Pienso
que es un verdadero milagro que, dados los delirios de fiebre que acarreo estos
días, haya conseguido minimizar mis acciones ridículas a sólo dos. Sólo he
salido de la casa una vez, pero aún así.
El
miércoles tuve que salir a comprarme alimentos vitamínicos. Compré zumo, leche,
limones, miel y una serie de household items necesarios. Yo estaba muy enferma,
llovía, me lloraban los ojos y me pesaban mucho los geles Dove® 2x1.
Mi
acción ridícula fue pasar por la caja autoservicio del Tesco®, procesar toda mi
compra, meterla en tres bolsas y largarme. La señora que cuida las cajas
autoservicio llamó mi atención “EXCUSE ME?”. No quiero que me acuséis de caer
en un cliché racial, pero esa señora es la típica negra de película que levanta
su dedo índice y mueve el cuello de un lado a otro mientras habla...
Sí,
amigos, me estaba yendo sin pagar. Así, como si nada. Todo el Tesco me miró
incrédulo, pero yo pienso que vieron mi aspecto deplorable y lo debieron de
entender.
La
segunda acción ridícula fue ayer, cuando estaba haciéndome un café y un zumo de
naranja, y puse el zumo de naranja en el calentador de leches de la cafetera y
le hice espuma. Qué asco. Qué desastre. Qué delirio.
Dicho
esto, diré que estoy bastante mejor de mi salud, si bien la tos de orco se
niega a ir a anidar a otras comarcas. Qué de pelis voy a ver este fin de semana,
y qué bien.
Continúo
la crónica de Berlín, pues.
El
sábado nos levantamos a una hora razonable y adulta, y pudimos salir a
desayunar antes de las 12. Fuimos al Macondo en Boxi. Yo pedí zumo de naranja y
no tenían, así que pedí una Fanta. Pero la chica fue tan amable de irse a
comprar zumo de naranja para mí y traérmelo con hielo. A veces la gente es
amable. Quizá porque era de algún lugar de América del Sur y no de Hannover.
Tras
disfrutar de desayuno, zumo, café y varias fikas, nos fuimos a Treptower Park a
dar un paseo. Hacía un día precioso y los chickenlagers eran paseados por sus flasheadoras
de pollos. Cada poco tiempo yo demandaba parar a tirarnos en la hierba y echar
una fika. Y el primer Beer Garden que apareció en nuestro camino también pidió
a gritos una jarra fresca. Qué bien sienta la primera jarra fresca de la
mañana.
Después
de seguir paseando en dirección la noria, llegamos al parque de atracciones
abandonado que era nuestro destino. Allí nos subimos a un tren que te daba una
vuelta por el recinto. Sólo veíamos árboles y bien podíamos haber estado en las
selvas de Ecuador. Planes raros de sábado, mis favoritos. Me acordé mucho de
Pachi y el Tibidabo. Y en el tren había un chico clavado a nuestro amigo SHIA
LABEOUF.
Bajamos
del tren y yo pedí una Becks y Lucha un agua. El día anterior yo había dado un
trago a un agua que no me había sentado nada bien, así que supe mantenerme
alejada de ese líquido infernal.
Nos
hicimos fotos en lo que quedaba de atracciones, y estuvimos girando en las
tazas de Alice in Wonderland a ritmo de Bon Jovi. Porque yo todo lo hago a
ritmo de Bon Jovi. Y cómo disfruté. Si es que amo los parques de atracciones,
voy a tener que ir a más.
Tras
marearnos un ratejo, nos fuimos a hacer algo cultural, en honor a mi padre.
Fuimos al monumento al soldado soviético, y estropeamos las fotos de boda de
una inglesa hortera y su nuevo marido germánico.
Después,
comimos pistachos y schoko-bons del Edeka en el parque de al lado de casa,
mirando cómo la gente jugaba, bastante mal, al ping pong.
Al
llegar a casa Sam tenía hambre, así que yo sugerí ir a comer pizza fuera. Saltamos
en el tranvía que te deja en la puerta de Pizza Dach, donde pedimos 4 platos
para 3. La gente come mucho, ya os lo he dicho.
