El sábado me aventuré a salir a la calle después de
tantos días recluída y enferma. El resultado fue jugar a catch-up con todo lo
que no me había bebido en cuatro días, lo que dio lugar a una de mis
actuaciones estelares.
Fuimos en un autobús y yo iba hablando con Sarah.
Nos bajamos del autobús y caminamos hacia Dalston Yard, mientras yo seguía
hablando con Sarah por la calle. Ryan nos alcanzó desde atrás y me miró con
cara de incredulidad, y después volvió hacia atrás. Yo seguí hablando con Sarah
hasta que de repente dijo "bueno, yo me voy por aquí". Y yo
"pero qué dices, cómo que te vas?". Y sí, se iba. Se iba a su casa.
Se iba a su casa porque no era Sarah, era una completa extraña con la que yo
había decidido conversar como si nada durante los anteriores 10 minutos. Por
eso Ryan me miró con incredulidad, por eso nadie entendía qué estaba haciendo
ni quién era esa persona.
Esto demuestra mi atractivo social, demuestra cómo
soy capaz de entablar una conversación con cualquier extraño por la calle y que
no me digan "oye, puedes no hablarme? no te conozco".
Y así.
Dicho esto, continúo donde me quedé en Berlín...
Lunes, 9 de Septiembre. Mi última noche en Berlín.
Llovía, como siempre debido a la tristeza de mi partida. Era un día desapacible
(palabra de madre), pero a mí eso no me para.
Cogí el tranvía y el S-Bahn para encontrarme con
Lucha en Kreuzberg. En el S-Bahn estuve analizando al personal, preguntándome
quiénes eran turistas, quiénes eran residentes, quiénes eran alemanes y quiénes
no. Iba pensando en que yo no parezco alemana, entre otras cosas porque soy muy
bajita. Inciso: por qué diremos "bajita" y no "baja"? Es
"baja" despectivo? Yo soy baja. And proud of it.
Bueno, eso. Iba mirando al personal. Analicé a una
chica que tenía enfrente. Muy mal vestida con sus kickers, muy alta. Claramente
residente en Berlín. Para mí, tenía bastantes posibilidades de ser alemana.
Justo cuando había decidido que lo era, le sonó el teléfono. Yo iba escuchando
música y no oía exactamente qué decía, pero sí oí claramente en un perfecto
acento de Alcobendas "Rajoy... Relaxing cup of café con leche".
Menudo trending, madre del amor hermoso.
Me encontré con Lucha en una panadería turca, y como
no tenían leche de soja, cambiamos de garito para ir a desayunar. Fuimos a la
Croissanterie, que es como un Dios de los croissants donde ponen Johnny Cash en
bucle, acuden perros geniales que te quieren (aunque tengan dueñas punkis
gordas) y hay barajas de cartas. Había 5 barajas de cartas, todas incompletas,
y además ni siquiera fui capaz de recordar cómo se jugaba al solitario. Me tomé
un croissant, un zumo de naranja natural recién exprimido que me hizo llorar de
alegría, y un tazón de café con soyamilsch bien alemán, bien gigante.
Estuvimos allí durante varias horas y vino Reynolds
y nos reímos un rato siendo claramente personajes de "He's Just Not That
Into You".
Después de eso fuimos a un sucio kebato con sillas
de colores fosforitos. Allí ellas comieron cosas pero yo opté por solamente
tomarme una cerveza.
Nos fuimos a casa en el autobús. En dicho autobús
recibí una llamada telefónica de Viveka. Es extraño que yo reciba llamadas
telefónicas, sobre todo porque estaba en el extranjero. Esto sólo podía
significar una cosa, y una cosa muy buena.
La semana anterior la había pasado pidiendo a todos
mis amigos que poseen un móvil inglés que entrasen en el sorteo de entradas
para ver a los Manics el martes en el 100 Club. En total debí de pedírselo a 20
personas, y estaba bastante confiada de que iba a ganar, porque, en fin, 20
personas, tenía que ganar por lo menos 6 entradas. Esta era LA LLAMADA. Viveka
había ganado. Viveka había ganado y yo iba a poder ver a los Manics. Los gritos
en el autobús "EN SERIO TÍA?!" hacían que me mirasen todos los
germanos y turcos, pero no me importaba. Menudo HIGH. Amé al mundo, amé
la vida, amé a Viveka por encima de todas las personas y cosas. Finalmente
había sido la única que ganó. Gracias a todos desde aquí, os amo.
Al llegar a casa me fui a por hamburguesa
vegana con bacon vegano y queso vegano al Yoyo. Porque yo no puedo estar en
Berlín y no ir al Yoyo. Menudas patatas fritas deliciosas que tienen los
amigos.
Me comí eso hablando con mis familiares por FaceTime
para darle buena envidia al grillo.
Después me eché una siestecilla.
Fuimos al Primitiv a tomar unas jarras frescas.
Porque yo no puedo estar en Berlín y no ir al Primitiv.
Con el reto de visitar pubs no estoy acostumbrada a
tomarme cuatro rondas en el mismo garito, pero siempre es un placer estar en el
Primitiv observando al camarero, aka "Leyendas de Pasión".
Convencimos a Javi para que se viniese, ya que era mi última noche, y era
menester ir al Monster Ichiban Karaoke. Porque yo no puedo estar en Berlín y no
ir al Monster Ichiban Karaoke.
En el karaoke era la noche en la cual no se pueden
reservar cabinas, y tienes todo el derecho a meterte en la cabina de cualquiera
y cantar con ellos.
