Buenos días. Volvemos en el tiempo al viernes 18 de Octubre. Por algún motivo no salimos de las escuelas hasta las 2 o 3 de la tarde, para desayunar. Me imagino que el motivo es el habitual "me quiero rapar" por un lado y mi necesidad de ingestión de doble café en los días de asueto por otro.
Fuimos por London Fields, donde el grillo no paraba de quejarse de que no era otoño en Londres, hacia Broadway Market; otra vez para buscar un sitio donde tomar el desayuno. Cuando por fin elegimos, vino El Caballero como es habitual. En el Stories se les habían acabado las salchichas vegetarianas y por lo tanto no sustituían el item del desayuno vegetariano y no había platos satisfactorios. Eligió... mal.
Aún así, nos quedamos allí,
tomando unas pintas de cerveza local y unos panqueques. No me gustan los
panqueques, pero me gusta pedirlos, hacerles fotos, y sobre todo, llamarlos
"panqueques", porque no es mi idioma y me hace reír cada vez que lo
uso.
Anduvimos por las espaciosas calzadas del viejo territorio tribal de Catuvellauni, recreándonos en los chickenlagers que adornan las calles con sus botas por fuera, riendo frívolamente de la gente del barrio que no es capaz de montar en bicicleta, buscando el camino al siguiente whisky bar.
Pues
al fin encontramos el Albion, pub de fútbol, con banderas del Athletic de
Bilbao, en el que decidimos entrar para refrescar nuestros gaznates tras tales
andaduras de nada menos que 350 metros hasta Goldsmiths Row.
Tras
unas pintas en la terraza y unas conversaciones sobre Vicente del Bosque con
los habitantes locales, continuamos hacia Bethnal Green en un camino lleno de
señales al respecto de órganos reproductores masculinos.
Las
tardes se marchan como trenes directos a Liverpool St que pasan sin que puedas
hacer nada al respecto, mirando desde el gris andén y pensando en el tiempo
perdido de espera que se hace eterno con cada movimiento de la aguja del reloj.
Eso si tuviera un reloj, porque cierto Grillo tenía la misión de salir a
comprarme uno.
Llegamos
al Crobar, donde el Caballero Oscuro nos recibió con su habitual encanto.
Tomamos unas Heinekens y nos fuimos al Karaoke reservado de 7 a 9, dispuestas a
BonJoviear.
Somos
más black metal que... Cantando Metallica. Y algunos clásicos, y el hitazo “I
don’t care (I love it)”. Realmente cantamos fatal y deberían de arrestarnos.
Car se rapeó Eminem bastante bien, salvo por el final que lo arruinó por
completo. No es fácil ser rapera, supongo.
Y el
camarero era más italiano que Sicilia. As per usual.
Ya
sabéis que los humanos que rodean mi vida gustan de ir a comer a sitios en
lugar de disfrutar de más bares y más cervezas, así que he de complacerlos y
llevarlos a que ingieran alimentos. Fuimos una vez más al Friendly Inn. Allí
pedí primero una ración de arroz, luego pedí otra. Hey, ya que estoy, yo
también puedo ingerir alimentos, no? Sobre todo unos tan ricos como el simple
egg fried rice.
Después
de un espresso para la energía en el Bar Italia, where other broken people go,
la noche se tornó heavy metal de terror en el Intrepid Fox y, tras hacer
headbanging extremo con Judas Priest, cambié de opinión al respecto de soportar
ese ambiente. Me cabreé con la humanidad por permitir a las suizas salir de
casa con esos vestidos de fulana y sujetadores de tirantes color carne. Creo
que hay que erradicar muchas cosas en este planeta. Se puede empezar por ahí,
por las suizas. Se lo merecen, por neutrales.
Cambiamos
de ambiente para poder participar en algo más adecuado a nuestros gustos, pero
yo ya había sido tornada al lado oscuro del odio a la Humanidad y no iba a ser
fácil. Fuimos a The Bar, donde por ser tías buenas como somos no nos pidieron
dinero. Una vez dentro estaba claro por qué, ya que estaba lleno de tíos muy
asquerosos en grupos de repugnancia. Mi odio a la Humanidad se convirtió en un
rant feminista. Las tías tenemos que vivir con esa panda de tíos asquerosos que
te dan la paliza con su asquerosidad. Si fueran tías feas, gordas, borrachas,
malolientes y sudorosas las que van a los pobres chicos y les tocan, sería un
espectáculo dantesco. Cuando son tíos, es simplemente la orden del día. Pues
son unos hijos de puta.
Hombre
ya.
El
sábado. El sábado decidí que yo saldría la última de casa para acicalar mi
cabellera con tiempo. Mandé a Lucha y Car a la Whitechapel Gallery, a la
exposición de Sarah Lucas, porque total, era de objetos fálicos, vaginas y váteres
y yo no estaba interesada.