Vuelta
a casa y convocatoria en Hops & Barley para tomar cervezas caseras
calientes y espesas. No son mis favoritas, pero la tercera siempre se bebe
gustosamente. El camarero nos trató con cariño hasta que tuvo que pedirnos por
decimoquinta vez que nos fuéramos dentro que estaba cerrando la terraza.
En dicha terraza estuvimos sentados al lado de tres personas muy tristes a las que apodamos The Suicide Club. Yo trataba de hacerlos reír desde la distancia, pero estaban ahí, sentados, mirándose entre sí, sin hablar. Pobres.
Dentro
no había mucho espacio así que nos fuimos a otro bar llamado Die Tagung. Es un
sitio de bellísima decoración y espeso humo de fika. Dentro había un bull dog
maravilloso que me quería. Me quería y venía hacia mí a que rascase su morro
arrugao, cuando su dueña gorda alemana punki tiró de su correa para impedirlo.
Las dueñas de perro alemanas son gordas y punkis, y no te dejan tocar a sus
perros, que son obedientes y cariñosos. Me extraña mucho que salgan perros tan
fieles y buenos de ballenas maleducadas como esas. Pero eso es lo que hay.
Después
de que gente de Extremadura me abrazase y generase mis “WTF” habituales, nos
fuimos al White Trash a bailar, asegurándonos esta vez de que sí estaba
abierto.
En
el White Trash pagamos dos millones por entrar y pedimos unas cervezas. Y nos
encontramos a los mods del jueves (que no los mods originales). Les preguntamos
qué tal el concierto de Blur. Y aquí es cuando no nos contaron nada en absoluto
sobre el concierto, sólo decidieron deleitarnos con la historia de que la noche
anterior habían estado con Damon y Alex en el 8mm, enseñándome fotos y todo. Mi
indignación no conoció límites. No entiendo por qué me sobrevino esa mala
suerte. Podríamos habernos amigao a Alex, y hablar de quesos. Podríamos
habernos amigao a Damon, y no tener que ir más a espiarle a Westbourne Grove. Nos
pareció tan trágico que Lucha decidió decirle a uno de los mods que podía
dispararse con una escopeta en las pelotas. Pobre chaval, no era su culpa que
él estuviera en el lugar adecuado en el momento adecuado y nosotras no.
Lo
que me consuela es que si hubiese conocido a Damon, el grillo se habría vuelto
completamente majara de la envidia provocada, y ahora estaría loca gritando por
las montañas como Nell.
En
la parte de abajo del club ponían psicodelia y la gente estaba más en el mood
de subir arriba a escuchar noventadas, así que allí acudimos. El escenario
estaba vacío y la música no era muy alentadora. Hasta que pusieron Dancing with
Myself, que nos llevó a saltar y gritar como auténticas cabras. Con este inicio
llamamos la atención del Club de los Nerds que sale por primera vez. Y al
escenario se subieron una panda de feos mal vestidos que eran para tener su
propia película. Con chalecos de punto y camisetas baratas, cantando Offspring
a pleno pulmón.
Los
chicos nos abandonaron y nosotras deambulamos de un piso a otro, de fuera a
dentro, buscando exactamente el punto de diversión adecuado, y siguiendo a “Camiseta
negra”.
Fuimos
al 8mm a ver qué se cocía. Sabíamos que Damon no iba a estar, de todos modos.
FAILURE.
En
el camino, Lucha dijo “siempre he querido hacer esto”. “Esto” en principio consistía
en lanzar la botella de cerveza vacía y romperla contra el suelo. “Esto”
resultó consistir en levantar la botella de cerveza medio llena hacia arriba,
empaparse la espalda, el pelo y la falda de cerveza y luego dejar caer, a poco
más de dos metros, la botella contra el suelo.
Había
que pagar en el 8mm. Ni entramos. Vuelta al White Trash.
Esto es un carro de la compra atado con cinta aislante a un árbol. Berlín.
