Comienzan las
vacaciones de Grillo y Churk, o LeFou y Lapú, o El Hak y El Hak, rumbo a los
Estados Unidos de América.
Nos espera un
viaje cargado de emociones y pizzas, y pizzas cargadas de emociones. El
itinerario elegido es Madrid – Chicago – Seattle – Los Angeles – Madrid. Para
luego volver a Detroit. O quizá no Detroit.
El día antes
de partir, pasé media mañana en una trepidante batalla de social media pidiendo
a American Airlines e Iberia que nos sirvieran comida vegetariana en el avión a
Illinois. Cuando haces una reserva con una compañía pero el vuelo está operado
por otra compañía, una compañía no sabe qué hace la otra compañía y básicamente
te quedas sin comer durante nueve horas. Catorce, tal vez, si cuentas con las
horas perdidas de aeropuerto. Sabiendo esto, fuimos preparadas con sándwiches
hechos por el Grillo, pipas y frutos.
Para viajar a
USA hay una cola especial en el control de seguridad, en el que has de sacar
todos tus aparatos electrónicos y ponerlos en una bandeja aparte junto con
todos sus cables. Todos mis cables y aparatos electrónicos estaban
perfectamente alineados de manera simétrica y perfecta, algunos de ellos
incluso habiendo sido limpiados previamente con un buen Windex. El tipo que
mira los monitores no lo apreció lo suficiente, tienen prohibido confraternizar
con los pasajeros. Al Grillo le hice creer que es un delito federal hablar con
los del control de seguridad. Pobre Grillo.
Mi plan era ir
tranquilamente y con tiempo para poder comprar entradas de los Manics en la
puerta de embarque, pero en el tercer o cuarto control antiterrorista, la tipa
decidió que era menester que yo pasase un control extra. Supongo que han de
seleccionar a gente de buena presencia para evitar ser acusados de racial
profiling. Esto interrumpió la compra de mis entradas y me quedé sin ellas,
pero eso es otra historia. En ese control extra había un agente federal que
miraba mis documentos, pero no me preguntó si yo ordené el código rojo ni nada.
Una auténtica decepción.
Con tanto
control, y sin entradas de los Manics, subimos a un avión de 1987. Esto
significa, sin pantallita propia ni enchufes. Esto me cabreó. Por suerte
llevaba mi Kindle con la trilogía de Divergent. Esto fue un verdadero error del
que sólo me he dado cuenta este fin de semana cuando me la he terminado, pero
eso también es otra historia, y al menos estuve entretenida con la mierda de
Tris Prior. Eso me enseña a volver a leer novelas adolescentes escritas por
señoras cristianas de América. Mrghhf.
Las pelis del
vuelo fueron Grace de Mónaco y Blended. Vi un trocito de Grace y realmente era
insoportable; y Blended… pues es que ya la vi en el cine.
Desperté al
Grillo varias veces con mis movimientos en mi jaula, pero en general fue un
vuelo suave y se hizo bastante corto. En Iberia, la comida principal tiene la
opción de ser pasta, y si no tienes un estómago débil, celiaco o intolerante a
la lactosa, puedes digerir los canelones de espinacas.
O’Hare
International Airport, viaje en el tiempo a 7 horas menos. Al aterrizar, se nos
comunica que por “algo que ha ocurrido en la torre de control”, la mayoría de
los vuelos domésticos entrantes y salientes han sido cancelados, y que la gente
que llega a hacer conexión probablemente se quedará en tierra hasta el domingo.
Los americanos a bordo murmuran “terrorists” y ese tipo de cosas, mientras yo
me pregunto si el vuelo de Pachi habrá sido cancelado y estará en Seattle, St
Louis o Indianapolis.
A medida que
vamos saliendo del avión y avanzando por los pasillos, nos enteramos de que ha
habido un incendio accidental en la torre, no relacionado con terrorismo (como
SIEMPRE) sin daños colaterales salvo el caos habitual aeroportuario.
El Grillo
quería hacerme ir a la cola de inmigración de los inexpertos, de los novatos,
de los países que requieren visado. Yo le hice ver que nosotras ya tenemos un
estatus de ESTA que nos permite una entrada más rápida en la Tierra de las
Oportunidades, y fuimos a la cola con los americanos y canadienses, la élite,
como nos corresponde. El del control era un tipo la mar de majo que nos ofreció
gel desinfectante para limpiar nuestras delicadas manos tras tocar el nido de
gérmenes que es el panel lector de huellas dactilares. Así obtuve mi sello en
mi pasaporte (Sandra Bullock®) y avanzamos hacia la Libertad.
O’Hare.
Misión: saber qué habrá sido de Brenda (en este caso, Pachi) y si llegará.
