Tuesday, November 19, 2013

Real Scottish Beef


Tiritiri tiri tiri tiri. Just a reflektor. Just a reflektor. Tiri tiri tiri tiri tiri.

Jueves, 23 de Octubre de 2013. El sol luce en las calles de Jakni y el Churk se va a Weybridge a trabajar, pasando por el Starbucks. Hacía meses que no iba al Starbucks, porque lo desprecio y su café sabe a briznas de giño de mono de Sumatra por £3.20, pero tenía sueño y el Nero está dos manzanas más lejos y llegaba muy tarde.

Cuando llegué a la oficina todo fue horrible y desolador. Pero no voy a prestar a ese lugar del infierno mis líneas ni mi capacidad cerebral, que estos días está fuertemente mermada, y voy a fastforwardear directamente al fin de la jornada laboral.

Volví a las escuelas con el Grillo, y nos echamos unas fikas. Esta línea es para Ferio. Sé que me lees. Ferio <3

Jueves tranquilo con los amigos de Francia en el local pub The Plough. En The Plough hay hipsters y son todos iguales. Se confunden unos con otros, se mimetizan con las paredes, todos podrían ser el camarero, y todos podrían ser mi marido. El vino es caro y la cerveza amarga, de esa pretenciosa que te intentan colar como la auténtica por ser local. Las patatas fritas son satisfactorias y vienen en recipientes bonitos, en tazas de las de antaño que me recuerdan a la furgoneta y a la Sierra de Gredos donde me caí por un precipicio. Good Memories.

Hablamos de gatos, viajes y el futuro incierto de nuestra generación, y yo fui un poco Kenny G y decidí que debíamos marcharnos a casa pronto. Hay días que hay que marcharse a casa pronto y reservar energías y dinero para los planes venideros.

El viernes. El viernes fui a Weybridge otra vez un rato y después marché con mi jefe a su casa a quedar con el Grillo en mi labor de comisariado artístico. Me dieron cervezas y me dejaron a mi libre albedrío con una niña de 3 años a la que enseñé a hacer headbanging, a volar con los Ramones y a pintarse los labios de rojo y hacer el rock star. No sé si hay que dejarme con niños pero yo lo paso bien. También comí queso y palos de pan. Eso está bien, los palos de pan.

Debíamos madrugar el sábado porque nos íbamos a Escocia. VIVA ESCOCIA. Nos vamos a Escocia.

ESCOCIA!

A medida que he ido escribiendo Escocia, ya por cuarta vez es una palabra más rara y risible. Lo dejaré pasar. Escocia!

Sábado, 25 de Octubre de 2013

El Grillo y el Churk se levantan a las 5 de la mañana para ir a King’s Cross a coger un tren con destino Edimburgo. Para este blog adaptaré la ortografía castellana de la ciudad. Me pregunto si hay otras. Pero Edimburgo.

Ir con un grillo a coger un transporte que sale a una hora concreta siempre es un reto. El grillo llega tarde a todas partes menos a los transportes que salen a una hora concreta. A esos llega con tres horas de antelación y te obliga a salir con eones de anticipación en un estado de ansiedad y nerviosismo que dura hasta que ha cogido su asiento en dicho transporte.

Estuvimos esperando un autobús hacia King’s Cross que tardó 25 minutos en aparecer, mientras nos molestaba algún que otro transeúnte de esos que pululan por Hackney en las horas del crepúsculo. Decir que mi casa está en la acera de enfrente de la parada del autobús, y ver tu ventana y saber que dentro hay un piticli calentito y un sofá y cafés, es duro. Pero al final llega el autobús, cuando estás en la desesperación, y lo coges. Y no tardas nada en llegar a King’s Cross. Y te da tiempo a hacerte fotos en la Platform 9 and ¾ y a coger un café en el Nero®.


El tren a Edimburgo tarda 4 horas y media. Parece un tiempo bastante tolerable y vas viendo un paisaje alucinante a medida que vas subiendo más y más hacia el norte. Esto es, si no te tocan al lado las vacas inglesas que se van a celebrar el 40 cumpleaños de una de ellas y empiezan a beber mimosas a las 7 de la mañana y a gritar como auténticas gallinas en celo en su fealdad y naranjismo. Yo ya sabéis que no creo en fuerzas creadoras superiores, pero en ocasiones como esta agradezco a todos los dioses del politeísmo y la historia religiosa universal el hecho de no ser una tía naranja con un vestido rosa ajustado y tacones de plataforma que va cacareando con sus amigas las hienas en lugares públicos. También en ocasiones como esta recuerdo el viaje en tren a Gijón, y eso me da paciencia y comprensión, ya que en el fondo, mis amiguitos y yo, también hemos sido “el grupete insoportable que grita en el tren”.

