Noto
como de mi oreja izquierda salen unas fórmulas de Excel y 684 líneas de International
Transportation Policies.
Sí,
amigos, tengo tanto trabajo que hacer. Es el segundo día consecutivo que llego
a la oficina a mi hora, y no soy capaz de procesar esas tareas a una hora tan
temprana. Así que escribo un poco, pues hace unos días que no me quejo de
cosas.
Hoy
no me siento quejica, salvo quizá de nuevo por mi pelo. Esta mañana ha decidido
que para qué ser Diana Ross, para qué ser Farrah Fawcett, cuando puede basar su
apariencia en la de esa señora que va a la peluquería una vez por semana y el
quinto día aún tiene fé en que su peinado “aguanta”. La Bruja Avería a mi lado es
la protagonista del anuncio de Pantene.
Quiero
ir a la salita del café a por algo, pero oigo a la gente preguntándose “how are
you” mutuamente, y no quiero formar parte de ello. Por suerte no es lunes. Los
lunes te preguntan “how was your weekend”, y yo no sé qué contestar. Suelo
optar por “it was good”. Podría también relatar la verdad y contarles que me
comí 3 tortillas de patatas de Aurora®, me bebí 10 cervezas, visité 6 pubs,
comí 2 de Dixy y fui a la compra al Tesco®. Podría también relatar que me fui a
pescar salmonetes al Lake District. Eso es mentira, pero dado lo que les
importa, es una opción válida como cualquier otra.
Ayer
decidí irme al cine sola. Cuando salió el anuncio de “A shared experience...
gone”, del cine en ruinas gracias a la piratería, empecé a pensar que por £9.68
con descuento por la entrada, y las pálomites y couk que me costaron £7.25, no
es gracias a la piratería.
Os
digo que mereció la pena a todas luces, sin embargo. Fui a ver This is
the End. Es como si a
Riki, a Car y a mí, nos dieran un montón de dinero por convertir en largometraje
nuestro corto de 1992 “El Silencio de los Borregos”, y todos nuestros amigos, incluyendo
a Rihanna, estuvieran dispuestos a salir en él haciendo el gilipollas y reír
durante días y días. Imagináos. Si yo ya amo la vida sin dinero y ostentación,
cómo lo pasaríamos con un productor ejecutivo que nos dejase aprovechar
nuestras indulgencias!
Estuve
en el cine de Wimbledon. Es el mejor cine, a pesar de estar lejos del hogar.
Está cerca de la oficina y siempre es bueno salir de Weybridge y poder llegar a
un punto de civilización en 20 minutos. Lo haré algo semanal, siempre y cuando
esté en la oficina. Lo cierto es que hacía tanto tiempo que no estaba en la
oficina que la gente se empieza a preguntar si todavía trabajo aquí.
Cuando
llegué a casa, me fui a dormir a las 10:30. Hacía tanto tiempo que no dormía
que ha sido una sensación extraña. Cuando he entrado por la puerta de la
oficina esta mañana, sólo anhelaba seguir durmiendo, y por un momento en mi
cabeza ha surgido la idea de que venía a eso. Que entrando por la puerta, el
propósito de mi visita a Weybridge era encontrar la salita de primeros auxilios
y dormir.
Y es
que son unos días llenos de actividad y madrugones. No quiero decir madrugones,
quiero decir simplemente levantarse pronto, pero no encuentro el sustantivo
adecuado. El caso es que los únicos días que no me he levantado antes de las 7 ha
sido porque no me he acostado antes de las 6. La vida de Madrid, sus excesos y
sus jarras de cerveza a €1.
Podría
hablar del monstruo del estanco, de los chóppitos, de robar en el 100
montaditos, de bares cerrados y flores de concurso, de aeropuertos en Cuenca, de
comprar siempre toda la pizza, de los taxistas que te preguntan si pueden
formar parte de tu grupo de amigos, del grillo medieval, que te ayuda a llevar
el mulo; del sexo con mujeres de una sola pierna, de la hija maldita de
Mumford... En definitiva, del “Loco Tren de Diversión®” que vamos acarreando.
Pero
no voy a hacerlo.
Es
necesario olvidar lo específico de estas vivencias y quedarse sólo con el
recuerdo de las risas; para así poder tropezar con la misma piedra una y otra
vez, y repetir aciertos, errores, resacas y raciones de patatas fritas.
El
otro día compré lentejas, puerros, cebollas, zanahorias y patatas. Cuando me
pongo a hacer lentejas me meto en el papel de persona adulta con una vida
equilibrada. Cuando compro los ingredientes y pasan los días y el puerro
empieza a sekarse, me doy cuenta de que no voy a pasar el casting.
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