, donde Grillo se disfrazó de Pachi y poco más.
Era el momento
de tener nuestra primera experiencia en el EL TRAIN. El EL Train es de lo mejor
que puede haber en un paisaje urbanístico, y un gran método para ver panoramas
por el módico precio de tres dólares. En este caso decidimos comprar un billete
para el día que no amortizamos en absoluto, ya que nos gusta caminar hasta la
extenuación, pero no importa.
Cogimos la
blue line en Damen, nuestro hogar, para ir a algún lugar del Loop y explorar
Downtown. Decidí que íbamos a bajarnos en Washington. Mi motivo oculto era
visitar Daley Plaza, de nuevo por culpa de Sandra Bullock, pero esta vez por
The Lake House. Sí, yo soy así, parece que lo que me mola es el rock n roll,
pero lo que me mola son las rom coms. Y qué feliz.
De ahí, bajo
los raíles del tren y a la sombra de los rascacielos que fueron antaño los más
altos de la Tierra, llegamos al Theater District, donde nos esperaba el cartel
del Chicago Theater que el Grillo creía que era de ficción. Cuando se enteró de
que existía en la realidad le dio un ataque de pasión. El Grillo gusta de los musicales.
También fue para nosotras una experiencia vital ver el edificio de los padres
de Brad y Sarah, donde en ocasiones hay tipos colgados de la ventana, y puertas
giratorias donde se te pierde la capa de Thor.
Nos perdimos
un poco callejeando por Downtown en busca del río y llegamos casi por accidente
a Millenium Park. Estaba medio cerrado porque había un evento culinario, pero
vimos la haba espejo esa, Cloud Gate. Yo siempre que veía fotos de amigos en
Feisbuk en esa cosa pensaba que era algo turístico que hacía todo el mundo, y
no pensaba especialmente que fuera a ser una de las cosas más geniales y
molantes del universo. Pues bien, lo es. Me flipó en extremo y, si pudiera,
pasaría siete horas mirándola desde distintos ángulos y dando vueltas a su
alrededor como un perro feliz. Algún día lo haré.
Al llegar a la
orilla del río, nos sentamos en Cyrano’s, un buen bar con cervezas y perros y
donde se podía fumar legalmente. Esto era muy pero que muy beneficioso para
todos nuestros espíritus. El Grillo hizo su collage, Pachi fumó sus fikas, yo
hice fotos a mis dólares. Andrew Jackson, el presidente del bloque de queso y
los veinte dólares, es igual al fan obsesivo de El Guardaespaldas. http://cheezburger.com/7684722176
A falta de
querer coger un barco turístico, que estoy segura de que aportaría mucho a mis
conocimientos arquitectónicos, decidimos hacer el tour andando por nuestra
cuenta. Nunca sabremos qué son los edificios ni quién los construyó ni para qué
ni en qué año ni con qué materiales ni con qué finalidad, pero así en general
sabremos que molan. Y eso de momento es suficiente. Cada cinco metros o así mi
Kevin Carter interno detecta un mejor encuadre y anhela su Pulitzer. El
Wrigley, el Tribune, y todos esos cuyos nombres no sabré, qué maravilla. De
nuevo, necesito siete horas frente a cada uno. Pero no las tengo. Tengo
vacaciones limitadas por la sociedad capitalista. Er… Que no hay tiempo de
hacer nada.
Seguimos
caminando y caía la noche, así que presenté la moción de ir a beber y cenar a
Logan Square. Con calma y con un par de errores en la planificación del
transporte hacia allí, nos dirigimos al hipster heat de la ciudad. Logan está
arriba de Milwaukee Avenue, y Milwaukee Avenue, como bien he dicho
anteriormente, es un Dios. Yo ya había elegido el sitio donde cenar de mi lista
de foursquare repletita de planazos, pero antes habíamos de parar a refrescar el
gaznate. Era pronto y no había mucha gente en los bares, por lo que todos los
sitios con un ambiente oscuro se asemejaban a clubs de striptease o puticlubs
vistos desde fuera. El Grillo entró en uno y nos confirmó que no era tal, que
era un garitazo. Así que entramos en The Owl.