Tuvimos que cambiarnos de sitio en el tren. Esperamos a las 10 para tomarnos la primera cerveza y encontramos unos asientos libres lejos del grupo aviar. Vimos vacas, verde y el mar. El mar en Berwick Upon Tweed, es como WHAAAT? Esa es la calidad descriptiva que puedo ofrecer ahora mismo.

Llegamos a Edimburgo a las 11:23. La estación no es bonita. Está en un centro comercial. Y hay cuatro escaleras mecánicas dignas de Wall-E. Pero luego sales al exterior. Sales al exterior y ves esto.



Castillos, montañas, árboles, trenes, hombres escoceses. Ay, los hombres escoceses.

Lo primero fue dar una vuelta por las calles de Old Town. Si bien estaba lleno de españoles (riosellanos) con sus abrigos fosforitos y de tiendas de souvenirs y cashmere, no había más que mirar hacia arriba y observar las casas, las catedrales, los rótulos de los comercios, todos bonitos y elegantes, y a los hombres escoceses. Que van en camiseta. A 11 grados. REAL SCOTTISH BEEF. Y con ese acento. A lo mejor eres un méndigo sucio, pero háblame en escocés, y todo me parecerá bien.

La pega que le pongo, aparte de la afluencia turística hispánica, es la gaita. Ay, la gaita. El gaitero incansable, estará ahí, día y noche, en la Royal Mile, cantando Celebration de Kool & The Gang, en un bucle infinito insoportable que hace chirriar tus dientes y cerrar tus ojos mientras pides compasión por tu cabeza comprimida entre tubos de metal.

Hicimos un buen turismo, visitando el castillo por fuera, el Writers Museum, callejeando y siendo muy felices. Pasamos por nuestro hotel a ver si estaba lista nuestra habitación para poder dejar nuestro equipaje. Nuestro equipaje eran nuestros bolsos con un par de trapos dentro. En mi caso me llevé mi vestido igual que otro y el otro que es igual que el mismo. Sé que todos pensáis que todos son iguales, pero estos son iguales de verdad. Me da igual, me encanta.
La chica del hotel dijo que ella lleva más equipaje cuando sale de casa un martes. Posesiones materiales, bah.

La habitación no estaba lista, pero nuestro hotel en Grassmarket estaba perfectamente situado para andar por la zona. Vimos una tienda de segunda mano con un perro llamado Basil que olía muy mal pero era muy adorable. El dueño no olía mal pero también era adorable. Nos contó un poco su vida, habló de la crisis económica y de sus viajes a Estocolmo. Yo me voy a ir a Estocolmo un día de estos, ya veréis.


Ya era el momento de sentarse a tomar una cerveza, no? Pues eso hicimos. The White Hart, buen pub en Grassmarket con Tennant’s, cerveza local no pretenciosa, refrescante y barata. Y sentadas en la terraza, salió el sol. Salió el sol, radiante, calentito, luminoso, que hace que todo sea más bello y que el grillo empiece uno de sus discursos sobre adorar al dios Ra.


Dejamos nuestras cosas en la habitación del hotel, que era muy pequeña y muy cara pero llena de encanto y personalidad.

Y seguimos nuestro paseo de reconocimiento de la pequeña ciudad. Quizá era hora de comer algo. Elegimos Jake’s Place, lugar americano al lado de un youth hostel de esos que quizá por su descripción genérica no sea lo más adecuado a la hora de buscar lo auténtico, pero una buena elección, un buen lugar para people-watchear y para scottishbeefsighting. Camarero novio de Car número 3.786 y un check-in de Foursquare que me brinda una ración de boniatos o batatas fritos gratuitamente. Y cervezas.
No estábamos seguras de si el camarero había entendido la finalidad de mi check-in, puesto que tardó bastante tiempo en traernos nuestra ración gratuita. Estábamos a punto de marcharnos en nuestro fracaso, porque somos así de idiotas y nos da verguenza demandar lo que es nuestro, pero por fin apareció. Y pedimos otras dos pintas. Mientras tanto, en la mesa de al lado, dos escoceses rubios de mangas cortas devoraban unas hamburguesas a dos manos. Es bonito ver escenas de placer ajeno.