Tranquilamente
sequé mi pelo, me puse un buen outfit de Cyrano de Bergerac y cogí el autobús
hacia la galería. Llamé al teléfono a Grillo para ver dónde estaban, asumiendo
que estarían cerca de la galería tras haber visto la exposición. Me contestaron
que habían decidido ir andando pero que ya estaban al lado. Entonces supuse que
las encontraría en la exposición cuando yo llegase.
Cuando
yo llegué las busqué por la galería, vi la exposición de objetos fálicos,
vaginas y váteres y no las encontré.
Pensé
que es que no había mirado bien, así que di otra vuelta, analizando objetos
fálicos, vaginas y váteres en el proceso. Por segunda vez.
Salí
fuera y llamé. No habían llegado porque se habían perdido de nuevo por un
failure grillil, así que esperé fuera echando una fika.
Y
cuando llegaron, bastante rato más tarde, quisieron echar un vistazo a la
exposición. Así que vi los objetos fálicos, las vaginas y los váteres una
tercera vez.
Y
con esto eran las 4:30 y querían desayunar/comer. Yo no tuve objeción y fuimos
al Meat Mission de Hoxton. Allí pedimos cosas, patatas fritas y una cerveza muy
grande en una garrafa muy afable.
De
ahí nos fuimos al Reliance, pub de descanso de buena iluminación, a tomar café,
ginebra y cerveza. De repente empezó a entrar gente de Ribadesella y el pub se
llenó de ellos, con sus Quechuas, sus Chirucas, sus CHUBASQUEROS!
A
partir de ese momento todo el mundo es de Ribadesella.
Esa
noche había una Prohibition Party en Bloomsbury a la que no íbamos a ir, pero
Car quería ir a la puerta a ver a los chickenlagers que irían vestidos de años
30, alegando que le gustan más que el arte moderno (@shitthatcarsays). Así que
allí fuimos, a estar en la puerta viendo pasar al personal, aunque pareciese
que habíamos ido a vender droga.
La
peña no iba demasiado bien vestida. En general eran todo tías con plumitas y
zapatos completamente inapropiados para la época. Pasamos de vagas críticas a un
outrage sobre la falta de fashion-sense de la gente. Pero como yo no sé hablar
español pues tampoco debería criticar a nadie por nada.
Ya
que estábamos allí en Bloomsbury Square, Car dijo que en esa plaza estaba la
casa de Virginia Woolf y que podíamos ir a ver su plaquita. Así que dimos una
vuelta a la plaza mirando todas las casas en busca de tal plaquita.
Vimos
la plaquita.
Claramente
era el dermatólogo de Virginia Woolf. Algo es algo.
Tras
mirar en Google todos los lugares de residencia que había tenido Virginia Woolf
a lo largo de su miserable vida, decidimos no ver ninguno de ellos y partir
hacia Islington y algún buen pub de los cienes que hay. Me salté el Rattlesnake
o Rattle and Rat porque de alguna manera no lo encontré en mi camino. Pero
preferí el Slim Jim’s o Slim be Slims o Brothers be Brothers. Nos querían hacer pagar allí, a
las 22:01, porque a partir de las 22 había que pagar, así que tuvimos que
marcharnos.
Volví
a la vida con el prospecto de ir a Old School Indie a bailarnos unos Arcades
Fires más tarde.
Acabamos
en el Camden Head que normalmente está petado pero ese día no. Ese día había
buenas gentes y sitio en la terraza. Conseguimos sitio en la terraza tras
cambiarnos dos veces de mesa.
Vino
un tipo aka Georgie Best con su pelo de Georgie Best a decirle a Lucha que le
gustaban sus gafas y a hacernos un truco de magia en el que masticaba un
billete de 20 pounds. Vimos el billete masticado entre sus muelas cuando nos
trató de enseñar que se lo había tragado pero obviamente no hay que decírselo
para no ofenderle. En todo esto estábamos ojo avizor porque aunque era un
borrachillo encantador, hay que mirar a tu alrededor por si su amigo está
tratando de robarte mientras tú te distraes con magia. Que hasta Brad Pitt le
roba a Thelma en el motel.
No
llevábamos 5 minutos en la terraza y tuvimos que levantarnos porque la
cerraban. Te dejaban quedarte de pie en el callejón y apoyar las pintas en las
mesas, though. Algo es algo.
Volvió
Georgie a cantarnos una canción que decía “Tease me Tease me Tease me” a lo que
Car entendía “Matisse Matisse Matisse”. Una canción garagera sobre un
renombrado pintor, claro que sí.
Lucha
hizo de las suyas de ir tarde y fue demasiado tarde.
Nos
fuimos al Old School Indie. Yeja! Desafortunadamente tocaba Brit Pop Night y no
pude arcadefirear, pero yo lo pasé bien. Conocimos al cuarto o quinto novio de
Car que realmente me amaba a mí, Hank Warren de Mumford and Sons, y luego a los
heroinómanos que querían invitarnos a su casa.
Ya estoy
cansada de tantas aventuras. Adiós.
Perdona, era Waaahrren...
ReplyDelete