Allí, los
midwesterners nos trataron con su habitual cordialidad encantadora, y nos
dejaron abusar de la jukebox, y nos sirvieron cervezas. Yo fallé en mi
elección, pues de alguna manera el culto a las cervezas raras en hipsterlandia
no comprende que yo lo que quiero es una Heineken y, a falta de Heineken, la
cerveza orgánica-sin gas insertado-local-sostenible-vegana que más se le
parezca. Pero me tomé un par. Mmm cerveza.
Como yo no
había comido en el Riverside Café dado el asco que era, tenía hambre y quería
acudir ya al local elegido. No les dije qué era ni por qué, sólo pedí confianza
en mi criterio. En cinco minutos estábamos allí, en el Chicago Diner. Diner
vegano de hamburguesas y patatas fritas y cervezas. Qué gran sitio, qué gran
elección, qué criterio tan bueno tengo, qué bien se me da hacer planazos.
Pedimos
nuestras hamburguesas falsas, y el Grillo le hizo una canción a su Black Bean Patty with Sweet Potato Fries. Estaban bastante
deliciosas, lo que nos lleva al error habitual de llenarnos como mastodontes y
no poder ingerir ni una onza más de cerveza.
Desafortunadamente
la cosa no terminó muy bien. Los camareros de América sienten la necesidad de
venir a preguntarte qué tal vas cada diez minutos. Y cuando uno se está
comiendo una hamburguesa del tamaño de su cabeza, es posible que necesite más
tiempo de lo normal, especialmente si tienes en cuenta que somos gente de
Europa, donde se comen raciones de persona y no de elefante bebé. Ellos no lo
entienden y te sientes presionado para acabar, para ser como ellos, morsas que
van en coche y nunca subirán un solo peldaño en una escalera mecánica.
Tras la cena,
habíamos quedado no muy lejos con unos amigos de Pachi. Estaban en un sitio de
cócteles cuyo ambiente era excelente, si bien estaba lleno de gente de dudosa …
para qué voy a intentar describirlo de otra manera? Estaba lleno de pijastros.
Eso es así.
Apenas había
sitio y nos sentamos en la terraza sin sentido ya que ahí tampoco se podía
fumar. El Grillo se pidió una ginebra, yo creo que me pedí una cerveza que
podía haber tirado a los matorrales. Mi jet lag hacía que no supiera bien dónde
estaba ni de qué hablaba, y empezaba a tener alucinaciones.
Decidimos
irnos a casa. Casa estaba a media hora andando, un agradable paseo. Esto es, si
vas media hora andando en la dirección correcta, que no si vas por Armitage
Avenue hasta el barrio Latino en dirección contraria. Sí, soy una persona que
hace muchos planazos, pero quizá no deberíais confiar en mí para mirar el mapa
y elegir entre derecha o izquierda. Sorprendentemente no se me empujó frente a
un autobús por este error en un ataque de ira, simplemente nos dimos la vuelta
y emprendimos la búsqueda de un taxi.
Llegó un taxi.
Parecía un taxi normal, así que lo cogimos. No sabíamos que no era un taxi
normal, sino el mismísimo Niki Lauda disfrazado de taxista griego y loco que
iba A TODA HOSTIA. Cuando éramos así http://www.paraisosocultos.com/wp-content/uploads/2011/05/09/perro-en-descapotable-con-cara-de-velocidad.jpg
, Car tuvo que decirle que por favor fuésemos un poquito más despacio, que no
queríamos morir. El señor, muy amable, dijo que tendríamos que haberle avisado
antes de que no queríamos morir. Niki Laudapapadopoulos.
Este es el
final del día. El final del día. Sólo quedan trece más de aventuras.
cara de mucca+pachi y la habichuela reflectante favorite pics.
ReplyDeletemuy chistoso todo Lapú
Great, can't wait for the next one. Igual voy a por el día 1 primero, que me se me escapo...
ReplyDeleteLOLOLOLOLOLOL
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