Dando más vueltas, esta vez hacia New Town, pasamos por un bar que Tom me había recomendado. No sé por qué Tom decide recomendarme el bar más pijo de toda la ciudad, 99 Hanover Street. Era muy bonito, si bien lleno de pijos. Bah. Tomamos unas pintas allí y nos largamos a seguir caminando. Encontramos una calle muy bonita, Rose St, con banderines y pequeños bares y restaurantes y algunos perros, y lucecitas. Y otro pub. Dirty Dick’s. Un pub lleno de personalidad y escoceses. Allí tomamos cervezas y patatas. Otra vez. Conocimos a gente borracha que te trata bien. Edimburgo te da la bienvenida.

Y seguimos paseando y compramos pasta de dientes. Y luego buscamos más bares a los que ir. Nos perdimos un poco porque el mapa no te dice que la calle que ves al lado en realidad está debajo. Edimburgo es una ciudad de elevaciones, cuestas y puentes. Tan bonita. El siguiente intento de bar era otro recomendado por Tom, bastante pretencioso pero muy guay, en las cavernas de debajo de los puentes. Pero estaba muy lleno y parecía demasiado formal. Así que optamos por otra cosa absurda que fue el Oz Bar. Bar australiano, triste, con fotos de tías en bolas en la barra que ofendieron al grillo. A mí me gustaba. La decadencia australiana a veces es lo mío.

Y llovió.

Nos fuimos al Sneaky Pete’s, otra recomendación, esta vez bastante acertada puesto que había conciertos. No eran conciertos muy buenos pero al menos había gente y ambientillo, y escoceses que querían ser mi marido. Eso es así.

La gente borracha de ese garito también era simpática y nos invitaban a ir a Leigh. Yo dije que no iba a Leigh, porque no sabía qué era Leigh, y había decidido que íbamos a ir a un club de indie para variar. Fue una mala elección. El caballero nos sigue hasta las tierras del norte.

El club, el Citrus Club, molaba. Sólo tenía un pequeño inconveniente y era que había cero personas. Cero personas en un espacio bastante grande y bien amueblado. Aparecieron cinco chicas adolescentes que bailaron Chevy Thunder como si fuese el mayor temazo de la historia. Que lo es. Pero eso fue todo. Tuvimos que marcharnos porque no tenía ningún sentido estar ahí solas.

Comimos una pizza y unas patatas en el suelo del hotel. Eso es un buen plan. Y decidimos que no había que seguir intentándolo, que era mejor dormir. Estaba lloviendo fuera y el día siguiente nos esperaba lleno de emociones y paseos.

Domingo. Tras dormir bastante bien en una cama amplia y limpia, salimos a echar una fika a la lluvia antes de proceder al ritual de la mañana de secar nuestras pelambreras etc. La ducha y los geles y champuses eran muy satisfactorios también, así como el secador.

Y nos marchamos. Nos marchamos a buscar un café para llevar antes de tomar un café y desayuno en algún otro sitio. Ya sabéis cómo son mis desayunos y este concreto no sucedió hasta las 3:20 PM.

El Caffé Nero de la Royal Mile fue un gran acierto para coger el café para llevar. Los scottish beef baristas me dejaron completamente anonadada. Dame café, dime buenos días, si quieres me escupes. Estoy enferma, enferma de Escocia.


Y paseamos hacia el mar, y salió el sol otra vez. Visitamos Canongate Kirk y un cementerio con símbolos claramente masónicos, y el palacio de la reina, y Holyrood Park. Holyrood Park es, de repente, un lugar verde, muy grande, con una montaña al fondo, con ruinas paganas y riosellanos con abrigos fosforitos en la lejanía. El grillo quería subir a las ruinas, pero yo dije que no. En su lugar se limitó a correr en círculos en su felicidad.



Después de correr en círculos y disfrutar de esa vasta inmensidad verde, y de un lago, donde había cisnes a los que yo no me acerqué porque les tengo mucho miedo desde el cisne hijo de puta, vimos que hay gente que tiene casas que dan a Holyrood Park, y se levantan por la mañana, y ven la montaña, y el lago, y el castillo, y reciben luz del tejado desde unas claraboyas, y viven en Edimburgo. Entonces Car se cabreó y les dijo que eran todos unos hijos de puta. Normal.

Luego vimos a un perro con un porte y unos andares tan singulares, que hubo que decirle a su dueña lo afortunada que era por tener tal perro y vivir en tal ciudad. La dueña lo agradeció diciendo que en efecto, era una persona con suerte. A mí me consuela pensar que probablemente llueve todo el rato. Pero el día que no llueve tiene pinta de compensar a los otros 364.

Car quería ir a Leigh, de nuevo, sin decirme por qué, y a Portobello. Yo dije que pasaba de ir hasta allí, que debíamos comer/desayunar/cenar y volver hacia el centro.