Nos
perseguían unos tipos que Lucha describió como “son más australianos que
Melbourne”. Cuando por fin se sentaron en nuestra mesa a charlar, eran
australianos. De Melbourne. Yo escondí mi cabeza entre mis manos mientras me
reía hasta la muerte. Quisieron entrar a bailar Rage Against The Machine. Tuve
que acceder. Y luego tuve que huír.
Nothing good ever happens after 2 AM. Así que, de nuevo, sobre las 4 AM, taxi, más
sobrias que unos tertulianos islámicos.
Otra
tradición de mis visitas a Alemania, que también me recuerda a Pachi, es que
los taxistas te dejen a kilómetro y medio de tu destino. Tú te subes a tu taxi,
y le dices la calle a donde vas, y como no seas preciso desde el primer
momento, te dejarán a tu suerte en una calle más larga que Broadway. Parece imposible,
una vez paran el coche, decirles “No, pero es que voy ahí, que está a cuatro
manzanas”. Yo no hablo suficiente alemán como para poder dar tal indicación,
pero me comentan que da igual cuánto alemán hables. Así que nada, señor
taxista, gracias por dejarme a cuatro manzanas de mi casa, ya si eso voy yo
andando después de pagar 13 euros.
Esto
me recuerda a Pachi porque él decidió decirle a un taxista en Berlín que si eso
nos dejase a mitad de camino, que hacía buena noche, en Halloween de 2010.
El
domingo Luch tenía que trabajar. Yo suelo irme de tour, pero el domingo tenía
ganas de hacer la marmota. Hice la marmota durante varias horas, hasta que salí
a desayunar a las 16:27. Os dije que tenía mucha precisión.
Fui
al Szimpla, como es tradición. Yo voy al Szimpla con mi Empire y pido Soya
Milsch Kaffees sin parar. Primero lo pido en alemán. Me preguntan en alemán que
dónde estoy sentada, y yo contesto en alemán que en la zona de fumadores. Y ahí
es cuando me contestan otra cosa y yo me hago pequeña y digo “SORRY?” porque no
me he enterao de nada. Realmente nunca es importante esa tercera interacción, y
eso lo he aprendido después, y sólo hay que decir “Danke schoen” y marcharte a
tu sitio.
Estuve
allí, disfrutando de mi Empire y mi café, y luego pedí otro café. La camarera
me miró sorprendida “OTRO?!” como si hubiera pedido doce chupitos de
Jagermeister. Este fue, curiosamente, el día en que proliferó a muerte la comparecencia
de Ana Botella y la relaxing cup of café con leche.
Lucha
vino a recogerme. El plan del domingo era tener un día tranquilo y sosegado,
así que fuimos a brunchnear por el barrio y luego al cine a Potsdammer Platz.
Es tan brutal el recinto de Potsdammer Platz, futurismo capitalista
maravilloso.
En
el cine decidimos Channear todo el Tatum e ir a ver White House Down. Menudo
peliculón, amigos. Tiene todo: chickenlagers, graciosillos, explosiones,
comebacks, planos aereos de Washington DC... Menudo disfrute, menudo planazo.
Otra
cosa que tiene Alemania es que todo es gigante. La gente no es tan grande como
se creen, pero los objetos que manejan definitivamente están diseñados para una
raza aria de metro noventa. Champú? Claro, toma un bote de 7 litros para que te
dure toda la vida. Pasta de dientes? Claro, toma un tubo que serviría para
cepillar la dentadura de un caballo durante 18 meses. Palomitas pequeñas?
Claro, toma este recipiente para ver doce pelis seguidas en las próximas 48
horas.
Después
del cine queríamos tomar una tranquila cerveza, y probamos varios sitios.
Acabamos en el Feuermelder (Follalmendras), donde ya hemos estado varias veces
(incluyendo la visita con Chaquetadeabuelah®). Allí, bebíamos y echábamos
fikas, y Lucha se durmió en la mesa. Hora de irse a casa.
Y
hora de dejar de escribir por hoy.
Hasta
luego.