No puede ser más excruciante el aburrimiento extremo en este
Miércoles gris.
Tuve una madre de visita este fin de semana. Hizo muy mal
tiempo (claro) pero lo pasamos muy bien (claro) y comimos muchas patatas fritas
(claro).
Hemos comido hamburguesas vegetarianas en Gorrina Bridget
Kitchen, pizza deliciosa en Pizza Express, el clásico en el Thai at Churchill
Arms y más clásicos en el chino Friendly Inn. Es tan friendly. También hemos
comido muchas tortillas que me ha hecho Lama, y muchas pipas. Pipas y pelis, la
vida es feliz con pipas y pelis. Si sólo pudiera fastforwardear hasta el final
del día de hoy e ir a casa con pipas y pelis.
En realidad, no puedo más que confesar que no voy a ver
pelis hoy. Sí, amigos, una vez más he caído presa en lo que viene a ser
literatura para adolescentes, en mi línea de LOSER absoluta.
Cuando fui a Berlín, no tenía libro ni periódico, no
anunciaban la puerta de embarque, y en WHSmith no había más que estanterías
repletas de THE HUNGER GAMES. Lo miré disimuladamente al no poder evitar
sentirme atraída por la textura de la portada. Simple, negra, mate, con un
pajarillo dorado. Me dije a mí misma “no, no, Chuck, vete, seguro que ya han
anunciado la puerta de embarque”. Y me fui. Pero no anunciaban la puerta de
embarque. Y volví. Y leí la contraportada “oh, no, Stephenie Meyer lo pone
bien! mejor alejarse”. Y me fui. No anunciaban la puerta de embarque. Y volví. “oh,
Stephen King constata que no pudo dejar de leerlo”. Maldito Stephen King, me
has convencido.
Lo compré.
Con el libro en la mano y tratando de esconder su título,
subí al avión y me senté en pasillo. En la ventanilla había una chica con un
libro. Era The Hunger Games. Le hice una señal de camaradería conspiratoria y
me sentí libre de culpa cuando inicié mi lectura.
El avión se fue llenando y por supuesto un chickenlager
de un grupo de viaje de despedida de soltero tuvo que sentarse entre nosotras y
romper nuestro vínculo de loserismo, probablemente sintiéndose atrapado en él.
Casi, casi le ofrezco un osito de goma calentito y blandito.
Pero no importó nada más. El libro me había enganchado
sin remedio, y no pude más que estar completamente enajenada en su ñoñería de
instituto postapocalíptico, sin siquiera pedirme una cerveza en el avión para
hacerme la guay.
Sólo dejé de leer cuando salí del avión, y luego llegué a
Berlín y olvidé todo lo que había pasado hasta ese momento, entregándome a la
vida de Birren y Fiken.
La recuperación de Birren y Fiken fue costosa y tenía The
Good Wife para pasar mis tardes de descanso. El libro quedó olvidado en la
estantería. Hasta ayer.*
*N. del A. – No fue ayer, sino antes de ayer, pero por
cuestiones literarias hemos cambiado la temporalidad del relato para dar un
tono más inminente a la narración.
Recuperé el libro en un momento de debilidad
pseudofebril, mientras Lama me hacía una (otra) tortilla de patatas. Ah,
amigos, el sabor amargo de la adrenalina segregada al leer noveluchas llena mis
días de regocijo.
Esta mañana dejé a Lama en un tren con destino Gatwick, y
cogí mi tren, y ni siquiera me molesté en esconderme. Bueno, lo cierto es que
lo intenté, pero el tren estaba lleno y yo quería leer mi libro. El PARECER un
Loser queda relegado a un segundo plano cuando consideras la felicidad que
provoca el SER un Loser.
Mi confesión, por Bart Simpson.
Soy un niño tonto normal.
Voy a trabajar. Agradezco a mis sponsors la oportunidad.
Pues este miércoles españa ha ofrecido lo mejor de sí misma: el monumento, un sol deslumbrante y una castaña hasta ahora mismo-non stop desde las 12 am. Te hubiese molado, pero más molarán otras cosas.
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