En la vuelta hacia el centro fuimos por Calton Hill, sin saber lo que nos esperaba en tal lugar maravilloso. De repente, un obelisco gigante enfrente de otro templo vestal extraño, y al lado de dicho obelisco, un monumento a ABRAHAM LINCOLN. Por supuesto todo esto nos llena de gozo nationaltreasureano, y el Churk se pone contento pensando en Benjamin Franklin y todo lo que ha hecho por nosotras.


Calles bonitas con estatuas de perros y el FREEMASONS HALL. Doy las gracias al ratón Ambrosio y a Jerry Bruckheimer, también desde aquí.

Pasamos por el Museum of Childhood, donde en el escaparate estaba Piticli.




Piticli fue añadido raudamente a mis chicos, regalo del grillo, y a día de hoy son todos muy felices y no caben en las fotos. Piticli!

Y comenzó a llover furiosamente. Así que fuimos a desayunar/comer/cenar al Circus, un sitio que mi foursquare recomendó con acierto, y comimos unos manjares y tomamos unos alcoholes.

Después de comer, salimos al patio a tomar espressos y echar fikas, y escribir la postal de las vacas que habíamos comprado en la tienda de souvenirs y cashmere. El grillo jugó con los juguetes disponibles e hizo fotos, y el churk tomó su café. Fue un momento lleno de paz y hermandad.


Tratando de optimizar rutas visitables volvimos a acabar en Cowgate, donde el Sneaky Pete’s. Y llovía. Y vimos a un escocés con su falda fumando por las calles. Ay, Escocia.

Huyendo del diluvio, pasamos al Bannerman’s, bar de estudiantes con chupitos a £1, donde el grillo tomó un chupito de £1 y el churk media pinta. Sí, ya sé que es guei, pero era por pasar el rato a ver si llovía menos. El sitio era bastante mítico, con música en directo y estudiantes, y buena iluminación. Lo malo era un tío gordo calvo en chandal el cual cada vez que se levantaba del sofá mostraba su culo descubierto. Supongo que si me hubiese hablado con acento escocés habría dejado pasar ese hecho asqueroso y le habría ofrecido mi mano para ser desposados. Enfermedad.

Como somos un poco tontas, nos fuimos a la Scottish National Gallery 15 minutos antes de que cerrase. Pero nos dio tiempo a ver unas cuantas cosas bastante míticas y culturales, y a un bedel al cual pienso que directamente dije que estaba dispuesta a dejar todo por huír con él a las Highlands y vivir en una cueva los dos juntos. O tal vez sólo le miré tratando de comunicarle eso con mi telepatía. Y todo porque había dicho “this room is closing in 5 minutes”. Esa frase contiene todo lo que necesito saber sobre el hombre de mi vida. Que es escocés.

Nos despedimos de Edimburgo en el Voodoo Rooms, garitazo precioso y extraño no lejos de la estación, donde tomamos nuestras bebidas y miramos al personal. Entró un raro con pinta de ir a poner una bomba en los baños, pero sólo era un tipo peculiar que quería contacto humano con los camareros.

Y allí, mirando el iPhone, nos enteramos de la muerte de Lou Reed, y brindamos por él y su ascensión a los cielos del rock n roll.


Tras una última fika fuera de la estación, mirando el paisaje bajo la lluvia, fuimos a coger nuestro tren de vuelta. Para el tren de vuelta escogí primera clase puesto que eran cinco horas y media. Desgraciadamente, esta first class no es la first class de Virgin Trains y NO HAY CERVEZA. Absurdo. Inaudito. No, no quiero té. Gracias.

El grillo se cabreó porque nos tocaron unas señoras delante. Las señoras sólo estuvieron en el tren hasta Berwick Upon Tweed y resultaron ser muy simpáticas, pues se rieron mucho de la creación grillil del poster de Gandalf.


Yo me cabreé cuando, al bajarse las señoras, se subió una chica que decidió sentarse en su sitio que era el de enfrente y no en cualquiera de los 184 libres que había en el vagón.

Pero yo llevé mi libro de manera premeditada e ignoré un poco al grillo. Entonces hizo este dibujo.



Y también pidió sandwiches. Todos los sandwiches.



Y había una tormenta en el sur de Inglaterra, y los trenes iban con retraso, y fue la travesía más larga de toda mi existencia, y si bien recomiendo subir en tren, recomiendo volver en avión.

Volvimos, nos diluvió, echamos fikas, y el cojo jorobado tuvo que ponerse una bolsa de plástico en la bota, y cogimos el autobús, y volvimos con Piticli. Piticli piticli ay piticliiii.

Edimburgo es la ciudad más bonita del mundo, bajo el sol, con los escoceses, y todos debéis ir.



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