Misión previa a misión: CAFÉ. Misión previa a misión previa: ECHAR UNA BUENA
FIKA. Ese mareo estupendo que te otorga la primera fika de después de volar
nueve horas y media y estar en aeropuertos catorce. En O’Hare ya vimos dos
perros que prometían un buen visionado de perros de América. En los aeropuertos
tienen “Pet relief area” para que los perros vayan a hacer sus necesidades. Eso
es avance tecnológico, amigos.
Descubrimos
que el vuelo de Pachi era de los pocos que iba a aterrizar. Esto es tener
bastante suerte, en mi opinión. Se había retrasado sólo dos horas, lo que nos
daba tiempo a visitar las terminales, a tomar Starbucks, a echar más fikas, a buscar
dónde leches aterrizaba Pachi, y a hablar con los Midwesterners. Nuestro primer
conocido Midwesterner fue James, oficial retirado de las fuerzas aéreas,
originario de Indiana, y aficionado a la pesca. Os podéis imaginar la alegría
que supone para el Grillo hablar con alguien en serio de EL PESCADO. También
hablamos de su licencia de vuelo y de los halcones peregrinos, y de las diferencias
entre el español de México y el español de España, y del inglés de Inglaterra y
el inglés de América. “Because you know they speak English over there in
England”. Sí, y esto es sólo el principio.
Finalmente,
Pachi llegó. Dimos unos saltos de alegría, echamos otra fika y decidimos que,
por eso del caché, íbamos a coger un taxi. Podemos considerarlo la primera de
las equivocaciones del viaje, que quizá no hayan sido pocas, pero como dijo un
cartel que luego encontramos por la calle, “Truth told, the odds are not in your favor. But that's what will make it such a great story”. Bueno, esto no hace la mejor historia
del planeta, el estar metidos en un taxi hora y media en una autopista, viendo
pasar el tren que habíamos descartado no una vez, ni dos, ni tres, ni cuatro,
ni cinco, ni seis, ni… bueno, me entendéis. MUCHAS veces. Pero vimos coches, perros, señales de tráfico que indicaban el camino a Milwaukee, "La Buena Tierra"... Lástima no haber hangeado out con Alice Cooper.
Llegamos a
nuestro destino, acalorados y con cierto remordimiento por haber perdido tanto
tiempo en el tráfico, en Wicker Park/Bucktown, aka Lo Mejorcito de The Windy
City. A este punto sería medianoche en España, y LA HORA DE LA CERVEZA en
nuestros cuerpos. Tras encontrar la llave de la casa escondida entre las
plantas, criticar el estado de la limpieza del apartamento y dejar las maletas,
miré mi lista de foursquare repletita de planazos para encontrar el bar más
cercano a casa. El bar más cercano a casa era muy cercano y quizá el mejor bar
del Medio Oeste. Bucktown Pub, con patio para perros y fumadores, y asumo que
también, si se diese el caso, perros fumadores.
Se hizo de
noche en ese bello lugar, y decidimos partir en busca de sustento alimentario.
Nuestro barrio está lleno de oscuros callejones con mucho encanto en los que te dan buenas palizas, y fuimos por ellos, dándonos de hostias.
Nuestro barrio está lleno de oscuros callejones con mucho encanto en los que te dan buenas palizas, y fuimos por ellos, dándonos de hostias.
Finalmente acudimos a Santullo’s Eatery, que parecía un lugar bastante afable, sin deportes, con buen ambiente y buena decoración. Por desgracia la pizza fue bastante decepcionante, nada de New York sino más bien Telepizza, y de repente la música era Death Metal a todo volumen. Eso es así. Of all the pizza joints of all the towns, in all the world...
Después de cenar, dimos una vuelta por Wicker Park, que es básicamente uno de los mejores lugares que existen en el planeta. Tratamos de hacernos los listillos y colarnos en el Double Door en el concierto de, a falta de Sonic Death Monkey, los Raveonettes. Pero no cuajó.
Vimos que Myopic Books, librería que estaba en mi lista de foursquare repletita de planazos, estaba abierta a eso de las 9 de la noche. Menudo templo de las maravillas, menuda sección de Nueva York. No era el momento de recrearse en una librería, siendo viernes por la noche; así que echamos un vistazo y la dejamos para el día siguiente con anticipación y regocijo.
Me encantaría recordar a qué bar fuimos después, pero realmente no lo sé. Quizá no fuésemos a ninguno, quizá volviésemos al Bucktown Pub. Sólo sé que eran como las 8 de la mañana en horario de origen, y la vida es dura.
El día 1 ha concluido. Si el sofá lo permite, este fin de semana continuaremos la narración.
Hasta luego.
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