Primero nos metimos en una donde ponían los Strokes,
y nos los cantamos un poco. Pero eran una gente un poco acelga y nos fuimos a
otra cabina donde había dos tipos. Cantamos un par de temas con ellos y luego
pusimos Motorcycle Emptiness. Y mientras gritábamos (vale, mientras yo
gritaba), los tipos decidieron que se iban. Nos hicimos con la cabina gracias a
mis berridos, y ahí estuvimos toda la noche cantando FATAL.
En un momento dado yo salí a la sala principal donde
había mucha gente cantando cosas, y alguien había pedido Dear Prudence de
Siouxsie y no se presentó a cantarla. Entonces como yo estaba tímidamente
cantando en bajito, me pidieron que me la cantase. Ahí, delante de todo el
mundo. Mi lanzamiento al estrellato. Por suerte es una canción muy fácil en la
que no hay que gritar y pienso que me salió bastante bien. Esto es, que nadie
huyó tapándose los oídos o aprovechó para ir al baño o a la barra. De aquí a la
fama, amigos.
Las cabinas tienen paredes de cristal y puedes ver,
que no oír, las actuaciones estelares de los vecinos. Teníamos al lado a unos
tipos, australianos como todos, que parecían estar pasándolo bien y haciendo un
buen show. Otro inciso: Queda alguien en Australia? Porque están todos aquí,
macho.
Eran las 5 de la mañana y técnicamente en Berlín los
bares no cierran hasta que la gente se va, pero los camareros quieren irse a
dormir y te quieren matar. El encargado venía "os dejo esta canción y
ya" cada poco tiempo, hasta que nos desenchufó el teclado para que no
pudiésemos buscar más canciones. Así que nos fuimos corriendo a refugiarnos a
la última cabina que quedaba activa, que era la de los vecinos australianos. El
frontman era un auténtico pro, y si se dedica a eso tendrá un brillante
futuro. Pero el encargado también quería echarnos de esa cabina y también nos
desenchufó el teclado allí tras dos o tres canciones. Pero no nos desenchufó el
micrófono, y no sabía que otro de los ocupantes de la cabina era el próximo
Eminem. Se marcó un freestyle improvisando que se me cayó la mandíbula,
mientras el frontman pro le hacía la caja de ritmos. Increíble.
A veces sí pasa algo bueno después de las 2 AM.
Nos despedimos de Javi con una sola cosa en mente
siendo las 6 de la mañana. PIZZA. No encontramos pizza pero encontramos
desayuno, algo es algo. Y después nos fuimos a dormir.
El martes yo tenía que marcharme del país en un
avión. Por supuesto todo tenía que salir a pedir de boca para que yo pudiese
llegar a tiempo al concierto de los Manics.
Nos tomamos un último desayuno en un restaurante
alemán del barrio, y pagamos a la chica con todas las monedas que poseíamos.
Es una tragedia despedirse de Lucha y de Berlín,
pero es un momento en el que te das cuenta de que por fin vas a poder
reencauzar tu vida y dejar de salir, y volver a una rutina calmada y otoñal.
Me fui al tren sin contratiempos, y me encontré con
Nariz Pequeña, el tipo al que estuvimos analizando la noche anterior en el
Primitiv, mientras él había estado tratando sin éxito de tirar la caña a una
pobre incauta con la que estaba.
En
el aeropuerto todo salió bien. En tres años no han cambiado la campaña de Die
Zietung que me pone histérica porque es un montaje con altos dignatarios como
si fueran bebés. Y el bebé Ratzinger me pone los pelos de punta, y ahí sigue,
acechando en el pasillo que conduce a mi puerta de embarque.
En
el avión ni siquiera me molesté en sacar a pasear a Vonnegut. Me eché a dormir
a pierna suelta. Llegué en menos de lo que estoy tardando ahora mismo en ir a
trabajar.
En
cuanto puse un pie en Inglaterra, a la hora prevista, noté cómo el espíritu del
orco maligno se adueñaba de mi pecho y un estado semifebril se hacía conmigo.
Elegí ignorarlo por completo, ya que en dos horas tenía que estar en la puerta
del 100 Club.
Cogí
el tren después de echar dos fikas, llegué a casa a la hora prevista de nuevo.
18:20. Dejé la maleta, cogí mi chapa de Generation Terrorists y mi pañuelo de
leopardo para ir de Manic de la vida y volví a salir por la puerta.
Bobby
me esperaba en el 100 Club. Bobby tiene más suerte que yo, si cabe, porque no
hace los esfuerzos de pedir entradas a todos sus amigos y sin embargo consigue
que yo le lleve a ver a los Manics.
Entramos,
con mi flamante identidad de Viveka, y me coloqué frente al micrófono de Nicky
Wire férreamente.
Menudo
concierto. Menuda incredibilidad. Si bien Nicky estaba un poco serio, creo que
porque Gales estaba perdiendo a alguno de esos deportes de los que él gusta,
fue una experiencia increíble. Una de las mejores de la historia del Churk.
Lástima que el grillo no estuviese allí para compartirla.
Me
hicieron muchos vídeos porque, como siempre, era la flipada loca que saltaba y
cantaba y bangeaba su cabeza. Saldrán a la luz y me humillaré. Pero habrá
merecido la pena.
Igual
que mereció la pena, después de sudar y gritar, salir bajo la lluvia y tomar
una última pinta con Bobo para celebrar la vida, y después caer completamente
fulminada por la gripe otoñal.
Lo
haría todo una y cien veces más.
Este
es el final del relato, el final del verano, el final de unos meses
maravillosos. Ahora hace frío y llueve, y tengo mucho trabajo que hacer. Espero
que cuando termine mi proyecto y venga el grillo comience un otoño bastante
mítico. Tengo varios planes. No os preocupéis, saldrá algo digno de narrar.
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